Genoma y feromonas: Schutzstaffel
Publicado en May 29, 2010
Bajamos del coche y cruzamos el alambrado. Matías arañó su remera negra con las púas y debimos desprenderlo del acero.
Ya internados en el potrero caminamos unos pocos metros hasta encontrar una huella vuelta sendero. Así como si perros ladraran, una veintena de vacas, no muy lejanas, emitieron sus violentos mugidos, y una bandada de teros alzó vuelo para graznar, monótona y horrendamente, y aletear hacia nosotros. Entendí que el concierto ofrecido por todos esos bichos era para delatar nuestra intrusión cuando vi que, a unos doscientos metros, se nos acercaba alguien con algo así como un rifle en mano. Hugo se detuvo, maldijo a aves y rumiantes e informó que aquel que venía hacia nosotros no era sino el ganadero propietario de esas mismas tierras en las que andabamos metidos, un sujeto apellidado Waltz. Nos aconsejó con un susurro: -quédense acá, calladitos- y salió al encuentro del terrateniente. Este, malinterpretando aquel movimiento, alzó el rifle y apuntó sin detener su decidida marcha. Dos teros chirriaron en un sobrevuelo cada vez más cercano. Hugo lanzó una risita nerviosa y alzó un brazo: -¡don Kurt, soy Hugo Gianni! ¡vengo a ver las plantas!- y entre dientes agregó: -ojo: ustedes se quedan callados, en serio; ni siquiera le sonrían ¿está claro?... -¿es para tanto, che? ¿cómo nos va a apuntar así este loco?- -shhh ¡boludo!... éste fue oficial de las SS. Ya a cincuenta metros de nuestra muda parálisis, supe que el viejo no pensaba bajar el rifle ni dejar de apuntarnos; también noté que su jovial marcha castrense marcaba el paso a sus impecables borceguíes; y pronto, ya a escasos veinte metros, supe que aquello con lo que nos apuntaba era un Winchester 44.40. Y cuando estuvo lo suficientemente cerca, aquel octogenario mostró toda su rubicunda palidez y sus duros rasgos, quizás exacerbados por el malhumor resultante de una siesta interrumpida, eran resguardados por el halo de sombra de su sombrero panamá. -vengo a ver las plantas, Don Kurt- repitió Hugo, con abyecta simpatía. -ah, ese marriguanna venís ver. -¿marihuana? Eh, ¡no!... sí, sí, claro... ¡ja, ja, ja! Fue evidente que el ganadero lo había tomado por sorpresa y que, por eso, ahora estábamos metidos en un serio problema; detesté a Hugo por cometido la estupidez habernos llevado frente a aquel anciano que, con un pasado en el que posiblemente habría disparado su metralleta contra civiles desarmados, nos escrutaba convencido de toda la superioridad aria que le otorgaba la estar de aquel lado de la mira del Winchester, con gélida mirada. Primero me miró a mí, después apuntó a Matías y, finalmente, le preguntó a Hugo: -¿porr qué no dijo antes que erra marriguanna?- el caño se posó en el pecho. -...esté, ejem... ¿la verdad? No sé, don Kurt. -vos tiene que decir que planta es de marriguanna. - su tono de voz, súbitamente amistoso, resultó espeluznante-¿qué hago si viene policía a requisar? ¿y si voy prreso por culpa de usted?- me señaló con la mira del rifle preguntándome- ¿le parrece bien?- y termino por exclamar una frase, un abracadabra, un grito de guerra en idioma materno que culminó con la siguiente palabra: -¡...schutzstaffel! Un tero rozó el ala de su sombrero panamá y un escalofrío viajó, veloz como un rayo por mis nervios lumbares hasta paralizarme. El anciano, como si un sexto sentido lo alertara de mi parálisis y mi espanto, posó sus ojos grises sobre los míos y decidió apuntarme a la altura del esternón. -¿y usted quién es?- me preguntó Abrí la boca pero no pude contestarle. Sentí que el mismo tero chilló rasante a centímetros de mi cabeza y el viejo, de un certero disparo, lo silenció. Un persistente "iiiiiiiiiiii" se instaló entre mis tímpanos mientras el corazón me trepaba para atorárseme a la altura de la laringe y una gota de frío excremento, simultáneamente, se embarraba en mis calzones. Aturdido vi cómo Hugo Gianni se lanzaba a disculparse, atropelladamente, como en raudales de palabras que yo no alcancé a oír. Waltz lo interrumpio para decir lo que creí escuchar: -Mi señorra hizo tortita con marriguanna. Muy rico, muy rico. Sin el tero sobrevolándonos, el silencio fue absoluto. Sólo el tenue "iiiiii" entre los tímpanos lo inundaba todo hasta que Matías, digno y encendiendo un cigarrillo de condenado al paredón, preguntó al don Kurt si podía hacer el favor de bajar de una vez el maldito rifle. El alemán lanzó una risotada, apoyó la culata del Winchester en el hombro derecho y apretó los párpados del ojo izquierdo. -¡pum!- gritó, simulando el disparo que continuó en una carcajada:- ja, ja, ja... muy rico ese tortita de marriguanna. Muy rico.
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inocencio rex
inocencio rex
Violeta
Expulsen al nazi!
Delfy
Según los registros muchos alemanes al huir de una nación derrotada, escogieron por destino Argentina, Uruguay, Paraguay entre otros… algunos con el afán de olvidar un pasado que los atormentaba, otros solo por sobrevivir.
Esta interesante historia que nos presentas resulta como dice Matteo otra historia dentro de la historia que nos trae atentos a tu relato.
Excelente!
inocencio rex
abrrazo
Matteo Edessa
falto la recomendación: la Marihuana hace mal a la salud, pueden llegar a dispararte por ello!
inocencio rex
Roberto Langella de Reyes Pea