Sergio y Robertito Botante Parte 10 (continuacin)
Publicado en Jun 12, 2010
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(continuación)
No era lo mismo con Robertito Botante. Sergio lo conocía de charlar  naderías en la barra de un bar, y por ser Robertito un joven  entretenido, y porque lo proveía de marihuana y algunas veces de dinero, él pasaba algo de su tiempo a su lado.
Era hijo de un cirujano de prestigio, y fue destinado a seguir los pasos de su padre. Pero fracasó ni bien transpuso el umbral de la universidad. Ahora tenía 27 años y se dedicaba a vagar en boliches y en los bares. Vivía en una casa en Belgrano, donde, en la sala central, al lado de una vitrina con marfiles y piedras duras y de un enorme reloj de carrillón, colgaba un sospechoso Corot.
Así le dijo a Sergio una vez:
-Mi viejo cree que es un Corot legítimo, pero tengo mis dudas.-si lo fuera alguien de la familia ya lo hubiera vendido -y rió.
Una biosserie tapizaba las paredes, y las alfombras adornaban el piso que en los rincones se veía muy brillante. Allí fue donde Sergio cedió a los primeros convites de Robertito, y había inspirado sin temor uno o dos pases de blanca, como llamaba a la merca.
La casa estaba rodeada por un parque, y debajo un sótano rezumaba una humedad antigua.
-Mi familia -dijo Robertito- era muy especial. Mis bisabuelos, por ejemplo, fueron mucho tiempo amantes antes de casarse. Mi bisabuela era rubia, y parece que muy hermosa. Vivía en los fondos de la casa, aunque los encuentros se realizaban aqui, no precisamente aquí sino en el sótano, debajo de aquí. Algún día te lo mostraré.
-Por qué no ahora- interrunpió Sergio entusiasmado.
Salieron de la sala y caminando por el parque dieron con una puertecita debajo de una escalera. Robertito la abrió con cuidado. Se sumergieron en la oscuridad. El lugar era lóbrego. Allí Robertito
le ofreció a Sergio una tremenda historia de amor, desolación y violencia.
-Eran muy jóvenes los dos -comenzó- y mi bisabuelo Marcos Botante Antar, le pedía a uno de sus mucamos que fuera a llamar a Margara, que con el tiempo sería mi bisabuela. Todo era oculto. Salvo uno o dos mucamos nadie conocía la relación de los novios.
Ella bajaba por la misma escalerita que bajamos nosotros, y allí estaba Marcos, con sus polainas y su camisa blanca, esperándola.
Según dicen, Marcos era un hombre altivo, arrogante, pero gran amador. Habían pasado varias mujeres por la casa, hasta que dió con Márgara -aquí Robertito se detuvo- pobre Márgara- continuó.
E hizo silencio nuevamente esperando algún comentario de Sergio. Le iluminó los ojos con la linterna que llavaba.
-¿Por qué pobre?
-A veces se ama de una manera extraña -murmuró Robertito- Ella bajaba,  se metía en lo oscuro, buscaba el contorno de ese hombre... y lo demás ocurría.
Iluminó nuevamente a Sergio y se dió cuenta de que lo urgía.
-Marcos era violento. Ella se ofrecía, y él aprovechando la sugerencia de estar bajo el césped, se transformaba.
-Supongo que estarían los dos desnudos.- dejame que te lea una parte del diario- continuó Robertito abriendo el cartapacio. "Ella se volvía suplicante. Yo la arrinconaba -continuó leyendo- y la golpeaba levemente con una rama del jardín."
"Después la ceremonia se volvía más intensa, y Márgara gritaba, y de su piel salía una luz cada vez más diáfana."
-Yo no lo creo para nada- comentó el muchacho,pero asi lo cuenta el viejo en su diario. Para él no había clemencia- dijo el muchacho- y ella se entregaba con dolor y con placer. Pero eso no era todo. Escuchá esta parte: "Siempre caía en un colchón de plumas, y presumía que las plumas me cubrían como si fuera un pavo real o una abeja gigante de pesados colores que se adherían a mi cuerpo blanco, casi transparente, tan transparente que podía ver mi corazón latiendo como si estuviera frente a un espejo mágico."- es lo que creía el viejo, comentó el muchacho.
Volvió a iluminar el rostro de Sergio, pero lo encontró en un rincón oyéndolo, con los brazos a los costados.
Robertito dudó en seguir contando esa historia pero notaba en el silencio de su amigo, el deseo de conocer el final. Por fin, dijo:
-Supongo que el viejo estaría drogado con hachís o alguna de esas drogas antiguas que consumían antes. ¿opio?
-Sin duda- exclamó Sergio- pero también temió que el muchacho se hubiera clavado vaya a saber qué otra "vitamina". Era demasiada imaginación la de su amigo. Sin embargo Robertito afirmó:
-Mi bisabuelo era un hombre más que extraño. LLevaba este diario con escrupulosas anotaciones.Todo lo dejó claramente escrito. Y abriendo el cartapacio nuevamente, leyó iluminado levemente por la luz de la linterna: "Me deleitaba en uno de los momentos más felices:
pero no era un momento dulce; era torturante, porque las plumas no se degajaban suavemente: caían tironeadas por Márgara, pero quizas no fuera Márgara sino algo que se parecía a ella, a su odio, a su dolor o a su amor." 
-Te imaginás cuánto oprobio y mansedumbre había en esa complacencia.-comentó el muchacho.
Se produjo un ruido extraño que obligó a Robertito a iluminar el lugar, y vieron dos ratas disparando.
-Vámomonos de aquí -exclamó Sergio.
Robertito lo retuvo tomándolo del brazo. Sergio pudo ver que su amigo llevaba el cartapacio y el diario debajo del brazo.
-No terminó la historia.
 -No quiero oír más.
-Al fin -siguió el muchacho- Marcos encontraba su felicidad. Porque mirá lo que dice en el diario:  "Después la operación era más fuerte. Márgara desgarraba, partía, clavaba sus uñas. Márgara-demonio utilizaba sus manos, hincaba sus dientes. Y las plumas caían, pero también los girones de mi piel escupidos por los hermosos dientes de mi dulce Márgara."
Robertito tomó aire, quiso ver la cara de Sergio pero, aprovechando que estaba en silencio, continuó con la lectura:
"Recuerdo que en este punto gritaba como enloquecido, pues veía libre mis músculos, mis tendones, y con la palma quería acariciar a Márgara que se negaba, que permanecía impávida,de pie, oficiando y oficiando interminablemente, rodeada por ese charco rojo que me taladraba los ojos."
"Después venía la ceremonia más codiciada por mí. Márgara-demonio se acercaba despacio, y comenzaba la devoración."
-¿Tu bisabuela se devoraba a Marcos??-, casi gritó Sergio.
-No, tonto. Ellos lo llamaban así. Era un juego, pero un juego bastante fiero, porque siempre había sangre.
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Foto del autor Guillermo Capece
Textos Publicados: 464
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Descripción

Palabras Clave: casa de Robertito Botante

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin


Derechos de Autor: Direc. Nac. de Derecho de autor (G.C.)


Comentarios (1)add comment
menos espacio | mas espacio

Elvira Domnguez Saavedra

El interés del relato menatiene ahora la atención en estos nuevos personajes y en la relación extraña que mantienen.
Responder
June 21, 2010
 

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busy