El Clan de los Lycan - part2 capitulo piloto
Publicado en May 30, 2010
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Llevaba horas conduciendo la moto hacia el sur. Mis piernas estaban entumecidas y mi trasero se había amoldado a la forma del asiento, así que decidí parar en el primer autoservicio que encontrara.
Desde niña había deseado encontrar a mi compañero, a mi otra mitad, para que nos llevase a mi mamá y a mí muy lejos de la casa de mi padre, y ser felices por siempre. Claro que cuando tienes diez años pasan muchas cosas de las cuales no te das cuenta. Vives en una burbuja creada por los que te quieren para no ser “contaminados”, como me decía Gabe, y evitar que te afectase.
Recordé cuando tenía al menos unos siete años. La indiferencia de mi padre hacia mí ya me afectaba emocionalmente, y cuando mamá me defendía de él, Gabe que tenía unos diecisiete y Marcus unos catorce, me llevaban al ático, y creábamos mundos donde ellos eran mis protectores y yo la princesa.
Hasta el momento de hoy se los agradezco, ya que a pesar de todas las diferencias que hicieron entre nosotros, ellos nunca demostraron odio hacia a mi o algún tipo de rechazo.
A veces sabia de ellos, por los diarios o algún otro medio.
Gabe había aparecido en los diarios unos años atrás junto con Marcus. Ambos habían adquirido una cadena de laboratorios, siendo los socios mayoritarios y explicando algunos proyectos relacionados con las células madres y enfermedades. Al parecer tuvieron mucho éxito económico, ya que tiempo después aparecieron en una revista como los más millonarios del país.
Suspire con fuerza. Deseaba volver con mi familia, abrazar a mis sobrinos y volver a los brazos de mis hermanos para que me cuidaran. Pero eso ya no era posible, no después de tanto tiempo ni por todo lo que cause. Cause mi propio destierro de la protección de un Clan y de los míos.
Sentí como los brazos me temblaban de rabia, angustia y cansancio, así que decidí bajar un poco la velocidad. Encerrada en mis pensamientos como estaba, no me había percatado del letrero que estaba unos metros más allá, de color rojo, que decía una vez que llegue hasta allá que había una Estación de Servicio a unos quinientos metros más allá.
Como pude logre llegar hasta allá, y apenas hube terminado de cargar la moto con gasolina, me senté en la primera mesa disponible que encontré, justo a tiempo para ver por la ventana como empezaba a lloviznar.
   Imbécil, debiste por lo menos haber agarrado la chaqueta. Como mínimo.
Por un micro segundo me arrepentí de no haber agarrado mi celular, la chaqueta y el casco. Pero de haberlo hecho no me hubiesen dejado irme, y Nicco habría insistido en ir a dejarme.
   Diablos, Nicco me va matar.
Me levante de prisa de la mesa y casi choque con la mesera que venía seguramente a tomar mi pedido.
-      Pero mujer, ten más cuidado por dónde vas – me dijo la mesera, de unos
cincuenta años, con claro exceso de maquillaje para disimular algunas arrugas que ya se veían formándose en su cara. Tenía el pelo entre rubio ceniza y con canas tomado en un tomate en lo alto de su cabeza. Sus ojos eran oscuros, y resaltaban de su cara.
-      Lo siento, es que debo hacer una llamada urgente – miraba de un lado a otro
buscando algún teléfono público – disculpe, pero ¿hay algún teléfono que pueda ocupar? – la mesera me dio una mirada de arriba abajo, como si estuviese pensando la posibilidad de que iba a robarle o algo parecido.
-      En mi oficina, pero deben ser llamadas a teléfonos fijos y que sea corta la
llamada.
-      Oh, sí. Claro por supuesto, muchas gracias – dije con repentinas ganas de
abrazar a la mujer, pero sabiendo que se molestaría o algo le dedique mi mejor sonrisa y tratando que la gratitud y felicidad me llegase a los ojos.
-      Sígueme – y así me guio detrás del mostrador a una oficina pequeña pero
acogedora, y sobre todo calentita, cosa que agradecí de corazón. – El teléfono está ahí, te dejare sola para que hagas la llamada.
