Te busco
a través de todas las leguas de la tierra.
Detrás de cada abeja siempre continuada.
Y el chasquido largo del élitro que se rompe.
Te busco en los ramajes que extienden su silencio
y en la trama del cemento detrás de las iglésias.
No te encuentran mis ojos ni mi mal de San Vito
y siento la impotencia de las cosas ya híbridas.
No te vi cuando zarpabas con el barcarolero
hacia otro cuerpo de ecuaciones y células.
Quedo pues plantado en las mismas terrazas
donde por primera vez toqué tu tallo impalpable.