Hay varias Heroínas en mi vida. Son muchas y no tantas ni tan trascendentes como las Heroínas que salen en las tapas de los diarios, que se conocen por Internet o por los medios televisivos.
Son Heroínas que lucharon por sus vidas y la de sus hijos, mujeres de espíritu fuerte,  inagotables, de mentes abiertas, emprendedoras, a las que no les importó ni mucho menos, jugarse, arriesgarse, aventurarse en la diversidad de posibilidades que da la vida. Su más apreciado ideal: su familia.

La lucha contra la hambre en un país desvastado por la guerra: mi abuela paterna, que llegó a los 93 años de vida con la frente alta, habiendo conocido dos mundos culturalmente opuestos y enseñado a sus hijos el valor de la honestidad, el valor de la familia, el valor del cotidiano buenvivir y la sana ambición de obtener los medios suficientes para una vida sin carencias. Ella no tuvo demasiado ni tan poco, pero tuvo lo quiso a través de su propio esfuerzo, privilegiando siempre el amor por su familia; ella es mi guía.

Mi madre, mujer que no tuvo miedo ni se acobardó ante las adversidades. Cruzó el mar con dos niños en brazo, acompañando a su marido, buscando otro mundo, otra cultura, otra manera de afrontar la exigencia que impone el mundo capitalista. Su único ideal: su familia. Ella es mi ejemplo.

Mi abuela materna: generosa, solidaria, siempre predispuesta a ayudar, a aliviar el dolor ajeno, decisiva, de brazos y mente fuertes. Construyó su casa con sus propias manos, provedió de alimento a sus hijos. Ella es mi raíz.

Mujeres sin miedo y con el suficente, que protege a sus valores más preciados, que son el principio de la autoestima elevada, el principio del valor de las capacidades inherentes a cada ser humano, el principio del amor por el prójimo, el principio del respeto por lo ajeno y la inagotable convicción que el buenvivir es un derecho humano, al que se debe defender en el accionar de cada día, en cada gesto, en cada momento, convencidas, que el amor es el pilar, es la piedra fundamental, sobre el cuál se debe construír cada ambición humana.

Ellas son mi fuente de inspiración, que formaron en mi la firme convicción, que no hay posibilidad de error en tanto todo proyecto se base en estos principios.

Soy yo mi propia Heroína, consecuencia de mis antepasados, portavoz de sus voces, punto de llegada y partida de un porvenir a construír todavía mejor para mis hijas, para los que vienen después y actuar consecuentemente a ello. Con amor, respeto y esperanzas, jamás perdidas del todo.

Aunque todo se caiga, siempre habrá una ventanita, por donde entre un rayito de sol...