EL NUEVO ATARDECER, CAPITULO 4 CONTINUACIÓN
Publicado en Jun 17, 2010
EL NUEVO ATARDECER
Autor: Malén Noel Estaba anocheciendo en Gobi, era uno de esos días en los cuales hacía mucho calor; el sol estaba insoportable, los mosquitos enloquecían a nuestro alrededor. El ardor del sol me quemaba la cara, no podía abrir los ojos, el flash de la luz me causaba ceguera. Mi compañero miraba hacia el horizonte esperando que alguien llegara a rescatarnos, me daba pena verlo de esa manera, pero ya no sabía si era parte de una ilusión o realmente estaba pasando. Abandonados en un desierto, sin agua y sin comida ¡qué vida! No veía la hora de llegar a mi casa y comer un buen plato de pitta pizzulata, tomando una buena botella de agua y como entrada, una picada. Esos pensamientos sólo me traían más sed y hambre. Mi cuerpo reflejaba la viva imagen de una estructura destrozada y magullada por el calor y la deshidratación. En cambio, mi compañero, Richard, parecía tener cierta esperanza, su cuerpo estaba más desgastado que el mío, sin embargo, su mirada permanecía firme; de vez en cuando me sonreía con tanta seguridad, que me hacía sentir que todos los problemas que se me cruzaban por la cabeza eran simples estupideces y le devolvía la sonrisa con toda la luz que me quedaba en mi alma. Lo único que hacía era maldecir a Ágata por convencerme de realizar esa expedición. Lo que me animaba era la compañía de Richard, sin él hubiera muerto hace mucho. -Tres días, tres noches; abandonados en este maldito lugar: dije seriamente, mirando la cara de mi amigo - Rose, tranquilízate un poco, ya verás que Mister Ben vendrá a rescatarnos- respondió sonriente y confiando, muy confiado de lo que decía - Espero que sea así Rich, tengo miedo de no tener la vitalidad suficiente para soportar un día más en este lugar - Sabés una cosa Rose? Cuanto más pienses en lo que te entristece, más rápido llega a tu vida; en cambio si cambias esa manera de pensar las soluciones vendrán rápidamente, piensa en aquello que realizarás cuando salgas de aquí; y Todo lo que te queda por vivir querida; yo no dejaré que te suceda nada. Siempre me sorprendía la mirada de mi amigo Richard con respecto a la vida, esa positividad que abrazaba su corazón era todo lo que la gente necesitaba para cambiar su forma de ver la vida, nunca tenía las palabras suficientes para agradecerle todo lo que hacía por mi, siempre me limitaba a sonreírle y a suspirar profundamente, confiando en sus palabras. •- gra.. gra.. gracias Richard.. yo.. yo no se como agradecerte todo lo que... Antes de terminar la frase, Richard posó su dedo en mis labios secos. •- tú querida, tienes un corazón increíble; nunca lo dudes Rose, sabes que te quiero mucho y vamos a salir adelante los dos juntos ¡estoy seguro de eso! Lo que pasó luego fue espontáneo, tanto tiempo había pasado con Richard, tantos años juntos, divirtiéndonos, siempre lo veía como mi mejor amigo; pero desde ese pequeño accidente que nos llevó a luchar por nuestras vidas, mi mirada hacia él ya no era la misma; lo observé fijamente, de abajo hacia arriba; sus ojos y sus facciones, no me importó que tan desganado se encontraba; simplemente lo abracé fuertemente y con la poca fuerza que me quedaba en el cuerpo, me acerqué hacia su oído y con el último aliento le susurré una frase que habíamos diseñado en nuestra niñez, esa frase que recordábamos cada vez que nos peleábamos; " sin tu voz en mi vida yo no soy nada, sin tu compañía no podría vivir feliz" corrí mi rostro de su oído y posé mis ojos en los suyos •- te quiero Richard Cerré la conversación con un dulce beso, tan dulce que me hizo estremecer; mis piernas temblaban fuertemente; una mezcla de nervios, ansiedad y debilidad. Mi cuerpo no reaccionaba, me quedé tan quieta como una estatua acurrucada en el pecho de Richard mientras el miraba aturdido nuestro beso, como si algo en su mente se hubiera convertido en llamas y todo lo que habíamos pasado en el desierto no importara nada; separé mi rostro del suyo y lo miré fijamente sin decir ninguna palabra; él me agarró intensamente de la cintura al ver que mi cuerpo se desmoronaba repentinamente, sin consentimiento alguno. Me aferró a sus brazos y besó mi frente con tanta dulzura que mi corazón palpitó intensamente, no quería morir, no quería separarme de mi amado, de su calidez y de su cuerpo; clavé mi mirada en sus ojos penetrantes que me mostraban a cada segundo una porción de mi vida; no podía apartarlos de su rostro tan perfecto y brillante, su boca tan suave y maravillosa.Era tal el dolor en mi corazón, en mi cuerpo que cerré los ojos lentamente, lo último que oí fue su voz, esa voz tan cálida que siempre estuvo a mi lado, que me acompañó en todo momento,que despertaba en mi un montón de sentimientos que jamás había sentido en todo el trayecto de mi vida. Era perfecto, era el hombre que yo amaba con todo mi corazón y así, con él último aliento formulé -TE.. TE.. AMO.. CAPITULO 2: Todo estaba a oscuras, no pude percatar ni un rayo de luz en todo el lugar; el silencio reinaba por doquier, "ya estoy muerta" pensé, " qué dura fue mi vida, ahora que lo pienso no pude pasar mucho tiempo con Richard, mi hermoso Richard..." miré alrededor para revelar el lugar donde me encontraba, palpé mis alrededores en busca de algún objeto que pudiera identificar y de repente una luz hermosa de color rosa intenso se asomó por el horizonte, me dí vuelta y observé el mas brillante y espectacular crepúsculo de mi vida; por fin me daba cuenta donde me encontraba, era un bosque, un bosque colorido que transmitía tranquilidad y amor. Me acerqué lentamente a la luz increíble; sin darme cuenta me envolvió con tanta calidez que percibí que mi corazón iba salir de mi cuerpo. En ese mismo momento, una mano blanca y brillante tocó mi rostro; era, sin duda, masculina. De apoco, cada parte de su cuerpo se iba incorporando y podía ir distinguiendo con el paso del tiempo sus piernas, su rostro y su pecho. Era increíble, un hombre de extraordinaria belleza, todo su cuerpo estaba iluminado y generaba ondas de luz dorada radiante; mi boca se encontraba abierta y mi corazón a punto de salir por ella. No podía creer lo que estaba viendo, era la belleza divina, el hombre mas hermoso que había visto en mi vida, su atractivo no se comparaba con nada ni con nadie; su rostro parecía esculpido por un ángel. De repente extendió su mano hacia mí y desplegó una ancha y fina sonrisa que dejaba al descubierto sus increíbles dientes, blancos como una hoja. - Roseline acompáñame, yo te guiaré. Articuló suavemente. Por primera vez había escuchado su voz, que parecía pertenecer a un coro de ángeles. Mi mente estaba conectada a su mano, todo mi cuerpo se inclinaba hacia él aunque no sabía qué era lo que estaba haciendo ni por qué razón terminé haciéndolo. Tomé su mano y sentí todo un flujo de energía que circulaba por mi cuerpo y tocaba todos mis puntos nerviosos. Inesperadamente, mi cuerpo volvió a mí y desperté. CAPITULO 3 Mi figura se encontraba empapada de sudor, mis manos temblorosas y mis ojos salidos de órbita mostraban el aspecto de una paciente trastornada y desaseada.No sabía donde me encontraba, ni como me llamaba; todo me parecía ajeno e inusitado a mi panorama. Intenté mover los dedos de los pies pero se encontraban totalmente entumecidos. Alcé la cabeza y divisé una gran bolsa de suero; sobresaltada, brinqué de la cama como una fierecilla y deduje que me encontraba en una habitación de hospital ¿por qué me encontraba sola? ¿Cómo había