-¡Si te quieres ir, te vas! le dijo con fiero gesto.
Él preparó su equipaje y  se fue sin decir ni esto.
Ella se puso a limpiar con desmesurado afán
Fregó los  pisos, paredes,  y  los frisos del zaguán.
Sacó la loza guardada y la  volvió a refregar,
La ropa de los placares, también la volvió a lavar,
hasta que en el tendedero no quedó libre un lugar.
Después le tocó a las plantas y al césped de su jardín
al gato, al canario, al perro, impresionante mastín.
Todos se le sometieron, nadie la pudo eludir.
Terminó el día agotada, se durmió sobre un sillón.
A la mañana siguiente, apenas se despertó
comprobó que estaba sola, hasta el canario escapó.