El GRAN banquete o Dibujando mariposas a la luz de la luna (cont.) Parte 9
Publicado en Jun 09, 2010
Julia no sabía decidirse entre la terrina de quesos o el crepe relleno. Eso de entrada, pero como primer plato no estaba segura de pedir la trucha en dos salsas o el lomo con duxelle de champiniones. Después de todo, lo que más le interesaba en ese saloncito paquete, era jugar un poco y ver los colores de los platos servidos por mozos lánguidos, en uno de los cuales le pareció ver al muchacho de La Cantábrica en ese sueño que no había olvidado. -No será la primera vez que me asome a un espejo y vea las huellas de mi rostro- ironizó para sí mirándose al espejo donde también se reflejaba la figura de Sergio. Él la había invitado a almorzar para decirle ¿qué?. Si el barco se hundía -se dijo- ¿él querrá salvarlo? ¿Por qué no levantarme y dejarlo solo? ¿Para qué acepté la invitación? Sergio estaba distraído. Ella se apuró a pedir y el mozo anotó con diligencia pero con cierta rigidez. Esto la divirtió. Luego el muchacho anotó lo que Sergio le dictaba. -Me llamo Fabio- dijo el mozo- estoy a sus órdenes; que tengan un agradable almuerzo. Y, mientras el mozo se iba, ella volvió a jugar otra vez con el espejo en la pared: los ojos tristes de Julia; los labios quietos de Julia como si recién terminaran de crecer. "Aquí pronto se instalará una mueca y no lo podré evitar", pensó. En el espejo se miraba las manos y el busto, pequeño pero todavía erguido. "Pronto esto se terminará. Seré vieja," se dijo. Y añadió para sus adentro: "Estos juegos comienzan divertidos y terminan crueles." "¿Por qué tener esta visión partida de la vida?" Porque ella también amaba el sol que entraba, y los colores de la comida que ahora le servían, y estaba segura de que también podía amar al muchacho de chaleco negro, algo desgarbado pero de manos finas, que a cada momento quería ser cortés. Lo miró sin disimulo y él se dejó observar. Luego volvió a mirar en el espejo y lo vió reflejado sirviéndole el vino. Mientras le ofrecía el primer plato le pareció que las manos del muchacho danzaban sobre la mesa. -Me entristece el campo a la hora del crepúsculo- dijo ella antes de que Sergio le preguntara por qué lo decía. -Cuando era chica me daba miedo ir al circo- dijo sin oírlo - un caballo se volvió rabioso, ¿sabés?,y saltó de la pista a los palcos. -El caballo se volvió rabioso o loco -repitió- ¿nunca supiste de un animal loco? Él le tomó la mano e hizo un esfuerzo para escucharla pues en realidad estaba pensando que todas las mujeres tenían algo de estúpidas. Ella se levantó para ir al baño con la idea del caballo rabioso y en Sergio, tan lejano. Pasó por la pequeña salita vacía dispuesta para que los clientes jugaran al billar que le pareció de un amarillo intenso, y vió al mozo, apurado, pero atenta a ella. Julia sabía que auque él no la mirara decididamente, había despertado su interés. Cuando salió del baño lo vió otra vez, y un ardor le subió al pecho. "Dios mío" -pensó- "no poder amarlo ahora sería un castigo." Al pasar por la salita de billares entró. Se ocultó en el momento que el muchacho pasaba nuevamente. Esta vez la miró. Ella lo llamó y le pidió café. Cuando regresó con el pedido la vió recostada contra la pared, y no pareció asombrarse. Estaba acostumbrado a las trangresiones de algunas clientas, y por eso fue que no le acercó el café sino que lo dejó sobre la mesa de billar y cerró el cortinado. Se quedó frente a ella. Julia vio que el cuerpo de él se recortaba frente a la luz, y lo abrazó humedeciéndole la cara con los labios. Las manos del muchacho resbalaron sobre el vestido de ella, y lo subió de a poco, mientras la llevaba hacia la mesa de billar. Comenzaron casi en silencio, con pequeños quejidos de ella, y el silencio de él. Pronto Julia sintió la sensación dentro del pecho que el caballo loco del circo repetía la escena del asalto hacia el público. Creyó que su corazón galopaba hacia la libertad. Más tarde,mientras arreglaba su maquillaje, se sintió poderosamente libre. Rápidamente busco dólares en su bolso y los dejó debajo de la tacita de café. Fabio que la observaba, rechazó el gesto. Tuvieron un breve dialogo: -Soy de Mendoza, tengo viñales, no necesito dinero- dijo el hombre ya fuera de su máscara de mozo. -¿Y por qué trabajás de mozo? -preguntó al instante Julia. -Soy el dueño del restorán, y a veces me entretengo en atender las mesas sólo para conocer mujeres como vos. Julia no supo si eso era un halago, y no respondió. -Tengo una cadena de restoranes en sociedad en Mendoza, y otro en Puerto Madero- dijo el muchacho algo desgarbado pero con cierto orgullo. -No sé qué pensarás de mí- susurró Julia. -Cuando uno hace estas cosas no piensa nada más que en el placer instantáneo -respondió seguro. Y se fue dejándole una sonrisa. Sin embargo ella sintió que esa rápida aventura no era ni mas ni menos que una mariposa detenida en mitad de su corazón, pero dispuesta a volar en cualquier momento, por ejemplo en cuanto Sergio la mirase y le indicara la comida. -Se enfrió el lomo. Ella balbuceó una disculpa dispuesta a no dejar volar esa mariposa. Iba a pasar la lengua por el interior de la copa de vino por segunda vez, cuando la orden de él la detuvo: -No hagas eso. -Eso es lo que me interesa hacer en este momento. Lo quiero hacer. -A veces parecés una chiquilina caprichosa. Mejor comete el lomo. Es un plato muy caro -y Sergio enlazó los ojos de ella con una dura mirada. -No lo quiero, está frío- protestó ella mientras apoyaba su lengua en el cristal de la copa. -Comete el lomo -repitió él.
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Eduardo Fabio Asis
Elvira Domnguez Saavedra
Guillermo Capece
distingo tus comentarios por amigables e inteligentes; me ha gustado tu interes por esto que escribi. aLGUINAS COSAS LAS ESCRIBI hace algun tiempo, otras son actuales, y por fin, otras están modificadas.
Ojala salga algo bueno.
Abrazos, y mi gratitud nuevamente.
Guillermo Capece
mi agradecimiento, como siempre.
abrazo
Hoz Leudnadez
ella no tendra m´´as hambre ante el eterno sacio de la libertad....
encantado de leerlo amigo
Gaucho...sos Genial
Daniel Florentino Lpez
El mozo: un master
Saludos
Daniel