llegado allí? ¿Dónde se encontraba Richard? ¿Se encontraría bien? Mi mente era un remolino de preguntas que lo único que me generaban era más confusión y dolor de cabeza. Decidí acostarme nuevamente en la cama y suspiré muy profundo para tranquilizarme y razonar todo lo que me estaba sucediendo. Me sentía afligida, ya que hacía mucho tiempo que no me veía en un espejo... ¿Qué cambios encontraría en mi? No me lo quería ni imaginar. Toqué mi rostro, mis brazos y descubrí que mi cuerpo ya no estaba tan marginada como antes. Inesperadamente, recordé lo que había soñado. Mi cabeza empezó a dar vueltas, a una rapidez que empecé a sentirme mareada; no tenía el coraje para llamar a las enfermeras porque tampoco sabía como era el panorama y me daba furor saberlo. Aguanté el daño que cruzaba mi estómago y mi cabeza y esperé el tiempo necesario para que pasara, pero no hubo caso; mi estado empeoraba cada segundo que pasaba y el dolor de cabeza era terrible, Ya había vomitado cuatro veces, sin embargo el malestar no cesaba ¿Es que nadie estaba de guardia? ¿Por qué nadie se acercaba a mi habitación? Quise olvidarme de mi estúpido orgullo por un instante, de esa petulancia que me suscitaba todo tipo de problemas. Al instante llamé a la enfermera, que vino rápidamente. Le pedí con un tono desesperante que me diera cualquier cosa para el dolor de estómago, ella negó con la cabeza y se fue mirando hacia abajo muy silenciosamente. ¿Qué era lo que estaba pasando? ¿Tan mal me encontraba?¿ por qué Richard aún no aparecía? Meditaba las posibles causas de su ausencia y todas llegaban a la misma conclusión: el no se encontraba en el hospital, pero si ese era el caso ¿Dónde estaba? Sentí como todo un flujo de calor subía por mi pecho y creí, por un instante, que volvería a vomitar; pero no fue así, la corriente que circulaba por mi boca era miedo, mucho miedo. Un pánico que me ponía más ansiosa y alterada. Todo era un misterio y no podía empezar a resolver nada. Decidí dormir hasta la mañana, reflexionando todo el tiempo que me era posible. Una hora después de quedarme profundamente dormida, soñé con Richard; él se encontraba sentado tranquilamente sobre un sillón de seda en una pieza poco iluminada y hostil; tras el mueble se alzaba una gran repisa que contenía muchos libros de diferentes autores; uno de ellos Peter Sind, un gran autor de novelas de ciencia ficción las cuales atrapaban en el instante al lector que decidía leerlas. Richard me miraba fijamente, pero ya no poseía la misma sonrisa de siempre; su rostro parecía lúgubre y sus manos que constantemente tomaban un tono rojizo parecían pálidas y frías. Dirigí mi mirada hacia el libro que sostenía con sus débiles manos, una novela que se llamaba, "la sombra del hombre" quedé totalmente perpleja, quería despertar de esa terrible pesadilla; Richard no pestañeaba, parecía inspeccionar una página de la novela. Aparentaba estar muerto... Aterrorizada me acerqué lentamente a él y tomé el libro de sus manos, lloraba como nunca lo había hecho; no me imaginaba una vida sin él... por qué lo tenía que ver en ese estado, cual era la razón de mi llanto si sabía que era un simple sueño. Aparté esos tontos pensamientos de mi cabeza y me concentré plenamente en la página 123 de la historia. Leí rápidamente las primeras oraciones que simplemente describían una sombra. De repente quedé paralizada, vacilante de lo que seguí a continuación de esa oración. No podía estar sucediéndome aquello, no estaba ocurriendo, era un sueño; pero ¿por qué? Quién era él, que era lo que quería con Richard, y la mejor pregunta ¿Quién era yo? Lancé un grito y arrogué el libro lo mas lejos posible de mi vista. Volví mi mirada hacia el mueble;Richard ya no se encontraba en el sillón, permanecía justo detrás de mi espalda con un aliento frío y cortado, ese no era el Richard que conocía; ¿Que estaba pasando? Repentinamente sentí un dolor punzante en mi pecho. "¿Que es lo que soy,por qué?" me pregunté... El aliento de su boca, frío gélido, congeló mi corazón: ese hombre que tocaba mi rostro y lo sostenía con fiereza no era aquel que conocía, que siempre me animaba y me consolaba. Intenté darme vuelta y ver su aspecto, pero no podía; el me tomaba con tanta fuerza que permanecía inmóvil, a la expectativa de lo que podría suceder luego. Aire era lo que necesitaba, mis pulmones demandaban algo de oxigeno para poder seguir soportando ese inmutable jadeo. Luché contra el mareo y contra su fuerza. Pero el no cedía a mi pedido, nadie podía acudir en mi auxilio ya que todo eso era parte de mi propio sueño que, en cierto punto, parecía tan real que todos los dolores, los sentimientos y el tacto los sentía tan vividos que me generaban impotencia. Intenté formular una palabra, pero no podía platicar ni una sola frase. Quería llegar al fondo de este conflicto, saber que había sido de Richard y por qué soñaba esas cosas... pero las respuestas no llegaban y tampoco las soluciones, era un pasaje cerrado, que parecía no tener fin, sin embargo; las manos de ese hombre extraño, audaz e indiferente comenzó a aprobar mi rechazo, dejó que estas cayeran nuevamente sobre el respaldo de mi falda negra. Tomé ventaja de la situación para, en ese ínterin, voltearme y mirarlo a la cara. Pero en el momento que se me había ocurrido aquello el ya no estaba, se había esfumado como un rayo luego de caer, ni una señal de el había quedado; otra vez todo quedó como si nada hubiera pasado. El silencio reinó en la habitación, todo desaparecía de apoco, los libros, los muebles, los restos de miedo, indiferencia y exaltación. El mundo parecía hueco ante tanta paz. Mi corazón latía a ritmo, con calma. Mis pulmones ya no necesitaban oxigeno, mi cuerpo tampoco pedía nada. "¿Estoy muerta?" pensé. De repente el piso comenzó a temblar, mi cuerpo se agitaba nuevamente y sentí un poco de alivio puesto que no soportaba el silencio y la tranquilidad, siempre había sido una chica conversadora todos me llamaban "la cotorra pin" cuando era pequeña porque hablaba con naturalidad y nunca cerraba la boca. Pero cuando vi como mi cuerpo se sacudía olvidé todos esos recuerdos; prefería el silencio antes de que la muerte. El suelo que se agitaba, comenzó hacer un agujero que se desplazaba en la mayora parte de la habitación y me atraía hacia si. Luché contra él, tomándome de la mesa, las sillas, los grandes muebles que rodeaban la misma, pero todo desaparecía, los objetos se desvanecían dejándome caer dentro del hoyo. Una vez allí dentro, todo estaba calmado nuevamente, intenté divisar el cuarto que había quedado en la en la superficie, sobre el bache. Permanecí a oscuras, agitada y asustada; sin saber que hacer. Sentí que mi vida estaba perdida que lo que tenía no había existido y que nunca podría salir de ese lugar. Me acurruqué en uno de los rincones de la "cueva", La Cual era angosta, terrorífica, sombría y hosca. Tomé mis rodillas y apoyé mi rostro en ellas, comencé a sollozar, a través de gritos, insultos y criticas, pero nada de ellos haría que yo volviera a mi mundo, a ese mundo que siempre reproche pero que a diferencia del mundo en el que me encontraba, era un paraíso, con sus defectos y sus virtudes. En cambio el lugar donde me encontraba no tenía virtudes solamente fallas, puros defectos. Un horroroso lugar, no era ni un lindo campo ni tampoco una hermosa ciudad, solo un asqueroso agujero húmedo y lúgubre que parecía tener vida propia. ¿Dónde se hallaba Richard? El era el único que en esos momentos podía ayudarme a cambiar mi