-      Muchas gracias de verdad -  y antes de que pudiese decirle algo más me dejo
sola para hacer la llamada. Me senté en la silla que estaba cerca del calefactor para calentar mi ahora entumecido cuerpo. Tiritaba mucho y sentía como me castañeaban mis dientes. Agarre el teléfono y marque de memoria el teléfono de la casa de Nicco. Como él tenía una vida nocturna, rogué porque me contestase el teléfono a las nueve de la mañana.
-      ¿Diga? – me salto el corazón de alegría al escuchar su voz grave y
somnolienta, aun cuando sonaba molesto por ser despierto.
-      Nicco, es Helena te llamaba para– 
-      Helena, dime ahora donde mierda estas – sonando mucho mas alerta y mas
enojado que antes me interrumpió sin dejarme terminar la frase. De verdad estaba preocupado.
-      Tranquilo, estoy bien, solo necesitaba salir de ahí – un poco nerviosa por no
saber si decirle donde estaba o no, comencé a enrollar el cable del teléfono en mis dedos – volveré hoy día en la noche.
-      Puedes apostar que lo harás. Saliste corriendo como si hubieses visto un
fantasma y sin llevarte el casco o tu chaqueta – escuche del otro lado de la línea el sonido de las sabanas moviéndose, y como sonaba su pelo, seguramente echándolo hacia atrás con los dedos. Finalmente un suspiro, para seguramente apaciguar la rabia que tenia dentro. – dime donde estás, te iré a buscar ahora.
-      Oye papá te digo que estoy bien, solo necesito hacer algo pequeño y me vuelvo
en seguida.
-      No me vengas con papá, estoy preocupado por ti – su voz ahora sonaba mas
calmada, pero podía darme cuenta de lo difícil que se mantenía calmado - ¿Quieres decirme por qué el tipo de anoche te esta acosando? – wow, me perdí de algo, ¿acosada yo?.
-      ¿De qué estás hablando? – oh diablos, Corvet.
-      Desde que te fuiste el imbécil que te ayudo anoche ha estado llamándome y a
todos los demás para saber donde estás. Nos exigió casi a golpes que le diésemos tu dirección y un recado, pero al parecer los mastodontes que lo acompañaban fueron lo suficientemente inteligente para sacarlo.
-      Ehm, Nicco me tengo que ir, me prestaron este teléfono con la condición de
hablar corto. Gracias por preocuparte nos vemos en la noche – y antes de que se recuperase del asombro, corté la llamada. Definitivamente esto se estaba complicando. ¿Para qué me buscaría Corvet?, si tanto le moleste y repugne ¿Por qué mierda me buscaba la última persona con la que quería hablar? Definitivamente ahora solo quería descansar, y pasar un momento tranquila. Me di una felicitación en la espalda, por que definitivamente mi idea de salir corriendo como una loca sin sentido de responsabilidad a las cinco de la mañana y sin chaqueta o celular fue lo mejor. Aprovecharía al máximo mí tiempo sola, a lo mejor ya era tiempo de salir de esa ciudad y moverme a otra.
Salí a regañadientes de la oficina y me senté en la misma mesa de antes.  Cansada y armándome de valor para seguir con el pequeño viaje, mientras que yo, desabrigada, me senté a esperar a que parara de llover un poco.
-      ¿Qué vas a ordenar? – de nuevo, la mesera me observaba de arriba abajo,
pero esta vez con un lápiz y una pequeña libreta. Por primera vez me fije en su nombre. Cecilia.
-      Un café cargado y tocino con huevos por favor – Cecilia anotó mi pedido en una
pequeña libreta, sacó el papel y fue a entregar mi pedido al cocinero.
Ahora que lamentablemente tenía tiempo para pensar en todo lo que había sucedido en las ultimas doce horas. Desde que me había ido corriendo del pub, mi cuerpo y mente pensaban en Corvet. Mis manos picaban por tocarlo, por sentir su pelo, tocar sus labios, sentir su cuerpo contra el mío.
   ¡Olvídalo ya!
Cierto, tenia cosas que hacer antes que pensar siquiera en tener una relación, aun cuando mi lobo interno aullaba por querer salir a buscar a su compañero.
   Estúpida cosa de lobos.
Me refregué la cara, tratando de sacarme la somnolencia de encima, me apoyé en el respaldo de la silla y cerré los ojos hasta que llegó mi desayuno.
-      Aquí tienes tú café y los huevos con tocino – esta vez Cecilia me daba una
sonrisa – ojala te gusten.
