Cmo me hice amo de casa.
Publicado en Jun 07, 2010
Desconociendo que alguien había entrado sin ninguna visa al Continente Europeo. Yo ya había decidido, quitarme el disfraz de unos de nuestros dichos con el que podría identificarme perfectamente en ese momento: "Amor de lejos, amor de pendejos". Así que realicé una llamada de larga distancia-que por cierto no me salió muy barata- con la finalidad de encontrar con mi novia alemana una solución de nuestra situación de pareja. Pero antes de que dijera una palabra, recibí la noticia de que uno de nuestros secretos había atravesado el océano y pasado fronteras sin control alguno. Habíamos logrado combinar nuestras hormonas intercontinentales. En realidad, ella cargaría nuestro producto hecho con amor durante nueve meses. Sin pensarlo. Abandoné, país, amigos, parientes y trabajo para atravesar ese límite azul, el cual me alejaba de ver deformarse sus curvas de mujer bonita para dar espacio a una criatura que con el tiempo, definiría el sentido de la vida de acuerdo a las sociedades donde ha estado. Al estar en Argentina, para ella lo más importante era la familia. Cuando estuvimos en la India, ella quería ser doctora para ayudar a los niños perdidos de las calles, ahora que estamos viviendo en su país el sentido de su existencia es una tienda de lujo donde se puede encontrar y comprar hasta los sueños; es decir, todo.
Para mí fue difícil definir este concepto. Por necesidad empecé a realizar labores que siempre fueron obligación de mi madre. Pero esto fue como aprender a sortear los restos de basura para permitir que sean reciclados, y no perder más árboles para elaborar papel, o contaminar más la tierra con plásticos, los cuales tardarán muchos años en desaparecer de la faz de la tierra. Logrando tirar el ¨macho¨ que había en mí, me reciclé en un ¨amo de casa¨ en toda la plenitud de la palabra. Cocinando, comprando, lavando a mano; pantalones, camisas, calcetines, y calzones. Además, nunca mezcle la basura orgánica, vidrio, papel ni plástico en el mismo bote del desperdicio. Asi que trabajando en la casa, esperé el más grande e importante acontecimiento de mi vida: el ver nacer a mi hija. Preparándonos para el nacimiento, visitamos un curso de gimnasia y respiración. Éste nos auxiliaría a reducir unos de los dolores menos soportantes que le tiene reservado la naturaleza a la mujer, sufrimiento olvidado después de ver nacer ese pequeño cuerpo bañado en sangre. Mi niña abandonó esa protección natural dos semanas más tarde de lo previsto. Durante el trabajo de parto, yo recibía todo los insultos alemanes de la embarazada-lo bueno fue, que no sabía alemán- así mismo, perdí una buena parte de mi abundante cabellera por los terribles jalones recibidos en los lapsos donde venían las contracciones. En consecuencia, el curso de gimnasia-respiratorio fue todo un fracaso. Nosotros mismos no podíamos respirar ante maravilloso suceso. Estupefactos, no tuvimos tiempo de practicar lo aprendido. Bañado en mi propio sudor, oí de pronto en un intervalo extraordinariamente corto y silencioso, dos soplidos de vida, dando el paso a un nacimiento natural: anunciando cabeza primero, cuerpo después, de un ser gritón, sorprendido, quizás por el esfuerzo de salir de esa agresión y tensión que provoca el nacimiento. Finalmente, yo cortaría esa unión entre madre e hija, corte que dejaría en mí, una cicatriz de responsabilidad y cariño hacia ese recién nacido. Al abandonar el hospital se integrarían al cambio de obligaciones de una familia tradicional las nuevas actividades que eran totalmente desconocidas para mí, las cuales no se pueden aprender con teoría comprada en una revista, sino con práctica e intuición. Aprendiendo a ser padre, o mejor dicho padre-madre, pude diferenciar los gritos de la criatura a los llamados de hambre o de un cólico. Yo preparaba la mamila o el remedio, según fuera el caso. Me levantaba en las noches para satisfacer cualquier necesidad de ese cuerpecito. En la época del cambio de pañales, contribuimos a contaminar el ambiente, pues era más fácil utilizar los desechables que lavar una montaña de esas prendas de algodón con excremento y orines. Entre limpieza de colita, preparación de alimentos, lavado de ropa y despertadas en la noche, fui perdiendo el sueño de repetir esa gran proeza que realizaron mis padres: el traer al mundo, ver crecer y educar ocho hijos.
Página 1 / 1
|
Miriam
solimar
nydia
Primero he de decirte que me ha causado una gran terura leerte, en segunda te diré que eres muy afortunado en no haberte perdido esos momentos, mágnificos ..yo tengo tres hijos..y deseo que mis hijos varones se involucren en el amoroso trance de los nacimientos de sus hijos pues sé como dices, que es cuando los hombres valoran un poco más a la mujer, dificil?..no! enriquecedor, yo aprendo mucho de mis hijos y te felicitos por esa angelita...
muchos besos desde México..
MAVAL
jajjaja...me rei de buena gana de como sucedió ese aprender ...cosa que supongo tienes toda la razón en no repetir...que increíble como las culturas nos marcan sin dudas...un gran aprendizaje y crecer en lo humano sin dudas...pero te felicito , no pocos han sucumbido en el intento...
Mis saludos cálidos amigo , que estés bien!
ya vez , lo bueno siempre esta vigente!
MAVAL
Carlos Campos Serna
gracielacousin
Carlos Campos Serna
Carlos Campos Serna
Saludos.
Carlos Campos Serna
Sachy
me sentí muy honrada de haber leido tu relato
es una experiencia gratificante y agotadora, verdad???
..............es genial
mis estrellitas
con cariño
sachy