forma de pensar sin embargo, sabía que no se encontraba allí, el paradero de mi amado era indefinido, podía encontrarse en cualquier parte del mundo o podría estar muerto... pensar eso me revolvió el estómago, por lo que me acurruqué un poco mas. Me avergonzaba llorar de esa manera y también me abochornaba mi estado, tan delgada, desganada y desolada. Mi Richard... Habían pasado como 3 o 4 horas aproximadamente dentro del sucucho, a oscuras. Deje de un lado el llanto, estiré mis piernas y me acosté sobre el piso que arañaba mi cuerpo con su relieve filoso, pero no me interesaba el dolor ni tampoco la incomodidad. Quería recordar los momentos maravillosos de mi vida. La primera vez topé con Rich... empecé a reírme como una tonta, observando mi alrededor esperando que la gente no se diera cuenta de que me divertía sola con mis pensamientos. No obstante me di cuenta que no había nadie más allí, nadie me estaba prestando atención. Por lo que me relajé y seguí recordando con diversión, no tenía nada que perder solo tiempo que era lo que mas necesitaba para superar esa oscuridad. Ya había perdido suficiente como para preocuparme por el resto. Era un día lluvioso en Londres, los autos pasaban velozmente por las carreteras de esa gran ciudad, la gente se escabullía bajo los paraguas, los bares y las cabinas telefónicas. Los animales, empapados por el agua, simulaban divertirse; hasta creía que se reían de nosotros, de nuestro aspecto y de nuestros pensamientos. Mi madre sostenía mi mano con vigor, mostraba un rostro relajado y sonriente, aparentando disfrutar del día, de la lluvia. Se reía sola de los perros y de la gente desesperada que corría disparada para todas las direcciones. Agradecía haber llevado las botas de lluvia y el paraguas que me había regalado mi padre para mi cumpleaños del pasado mes. Cruzamos las calles de la avenida Lint tranquilamente, admirando las flores, los edificios y las casas antiguas, decoloradas por los años. Papá le había dicho a mi madre que la esperaría en la casa del tío Ben, el cual nos presentaría a su nueva novia. Jenny. Ben era un hombre divertido, siempre se mostraba alegre y a gusto con todo el mundo. No tenía problemas y gozaba de una excelente salud sin embargo, era muy mujeriego. Todos los meses cambiaba de novia, se había casado 6 veces, tenía 8 hijos, 6 hombre y 2 niñas. Pero solo había reconocido a dos, Miriam y Peter. Mis dos primos, unos niños adorables, educados y estudiosos pero insoportables. Su rostro angelical solamente era una espesa careta que sostenía su verdadera identidad. Solo pensar en ellos me amargaba el día, la noche y la existencia y rogaba no toparme con ellos esa tarde. Margaret, mi madre, le había comentado a Robert, mi padre, que conocía a Jennifer puesto que la misma había trabajado con mi madre en la venta de casas pero que había sido despedida por estafadora. Una mujer misteriosa e impetuosa, con un carácter único, semejante a una tigresa pero que poseía una sonrisa de punta a punta. Yo percibía que esta visita traería serios problemas ya que mi hermano mayor August, no soportaba a mi primo Peter y sus discusiones traían graves peleas entre mi padre y su hermano, Ben. Por mi parte, mi prima no me molestaba, tampoco me hablaba pero siempre que podía me echaba la culpa de todo a escondidas y luego recibía todas las críticas y los sermones; en cambio estaba segura de que ese día todo iba a ser diferente. La última calle que cruzamos estaba desabitada, semejaba un pueblo fantasma como en las películas de terror que veía por la televisión en donde la mujer que era perseguida por el asesino, recorría las calles más aisladas de la ciudad, gritando ayuda sin que nadie recurriera en su rescate, una escena perfecta para el asesinato. No obstante, nos detuvimos en frente de la casa de Ben y Jenny, mamá permaneció a mi lado hasta que tocó el timbre y vio asomarse por la ventana el rostro de su suegro que, para nuestro asombro, se encontraba serio. El perfil de mi madre cambió radicalmente, claramente algo había sucedido. Saqué mis manos de los bolsillos, y me aferré a mi madre con destreza, colgándome de su cintura. Comenzamos avanzar lentamente, subiendo la escalera de apoco, paso a paso. Mi tío ya no se estaba en la puerta, permanecía en el costado de esta mirando con asombro el suelo, como si algo se encontrara esparcido por el mismo. El miedo tomó mi cuerpo y el mismo temblaba como una hoja mientras mi madre me tranquilizaba y me masajeaba la cabeza. Poseía en su mano izquierda su móvil, con un número luminoso en la pantalla. Me incliné un poco mas para podes divisarlo sin problemas, me sobresalté al ver que ese número era el del hospital Perth que se ubicaba a 6 cuadras de la casa. tenía la necesidad de preguntarle a mi madre que era lo que estaba pasando no obstante, me di cuenta que ella no iba a poder responderme porque tampoco tenía una idea de lo que ocurría pero estaba atenta y preparada para llamar a emergencias si era necesario. Entramos dentro de la casa, la cual era grande y cálida. Dejamos el paraguas en el ropero al igual que los zapatos, la cartera y los abrigos impermeables que habíamos comprado unos días antes. Ben ni siquiera se había molestado en saludarnos y en atendernos como siempre hacía. Seguía plantado como una estatua observando el piso atónito. Mamá tomó mi mano y se dirigió al lugar donde se hallaba mi tío. De pronto, me empujo con suavidad a un costado de la sala de estar donde topé con Jenny que me sonrió amistosamente. No me interesaba hablar con ella lo único que quería era saber que era lo que estaba sucediendo y porqué mi madre me había apartado de su lado. Miré a Jenny la saludé con una pequeña sonrisa que no demostraba amistad si no terror y miedo. Voltee lentamente sin sacarle los ojos de encima a mi tía y corrí rápidamente al living. Jenny trató de atajarme y con un rugido gritó "! NO ROSE VEN AQUÍ!" Mi tío también intentó atraparme pero lo esquivé con viveza. De pronto mi corazón se detuvo al ver el chico que se encontraba desparramado en el suelo con una herida de bala. Me paralicé por un instante y sentí que perdía el control de mi cuerpo. Pero luego lo retomé al ver que mi madre, desesperada, llamaba con insistencia a la ambulancia. Un sinfín de preguntas recorrieron mi mente ¿quién era ese niño? ¿Por qué se encontraba desplomado en la casa de mi tío? Mamá comenzó hablar con rapidez por el teléfono y en unos cuantos minutos unos hombres vestidos de blanco con una camilla y un montón de aparatos atravesaron la sala y en unos cuantos segundos tomaron al niño por la espalda y lo ubicaron con suavidad pero con destreza sobre la camilla colocándole un aparato extraño y una manta que con los minutos, se teñía de un color rojizo oscuro. Asustada abracé a mi madre la cual besó mi rostro y me alejó de sus brazos con delicadeza marchándose, corriendo, con los hombres que llevaban al chico dentro de la ambulancia. ¡Quiero ir contigo mamá! ¡No me dejes sola! Grité Pero ya era demasiado tarde. Ella se había marchado y por mas que chillara no volvería por mi. Me sentí muy molesta y egoísta Al pensar que mi madre prefería a ese niño que no tenía nada que ver con nuestra familia en vez que a mí. Sin embargo me di cuenta que cualquiera hubiera hecho lo mismo si se presentara una situación así. Yo quería saber la causa de todo lo sucedido para poder entender mejor la situación. Me dirigí donde se encontraba mi tío que seguía sin dar señales de vida y le pregunté que había ocurrido. Pero