-      Gracias – acerque el tenedor para empezar a comer, y vi como Cecilia se iba seguramente para tomar otra orden, pero de la nada volvió hacia mí y me miró con una cara reprobadora.
-      ¿Tienes algo con que abrigarte?
-      No – mire hacia abajo mientras comía el primer bocado de mi desayuno.
Estaba muy bueno. Y aunque traté de centrarme en mi desayuno no pude, por lo que de todos modos sentí como mi cara se teñía de rojo.
-      Aguarda aquí – aunque no había levantado la vista de mi plato sabia que se
había ido, por que el fuerte olor de su perfume ya no estaba tan concentrado. Con mi vista periferia pude ver que traía un bulto negro. Al llegar a mi mesa la dejo encima y se aclaro la garganta para claramente atraer mi atención. – Tómala, te sirve más a ti que a mí.
-      Pero…
-      No alegues niña, vi cuando te bajaste de la moto y me di cuenta lo fría que
estabas cuando entraste a mi oficina. – incapaz de contenerme más me levante de la mesa y la abrasé con fuerza. – y no sé en qué tipo de problemas estas metida o de quien escapas, y no quiero saber tampoco. Pero no te podría dejar ir así como estas y con este clima.
-      Gracias Cecilia – le di un beso en la mejilla y me puse la chaqueta, agradecida
por algo que me abrigase, y me senté de nuevo para terminar mi desayuno. No me demore mucho en acabar ese, y apenas lo hice pedí otro, porción doble. Lo bueno de ser una Lycan, es que las calorías al revés de los humanos, nos faltaban. Debíamos comer grandes cantidades de comida, mientras más calórica mucho mejor. Esto se debía a nuestro metabolismo ultra rápido, la velocidad y cuando entrabamos en fase. Yo, en lo personal dejaba salir a mi “lobo” unas pocas veces al año, ya que no quería atraer la atención equivocada. Y a pesar de que mi lado salvaje a veces me enervaba y me hacia la vida imposible, lo tenía controlado.
Como es natural, los lobos no estaban acostumbrados a vivir solos. Dependen de una manada y de un líder que los guie y apoye, donde irremediablemente se creaban lazos. Y nosotros, los híbridos, sacamos esa tendencia a permanecer en grupo y de anhelar el contacto con cualquiera de los nuestros, especialmente de la familia.
Tomando en cuenta mi caso, no voy a mentir al decir que no los echaba de menos. Es más, anhelaba constantemente a los míos, el sentirme parte de una familia, sentir que le importaba a alguien. Pero de nuevo estaba ese tema con mi pasado, mi padre y ahora con Corvet.
Mi cuerpo respondió ante su recuerdo. Un leve estremecimiento me recorrió de cabeza a pies, haciendo que se me pusiese la piel de gallina. El corazón, maldito traicionero, se me acelero como si hubiese corrido una maratón, mientras que mi sangre surgía por mi cara, dándome seguramente una tonalidad roja.
-      Creo que tienes fiebre  - me dijo de pronto Cecilia, quien había vuelto para
recoger los platos y que ahora, además, me tocaba la frente seguramente para medir mi temperatura.
-      Estoy bien – puse los ojos en blanco y quite su mano con cuidado para evitar
que se ofendiese o algo por el estilo – Escucha, ya es hora de que me vaya. De nuevo mil gracias por todo – y mientras me levantaba de la mesa para salir le deje todo lo que me quedaba de la propina de anoche en la mesa, que era lo bastante para cubrir mi desayuno pero no su ayuda y mi gratitud.
-      Oye esto es – levante la mano para evitar que terminase la oración. No era
rica, que quede claro. Pero si ganaba lo suficiente y un poco extra para darme algunos lujos siendo la dueña del Pub. Así que, para evitar más dramas y que me devolviese lo que le di a cambio, me giré con paso seguro, ajustando la chaqueta que ahora me tenía muy abrigada, cerré el cierre y antes de salir hice un gesto de despedida hacia mi espaldas. Evitando el contacto con una mujer que no me conocía, pero que me había demostrado mucho más cariño que mi padre en años.
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Foto del autor Isidora Sotz
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Miembro desde: Apr 03, 2010
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Descripción

Palabras Clave: Lycan Clan

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



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