no recibí respuesta alguna. Por lo que lo zarandeé con fuerza para que reaccionara. Cuando lo hizo me miró con sus grandes ojos penetrantes y peligrosos que aparentaban lanzar llamas para todas las direcciones. Jenny le tocó el hombro y le pidió que se calmara y el la fulminó con la mirada por lo que retrocedió escondiéndose bajo la escalera, asustada. En cambio yo, seguí insistiendo y moviéndolo hasta que el me respondiera. Cansada, dejé de reclamarle y me tiré en el piso. Jenny, que parecía haber recuperado el conocimiento, me alzó en sus brazos y me llevó a su habitación en donde me apoyó sobre el respaldo de la cama y me pidió que me tranquilizara me trajo galletitas y un baso de jugo. Me cantó canciones y cuentos. Sin embargo no parecía que me lo hiciera a mí si no a si misma. En ese momento, se escuchó un ruido muy fuerte que parecía provenir de la planta baja de la casa. Salté de la cama arrojando las galletas y el vaso, haciéndose añicos contra el suelo de cerámica de la habitación. Jenny saltó a abrazarme y me cantó al oído para mantenerme en paz. No pude ver su rostro pero claramente estaba llorando desconsoladamente. No entendía lo que estaba sucediendo pero l sabía que no debía bajar por nada del mundo. Por lo que decidí abrazar a mi tía y esperar que el tormento de ira y angustia desapareciera... Desperté al anochecer, mi cuerpo se encontraba aferrado al de Jenny, sus manos, llenas de moretones y manchas rojas, mostraban la presión que había ejercido sobre su piel. Su rostro, al igual que su piel, se entrelazaba formando un círculo de protección sobre mí. Intenté moverme, pero Jenny seguía tumbada como si fuese un cadáver que yacía alado de mi cuerpo. -Jenny, Jenny. La llamé con suavidad, agitándola suavemente Con suma delicadeza para no despertarla inesperadamente. Al ver que no reaccionaba, comencé a preocuparme. Le grité y la agité con despecho, observando como las partes de su cuerpo se desplomaban sin percatar ningún movimiento. Mi rostro se tornó pálido, mi estómago atravesaba un sinfín de nauseas y puntadas que me azotaban. Al soltar a Jenny, esta calló en el piso como una bolsa vacía, luego de haberle sacado los productos que contenía dentro. Al mirarla, vi su rostro pálido, sus ojos entre abiertos con un tono blanco profundo y una marca negra en el extremo de su cuello. Al principio no estaba segura de que era lo que había pasado, pero luego, al ver las manchas de sangre sobre las sábanas, el acolchado y en el piso no había nada que dudar. Era una niña muy ingenua, tonta y un poco egoísta pero jamás dudaba de lo que pensaba y de lo que sabía. Esa mujer claramente había sido asesinada sin embargo no podía imaginar ni reconstruir el momento en que había pasado eso. ¿Era tal el sueño que tenía que no fui capaz de escuchar los gritos de mi tía que estaba echada alado mío? No, no podía ser. Eso tenía que estar planeado, alguien debía de haberla callado para que no gritara y eso podría explicar las marcas en su rostro y sobre todo en la zona que cubría sus labios. Había visto películas y series de personas que descubrían a asesinos a través de investigaciones y datos que podía aportar la escena del crimen o también algún testigo, pero nunca había imaginado que algo de semejante ímpetu pudiera asechar mi vida y volcarla como nunca nada lo hubiera hecho, como un saco de rocas que se mantenían sobre una colina pero que luego comenzaban a hamacarse suavemente hasta llegar a un punto que nada ni nadie podría detener el mismo de la caída, eso era lo que sentía en ese momento de mi vida, la cual había cambiado radicalmente en tal solo 7 horas. Bloqueada, sin saber que hacer, comencé a gruñir y a gritar el nombre de mi tío que no aparecía lo que me hizo sospechar del mismo. Tomé el celular de Jenny que descansaba en la repisa del lado donde yo había dormido y marqué el número de mi padre. Una, dos, tres veces lo llamé, rogando que atendiera. Quería ser una heroína, una persona importante y respetable, siempre lo había deseado, desde que tenia uso de razón, presumía ser una niña esplendida, diferente a todas las demás, siempre caminaba con estilo y hablaba de forma apropiada para que todos supieran lo importante que era a pesar de mi corta edad. Mi padre siempre me decía que tenía que vivir como una niña, jugar a la cocinita y tomar te con muñecas como si fuesen personas que escucharan y rieran. Pero nunca le hacía caso, yo quería seguir los pasos de mi abuela Eleonor, una mujer tempestuosa, con un carisma y un carácter admirable. Era muy respetada en todas las ciudades, en la mayor parte de los países Europeos y los países americanos. Su talento era irremplazable e irreprochable, una dama digna de premios y trofeos. Quería ser igual a ella, ganar la misma cantidad de premio y menciones y generar una ola de respeto y amor hacia la gente para que todos estos me admiraran tal cual era. Pero los hermosos sueños no duraron para siempre; ese día, la noche en que mi abuela dio su último adiós, me había dicho al oído que yo tenía que seguir mi propio camino, hacer mi vida, enamorarme de un hombre espléndido y disfrutar cada día. Era el honor de mi abuela, por lo que había decidido dejar de ser como era, empezar a jugar y a chillar como una verdadera nena mimada y complacida por todos. Sin embargo, algo fallaba; las sabias palabras de la abuela "deja que los acontecimientos den trascendencia a tu vida, guíate por el amor y no por el odio, sin dejar que nadie se atreva a interferir y cambiar tu forma de pensar y menos, dejar que te quiten tus sueños porque por algo son tuyos" me hicieron dar cuenta que todo lo que me sucedía pasaba por algo, aunque fuese una situación difícil. Los años que pasaron luego de su muerte, fueron de regalos y de fiestas. Yo era siempre el centro de la atención, de los halagos y también de las críticas. Mis padres se encontraban orgullosos de mi, porque por fin me comportaba como ellos querían y así me sentía bien hasta ese día, el día que había visto a mi Tía desparramada por el piso con un fuerte golpe en la nuca y una espesa capa de sangre cubriéndola. Aunque en ese entonces, tuviera 12 años, me seguía sintiendo como una pequeña nena contenida, incapaz de resolver problemas y salir de situaciones sin ayuda de mis padres y de mis hermanos. Me sentía patética y tonta, avergonzada por mi comportamiento. ¿Cómo podía quedarme mirando el cuerpo sin vida de Jenny? ¿Como podía quedarme de brazos cruzados esperando que mi madre o mi padre llegaran a la casa y se hicieran cargo de ella? Era hora de dejar de ser una niña, momento de convertirme en una gran mujer como mi abuela y seguir los mismos pasos que ella. Era hora de volverme fuerte y descubrir que era lo que había pasado porque a pesar de mi ingenuidad poseía gran intuición e inteligencia. Era hora de descifrar que era lo que había desencadenado el asesinato, la identidad del niño y mi terror, aquel terror que me paralizaba y no me permitía seguir, el miedo a descubrir quien era el asesino... aunque quería evadirlo tenía una respuesta que me llevaría lejos, muy lejos. No fue nada fácil dejar todos esos pensamientos que me paralizaban el cuerpo atrás, era el momento de actuar y de fingir, "como si nada hubiera pasado" solía decir mi abuela cuando lloraba. Allí sentada en la cama, con la mirada fija en la ventana, el rostro pálido y frío, el cuerpo blando y los pies cruzados, entumecidos por el tiempo que transcurría. Y yo pensaba, reflexionaba una posible solución para todo eso. ¿Cómo le diría a mi madre que la tía yacía muerta delante de mío, que la habían matado mientras dormía? ¿Que mi tío había huido despavorido hacia un lugar desconocido? Sentía un nudo en mi garganta, como si las palabras no pudieran salir, una angustia muy grande dentro de mi pecho no me dejaba respirar placidamente. Estaba sola y tenía que actuar como una persona mayor cuando era una tonta niña testaruda y mimada. El día pasaba lentamente, cada minuto era una espera insoportable; nadie llegaba, nadie llamaba. No me animaba a prender la luz por miedo a desesperarme al ver el cadáver de mi tía que seguí en donde estaba. El olor a la sangre me hacía picar la nariz y me mareaba. Sentía como los pocos años de mi vida se me venían encima y que yo no los podía frenar con nada, mi familia no estaba ahí para contenerme, abrazarme y apoyarme ya que creía que me encontraba con mi tía, supongo que jugando y riendo como si nada hubiera pasado, eso era lo que todos esperaban de mi y lo que yo también esperaba de mi misma sin embargo, todo había salido al revés. Miedo era lo que sentía, miedo a pararme y tocar al cadáver, a olerlo y sentirlo. El miedo no me dejaba continuar. Increíblemente sonó el teléfono, inquieta salté de la cama y caí al piso, no podía pararme por lo que opté por arrastrarme, las manos temblorosas no me permitían sujetarme al piso para continuar. El móvil seguía sonando cada vez mas fuerte. Tumbada en el piso no podría hacer nada por lo que decidí levantarme con toda la fuerza que me quedaba y correr hacia este. -¿ hola, quién habla? Formulé con la voz pausada y temblorosa ¿Hola rose? ¿¡¡ HIJA QUERIDA COMO TE ENCUENTRAS!!? •- madre ¡! Madre gracias a dios que has llamado!! Madre ven urgente hacia la casa de la tía, algo...... de repente el teléfono se cortó, en la línea no se escuchaban mas voces ni tampoco un ruido que pudiera demostrar que mi madre había cortado. -¿hola? ¿Hola? ¿¡¡Madre!!? Era incoherente seguir intentando, sabía que no estaba allí, que mi madre se había esfumado tan pronto como apareció. Inesperadamente se escuchó un fuerte golpe proveniente de la planta baja de la casa, se oía como se levantaba la cochera lentamente y el débil sonido del motor de un auto, tal vez había llegado mi tío o mi padre. No obstante, otro golpe que terminó por aterrorizarme me dejó prácticamente inmóvil, frágil. Esta vez el grave sonido provenía del depósito. Como si el hombre o mujer se moviera rápidamente en la casa. ¿Acaso Había quedado la puerta abierta? Rápidamente me escondí en el pequeño placar de mis tíos en donde jugaba a las escondidas con mi hermano cuando los visitábamos, era tan diminuto que solamente una chica de mi contextura podría entrar en él. Tomé la llave del mismo que se encontraba en la mesita de luz del lado derecho de la cómoda y me encerré en este una vez oído pequeños y diminutos pasos que subían la enorme escalera de Piedra. Por un momento sentí odio hacia mi tío puesto que él aborrecía el ruido y había hecho todo lo posible con el arquitecto que construyo su enorme vivienda, una vez mudase al barrio, para que los pisos y la escalera no hicieran el mas mínimo sonido. ¡Su plan había sido todo un éxito!, seguramente nunca pensó que llegaría un día como este en el cual un asesino se metería en su preciada casa. por suerte yo no carecía de buen oído como mis padres, escuchaba absolutamente todo y por eso también era muy regañada por ellos cuando advertía sus discusiones y peleas; Por eso mismo decidieron separar las habitaciones y dejarme en uno de los cuartos mas aislados y separados del resto de la familia, aunque siempre terminaba por escuchar lo que ellos tanto me ocultaban. Los pasos se volvieron cada vez mas y mas graves a medida que subía los peldaños. Suspiré hondo y contuve el aire hasta que mis pulmones me lo permitieran una vez que la persona abrió suavemente y con suma delicadeza la puerta de la habitación. Por un momento sentí pánico pero luego me tranquilicé y respire nuevamente mas aire. Por el pequeño agujero del placard observé lo que sucedía en la morada. No veía claramente ya que todo estaba sumergido en una terrible oscuridad, pero si puede divisar unos zapatos negros que parecía ser masculinos puesto que resaltaban con su enorme pie. Intenté relacionarlo con alguien conocido, pero rápidamente descarté esta posibilidad ya que mi familia carecía de estatura por lo que también de medidas tan pronunciadas. El hombre comenzó arrastrar algo que supuse que era el cuerpo de mi tía, mis pulmones ardían en llamas por lo que solté el aire tan velozmente que pronuncié un pequeño grito de ahogo. La figura pareció dejar el cuerpo en el piso y acercarse hacia donde estaba. Mi corazón estalló en latidos, parecía que iba a salir desprendido de mi pecho una vez que éste comenzó a forcejear con la puerta. Intenté mantenerme calmada, serna y en paz pero cuando ví que la puerta cedía comencé a sollozar en silencio, imaginé mi muerte, un mundo sin mi familia, sin mis amigos, sentí que ese era el fin. Sin embargo, la puerta dejó de moverme, el silencio reinó por unos segundos. Lo único que se escuchó al rato fue la respiración dificultosa del hombre, parecía nervioso y asustado. Una vez segura de que este se había alejado, posé nuevamente el ojo sobre el agujero e intenté buscarlo con la mirada aunque la ubicación del mueble no dejaba que tuviera un panorama pleno de la vivienda. No se encontraba en ninguna parte, lo único que pude divisar fue el cadáver de mi tía fuera de la misma puesto que el anillo de oro que contenía en la mano izquierda resaltaba a la luz, aunque esta fuese muy débil y pequeña. Un hermoso anillo que muchas de sus amigas envidiaban, hasta mi madre que siempre me decía que no había que anhelar los objetos de las otras personas, “lo que tenemos es único hija querida, debes apreciar ello y nada mas que ello” pero cuando vio esa valiosa joya valorada en millones de dólares todas esas creencias se alejaron de su mente , tan fuerte era la ambición en esos momentos que hubiera pensado que sería capaz de tomarle la mano ágilmente y cortarle el dedo solamente para poder poseerlo. Imprevistamente el ojo del hombre se topó con mi ojo, fue tal el susto que me llevé que golpee mi cabeza con uno de la pared que contenía el placard. El dolor punzante comenzó a marearme instantáneamente por lo que caí desmallada donde me encontraba, a la vista del asesino que había matado a mi tía y posiblemente a mi tío y que ahora estaba por asesinarme a mí... Cuando abrí los ojos sentí un aroma a jazmín, a lavanda y a muchas otras fragancias que embriagaban todos mis sentidos, si estaba muerta pues no me interesaba ya que no había sentido dolor alguno, más que ese terrible malestar en la cabeza antes de desfallecer sobre el asesino. Ahora podía pensar claramente todo lo que había sucedido, en tan poco tiempo que ni yo podía creer que mi vida se hubiese acabado en unos instantes, cuando en verdad mis pensamientos siempre me llevaron a creer que la vida era infinita, interminable. Me relaje nuevamente, suspirando cada una de esas odoríferas fragancias, mi estómago no ardía, mi cabeza no pensaba, mis ojos cerrados solo descansaban allí en ese paraíso en el cual reinaba el blanco y el celeste. Mis piernas, recostadas sobre un manto amarillo, no dolían no se movían, simplemente reposaban como si fuesen otra persona dentro de mí. Mis manos, tibias, frágiles, ya no estaban cortadas, secas, si no se envilecían y relajaban sobre mi pecho, el cual, con cada latido de mi corazón que parecía estallar en un completo amor, se movía suavemente al ritmo del viento, a la par de mis pulsaciones flemáticas y de los aromas a rosas y jazmines. Si esa era la muerte, entonces nadie podría sacarme de allí, sin embargo un hilo de pensamientos se cruzó por mi parsimonioso cerebro. ¿Dónde estaba mi familia? ¿Qué había sucedido con mis padres, con el cadáver de mi tía, con mi tío endemoniado y poseído por su propio ser que no lo dejaba demostrar que fue lo que sintió en verdad cuando vio al muchacho tendido sobre el piso sobre las manchas de sangre que lo envolvían con formas extravagantes? ¿Quién era ese muchacho? Todo aquello terminó por consumirme, los aromas desaparecían, dolores que antes no sentían volvían a mí, mi cuerpo se tensó en tan solo unos minutos, mis manos tomaban la nada misma esperando que algo las sujetara por allí, que me tomase y me sacara de ese infierno que ahora se apoderaba de todo mí ser. Salté, grité, busque una salida, pero todo se volvía oscuro, las sombras de mi ser ahora se expresaban a la par de mis pensamientos intranquilos, nerviosos y ya no existía lo amoroso, lo perspicaz, el incienso manso que llevaba mi cuerpo como una melodía ardiente de pasión saliendo por uno de esos instrumentos tiernos, febriles; nada de ello me inundaba, me ahogaba, solamente el miedo y la desesperación por salir de esa pesadilla y volver a vivir, aunque sea en los brazos de un asesino serial, un loco o un demente. Solo quería volver a ser yo, a ser feliz. No es que me imaginé una puerta en el medio de la nada, pero en verdad estaba allí, tal vez fueran demasiadas películas las que me alimentaban la cabeza y me terminaban por provocar alucinaciones y sueños extraños, aquellas en las cuales los protagonistas principales al morir deciden volver por una puertilla blanca con un cartel luminoso que hace referencia a la “salida del paraíso” un tubo mágico solía decir yo. En mi mente no aparecía nada de ello, ni una salida ni una entrada, solamente un hueco, el único que brillaba. Tomándome de él entré sin pensarlo, no sabía el paradero del mismo ni tampoco en que lugar iba a terminar; pero mientras transcurría ese espacio, comencé a sentir mi cuerpo, mis ojos y mis manos que en el anterior paradero parecían estar dormidos, sosegados por una especie de droga que me petrificaba y no me dejaba avanzar. Era diferente ahora, puesto que a medida que me arrastraba por aquel túnel que comenzó por tener un brillo insignificante, ahora irradiaba esperanza y salud. Cuando llegué al último tramo escuché una voz, delicada, segura, un sonido que me trajo escalofríos, sonaba como pequeñas campanillas en los días otoñales cuando aquellas pequeñas brisas levantaban los ánimos, y llevaban a volar todas las flores y hojas que se toparan en su camino. Era mi madre, esa hermosa y radiante voz que tanto me acompañaba y me despertaba de toda pesadilla y pánico, la que me traía consigo un sinfín de sentimientos milagrosos, una salvación y un aroma a hogar. Me tiré por aquel “tobogán “de luz esperando encontrar allí los brazos de mi cálida madre. sabía que donde había estado no era el paraiso si no mi propio subconciente en el cual me relajaba y pensaba todo lo que me quedaba por vivir, algo maravilloso y a la vez inexplicable, sabía que lo que venía seria increible... Lo primero que escuché fue el sonido de una maquinaría que se encontraba a mi lado. Del otro lado, se veían muchas camillas vacías y una señora durmiendo sobre una de las sillas tomando de la mano a un muchacho que parecía estar gravemente herido. Mis ojos me adían y los sentía pegados, húmedos. Me dolía todo el cuerpo, sobre todo la cabeza y los brazos, me costaba mucho moverlos. Tomando uno de mis mechones de pelo, mi madre me sonrió, con una fuerza tan grande que sentí como su alma se abría espacio a mí y me envolvía con su amor y su ternura. -¡has vuelto querida niña, cuanto te he extrañado! - ¡madre! ¡No te imaginas todo lo que me ha pasado! He visto... -sh sh, ya no es necesario que me cuentes nada, pues lo he visto con mis propios ojos Rose, lo que tu necesitas es descansar. -pero madre... Nada de peros muchachita, has estado internada más de 15 días. Debes retomar todas tus fuerzas de apoco, ya habrá tiempo de hablar. Me quedé totalmente perpleja al escuchar la cifra que en ese mismo momento tiró mi madre como un puñetazo en la cara. “¿15 días? ¿Tan fuerte ha sido el golpe en la cabeza que me he dado ese día misterioso y a la vez fascinante? “pues no había razón de ello, algo mas debía de haber sucedido para estar en ese estado calamitoso durante 15 largos días, sin saber cuantos más debía de padecer en ese horroroso lugar. Tomé la mano de mi madre y la besé con la poca fuerza que tenía, jamás había estado en un estado de debilidad para no poder levantar la cabeza y besar su rostro. Algo estaba mal y eso me desesperaba. Al mirarla, veía las lágrimas en sus ojos y una ira inexplicable dentro de su cuerpo. Esperaba que todo pasara para que ella con sus palabras, pudiera explicarme que estaba ocurriendo. No podía dormir, por lo que decidí contemplar la tosca y pesada habitación, no era para nada hostil, estaba adornada con cuadros de vírgenes y sacerdotes que ni un hombre que vivió más de millones de años podría reconocer. De fondo se podía observar una pequeña caja que contenía gasas y otros elementos de medicina, pastillas, tijeras y curitas. A parte de mi cama, se encontraban muchas de ellas en los diferentes lugares, no calculé exactamente cuantas pero suponía que unas 20 en total, muchas de ellas estaban ocupadas por ancianos, madres que recién habían dado a luz y algunos niños. El ambiente no era sano, más bien se podía sentir el tono de desesperación de las familias allegadas a todos los pacientes. Unas pequeñas brisas de amor llegaban de la paciente que tenía su niño en brazos, lo miraba, lo tocaba y lo besaba con tanta adoración que por un momento quise tener un niño en mis brazos, mirarlo y entregarle todo mi afecto siempre, como hacía mi madre a diario conmigo. El resto del lugar, parecía estar sumido en la tristeza. La pared que daba a mí estaba acompañada por un televisor no más grande que el que poseía una pequeña choza. No superaba las 21” (pulgadas) se veía en blanco y negro y no se podían diferenciar las personas en los canales, puesto que lo mas resaltante de el mismo eran las telarañas que colgaban y las rayas que se producían en el medio de la pantalla. Al costado de las camas, se podía visualizar un pequeño mueble, con flores y remedios, a demás de que algunos poseían Mp3s y otros objetos como radios y reproductores de música tan diminutos que me costaba reconocerlos. A lo lejos se podía oler la leche rancia y el pan caliente que los del servicio les llevaban a los enfermos. Quería irme de aquella prisión que a pesar de que me devolviera la salud, me asustaba y me traía pesadillas constantes y nauseas a la hora de la comida. Los médicos me asistían cada 30 min., inyectándome cosas y dándome pastillas con nombres extraños e inexplicables. Había pensado preguntarle al médico que me atendía siempre porqué estaba allí, pero cada vez que pensaba hacerlo algo me interrumpía el pensamiento y me quedaba callada, era el terror de saber que tenía lo que no me dejaba terminar las frases y evitarlas a tal punto de sentirme bien por ello. Aunque sabía que alguno de los días siguientes mi madre me lo contaría todo. Luego de 6 días allí, conciente de todo lo que sucedía, de la gente que se recuperaba y se iba, el médico me dio el alta. Lo primero que hice fue saltar de la cama, cosa que terminó por colmarme nuevamente sobre ella puesto que no poseía la fuerza suficiente para caminar, pero mi alegría era mucho más grande que ello. Saliendo de la mano de mi padre, lo último que vi. al voltearme fue a mi madre besando la mano del pequeño que la miraba con amor y afecto, agradeciéndole lo que había hecho por él, me costó unos segundos reconocer a ese ser, pero una vez hecho se me puso la piel de gallina y mi padre tubo que cargarme en sus brazos al ver como me caía al piso, desmoronándome luego de trastabillar con mis propios pies, aquel muchacho no era nada mas ni nada menos que el joven que , en ese entonces, se encontraba herido sobre la alfombra importada de mis tíos. Pude leer las palabras de mi madre, que las pronunciaba tan lentamente que cualquiera podría haberlo hecho. -tranquilízate Richard, todo estará bien, dentro de unos días tu madre vendrá a buscarte y podrás irte. Ven a visitarme cuando quieras, estaremos encantados de tu compañía. Sabes que ahora que seremos vecinos, podremos compartir muchas cosas juntos. “¿vecinos? ¿Tendré que ser vecina de ese maldito niño que me ha robado mi madre y mi padre? “pensé; pero luego me reté a mi misma y me dije que no podía ser tan injusta y malvada con ese muchacho. Suspiré hondo y me relajé sobre el hombro de mi padre, quedándome dormida sobre el. Lo último que vi fue a Richard mirándome fijamente a los ojos, como si me conociera de toda la vida, unos ojos potentes, brillantes, que tenían la forma de la luna y el contorno de las estrellas; que terminaron por atraparme y llevarme con ellos a un lugar que jamás había conocido hasta entonces. CAPITULO 4 Seguí recordando vagamente sobre aquel pabellón ennegrecido y húmedo, azotada del aroma a moho y a tierra aguada que sobresalía de los rincones de aquel pequeño y repugnante lugar. Ya las horas eran días, las noches, años y los recuerdos solamente una parte de mi alma que buscaba, desesperada, un poco de atención. No sabía cuanto era lo que había pasado desde que me encontraba allí, si una eternidad o una fracción de segundo, pero solamente podía comprender que mi soledad, esa soledad, me era placentera, puesto que todo lo que invocaba se convertían en una realidad, como si en verdad pudiera retroceder el tiempo y vivir nuevamente mi niñez, aquella que añoraba con intensidad sobre todo los días que recordaba, con pesar, a Richard, su sonrisa y sus ojos, tan brillantes y espléndidos que en ellos me reflejaba de una forma tan penetrante que hacía latir mi corazón, ellos me poseían y yo me dejaba ser su víctima, me consumía lentamente, para sentir mi calor, mi perfume, mi corazón, y todos aquellos malestares, emociones, alegrías que se envolvían en mi mente como pequeños papeles. Muchas veces, solo con observarlo de cerca, sentía una leve punzada dentro de mi pecho, como si algo quisiera salir de él y gritarle al mundo un pensamiento o una expresión que ni yo conocía, solamente él podía mirarla, tan fríamente que creía que era un increíble lector de mentes, con poderes extraordinarios, los cuales le permitían leer mi alma. Los días juntos fueron los mejores de mi corta o larga vida, no podría saberlo. Las risas, los cuentos, las noches a la luz de la luna contando las estrellas, mirándonos de reojo con miedo de que uno u el otro fuese a desaparecer, a que nada fuese verdad; pero seguíamos allí, plasmados sobre una manta blanca que se agitaba con el viento mientras las estrellas titilaban expresando todo su pasión al cielo, una luz única e infinita que traspasaba todo aquellos que podíamos visualizar a simple vista. Su piel de marfil, relucía ante la claridad de la bella luna, que parecía reírse de la situación. Los dos sabíamos lo que sentíamos, pero ninguno quería decirlo, solo nos limitábamos a mirarnos y a veces a sonreír luego de apartar la vista. Hubo una ocasión, osé recordar, en la que, mirábamos como el sol se escondía bajo nuestras narices, irradiando sus últimos rayos de amor, de alegría de calor, por primera vez oí de su voz “te quiero”. Mis pupilas se dilataron y nos encontramos, nuevamente pudimos sentir uno al otro, tan cerca pero lejos a la vez, como si el aire que producía sus manos, apoyadas sobre la tela, me acariciara el rostro, el cuello y sus labios, gruesos, refinados, tensos como si algo los estuviese presionando, me besaron en la boca con una ternura y una inocencia infernal. Pero nada pasó, solamente la corriente jugó con nuestros pensamientos esperando que algo sucediera, pero todo quedó solamente en ello, en esas sensaciones tan poderosas y a la vez misteriosas ya que ninguno de los dos antes la había experimentado.¿Era amor tal vez? ¿O una simple amistad? Pensaba diariamente, luego de nuestros encuentros a las afueras del centro de la ciudad. Olvidar era algo que jamás aceptaría, yo no olvidaba, lo recordaba absolutamente todo, los rostros, los cuerpos, las sonrisas, las miradas, las narices, las orejas, las piernas, la voz, completamente todo, la esencia de aquellas personas que aparecían y desaparecían de mi vida en cuestión de minutos, horas, días, años, las recordaba, sus aromas impregnados de aquellos perfumes importados de España, Francia, Italia, Alemania. La vestimenta de las damas, de los hombres, los niños que me peleaban, las maestras que gritaban, que nos trataban como pequeños bebés que no saben hablar ni caminar, las que nos mimaban, las que nos detestaban. Todos eran parte de mi vida, de mi mente, de mis recuerdos y sobre todo de mi corazón. Algo en él habían depositado a lo largo de mi historia y por eso mismo jamás lo iba a olvidar. La primera vez que abracé a Richard… un capítulo, un momento extrañable, por sus cálidos brazos, por su aroma a jazmín dulce, a mermelada de frambuesa, su piel cubierta por una remera gris, entonada con sus pantalones oscuros; su pelo opaco, enmarañado por el gel, el viento , y mis manos que lo acariciaban, refulgían a la luz del atardecer. Su piel, blanca, sutil, suave como la seda y perfecta como la mañana, escapaba de sus ropas que se adecuaban a su contextura física impecable sobre aquel muelle en el que estábamos sentados observando el mar y las pequeñas olas que rompían contra la costa, con pequeñas vibraciones y estruendos que eran adecuados a la situación. Yo iba arreglada con un vestido de playa de color azul, y unas sandalias blancas como perlas, que me las había comprado un día antes para la fiesta de cumpleaños de mi madre. Mi cabello, recogido con un pequeño gancho de madera, que había hecho Richard para mí a causa de mis quejas sobre mi larga y ondulada melena castaña, dejaba al descubierto mis reluciente, poderosos y resplandecientes ojos azules como el cielo. Mi rostro cubierto por una suave crema de almendras que perfumaba, a demás de el, mi cuello moreno. No habíamos articulado ninguna palabra, hasta que contemplamos, ya de noche, una magnífica formidable estrella fugaz. Instantáneamente ambos cerramos los ojos y tomándonos de las manos pedimos un deseo. Aun me acuerdo del mismo, pero me apenaba y frustraba recordarlo. “yo quiero el resto de mi vida que Richard permanezca a mi lado” Me dije, pensando lo que él había pedido. Medité la posibilidad de preguntarle pero luego recordé cuando mi madre me decía que los deseos que se piden nunca deben ser revelados porque si ese es el caso, la magia puede irse y puede producirse lo contrario a lo pedido; sin embargo yo no creía que fuese de esa forma, ella siempre pensaba cosas raras que nadie entendía, ni siquiera mi padre, el cual soportaba constantemente sus habladurías cuando no estaba trabajando, haciendo la comida, atendiéndome o lavando la ropa y de vez en cuando platicando con alguna amiga que a los pocos minutos se retiraba del hogar tomándose la cabeza con cierta preocupación sobre si todo lo que había oído le afectaría en verdad su vida o no. Conté hasta 10 antes de abrir los ojos, y una vez descubiertos lo vi examinándolos, con una profundidad y una delicadeza tal que sentí que los mismos me absorbían y me llevaban al fondo de su corazón, donde yo más quería ir y estudiar. El nunca me hablaba de su familia, o de que si tenía hermanos, abuelos o tíos, siempre charlábamos de juegos, de mis padres, de sueños, metas, y muy pocas veces de los vecinos o los niños de la escuela. No obstante, durante esa conexión que se estableció en nuestras miradas, dijo -mi madre era creyente de que la vida era solamente una, y que si no la sabías vivir correctamente, si no hacías lo que en verdad te dictase el corazón entonces te arrepentirías fueses donde fueses, si es que ibas algún lugar en el mundo u en otra galaxia. Ella murió pensando que la vida era así, por eso se desesperaba e intentaba realizar todo, y ser una mujer perfecta; eso la terminó por consumir. Mi padre, que no conocí hasta el día que tuvo que tomar mi custodia, estaba totalmente perturbado por la guerra, ya que fue uno de los pocos soldados que había sobrevivido de la misma, y uno de los pocos que soportó todo los sufrimientos y los pesares que vivieron allí. El en verdad me quería, siempre me abrazaba y me decía que cuando fuese grande tuviera una familia esplendida, y una mujer que en verdad me amase y tuviera sentido de la vida, y otras veces simplemente me besaba y me decía “ya pasará hijo, ya pasará” A veces no entendía sus palabras, pero luego me daba cuenta que jamás había regresado del campo de batalla, seguía allí atento a sus compañeros, y sobre todo a las bombas que podían caer en el lugar. Una vez, borracho, sacó su arma de la mesita de luz que mantenía cerrada bajo llave y me apuntó con la misma en las sienes. Me trataba de maleante, delincuente, y me pegaba pensando que yo era su enemigo, sin saber que el único adversario que tenía era él mismo. Yo intentaba tranquilizarlo y casi siempre terminaba por sollozar sobre mi pecho, maldiciendo e insultado a toda la gente que lo había herido y luego se dormía como un pequeño bebe sobre su madre. Yo lo contemplaba y le acariciaba el pelo, a veces lo besaba cuando regresaba a mi corazón la sensación de querer tener un padre y una vez que lo tenía saber que lo perdería. Pasaron los días y olvidaba las cosas, a veces ni me reconocía y me trataba como un extraño o un sirviente al cual le pedía comida, agua o de ir al baño. Llamé a un medico el cual me dijo que le quedaba poco tiempo de vida, tenia una enfermedad mental muy desarrollada a causa de las secuelas que nunca pudo superar de la guerra. Me aconsejó que lo internase en un psiquiátrico pero yo no acepté la oferta. Sabía que mi padre quería pasar sus últimos días en el lugar donde, por primera vez, había conocido a mi madre, una laguna llamada BISHER a las afuera de la ciudad. Tomé una valija e introduje todo lo que hiciera falta. Lo llevé como su chofer, ya que solo de a ratos se acordaba de quien era y cuando lo hacía me besaba y me expresaba cuanto era lo que había crecido y lo orgulloso que estaba de mi. Yo me hice suficientemente fuerte para superar los ataques de mi padre, las rabias y las angustias de los mismos, soporté que no me recordara, que me tratase como un niño o como un chofer que asiste a su amo sin decir ni siquiera un “¿que tal?”. - Llegamos una tarde, a las 4:00 PM, el cielo estaba cubierto por una gran neblina espesa que recorría, ahogaba las carreteras y las casas hogareñas del lugar. Transité toda la manzana en busca de un hogar donde pasar los últimos días de mi padre. Observé todas ellas, sin encontrar ninguna. Frustrado tomé el volante y golpee mi cabeza en el mismo preguntándome el porqué de la vida, de mi vida. Paré cuando Marian, mi progenitor, me tomó la cabeza con sus manos y me dijo “ hijo querido, voy a ver a tu madre en el cielo, quiero que sepa lo mucho que la amo y todo lo que he aprendido de ti, quiero decirle y gritarle a el oído lo mucho que has crecido y lo orgulloso y feliz que estoy de tener un hijo como tú, por favor llévame a la costa” Llorando, tal vez de felicidad o de tristeza, lo abracé con fuerza sabiendo que era muy poco el tiempo que le quedaba, puse nuevamente en marcha el coche y lo llevé aquel lugar donde había, por lo que decía él, encontrado la felicidad. Bajamos lentamente del mismo, lo ayudé a apoyar los pies sobre la arena húmeda, puesto que hacía poco había bajado la marea, y pasé mi brazo sobre su hombro para que mantuviese el equilibrio de su cuerpo. Lo examiné vehemente con fuerza, observando sus ojos perdidos en el horizonte y una pequeña lágrima que pude adivinar que era de alegría luego de ver su sonrisa brillante y blanca a la luz del sol, sus pies se marcaban en la arenilla como huellas que nunca se podrán borrar. Se sentó en ella, cerró los ojos y absorbió una gran bocanada de aire que luego soltó con suma delicadeza. Se volvió hacia mí, sentado allí sin levantarse y me señaló un lugar alado de él. Me dirigí donde me indicó y me coloqué allí, mirando el crepúsculo expresándose ante nuestros ojos. -Nunca había visto uno así Rose Esbozó con júbilo - era tan precioso… que no me alcanzarían las emociones para expresarlo, pero mi padre, que a pesar de su enfermedad era un hombre sabio, lo describió de una forma única y mejor que cualquier escritor, biólogo, científico podría haber hecho; el lo llamó el crepúsculo de la nueva vida, de el renacimiento, del nuevo ser. Perplejo de sus palabras lo seguí mirando. Nuevamente formuló - la vida es infinita querido mío, si tu observas el horizonte nunca encontrarás final, porque este no existe, la vida no existe en su final, eso es algo que no compartí con tu madre desde el día que la conocí. La vida es solamente lo que tu quieras que sea y lo he podido comprobar en la guerra, simplemente los que deseábamos vivir, vivimos y los que deseaban morir murieron y ahora son ángeles de luz que brillan como estrellas en un cielo diferente al nuestro pero único en fin. Ten siempre presente que es lo que tú quieres Richard y nunca pienses que la vida te estará esperando para azotarte y torturarte hasta tu final, el cual será doloroso, oscuro. Porque no es así, yo hoy estoy decidiendo esto hijo pero tú puedes ser diferente. - Esas expresiones, esa voz angelical y esos ojos como dos lunas ardientes de pasión que se cerraban y abrían de a ratos no dejaban de contemplarme Rose, fueron tan maravillosas sus palabras que desde entonces solamente vivo mi vida sin límites sabiendo que nunca habrá final. Mis deseos son los que mas busco ahora, y los que buscaré hasta obtenerlos, sin detenerme nunca en ningún lado, en ninguna parte aunque tenga que pasar por encima de toda la gente, no me interesa amiga, porque eres en la vida tú mismo o tu contra la vida y terminas siendo nadie; eso es algo que jamás entendieron mis padres pero que yo si entiendo y que es un legado de mi alma saberlo. Marian, antes de morir, me dijo que me amaba profundamente y que el día que tuviese hijos les enseñara esto, y que ellos a los suyos y así sucesivamente, que la vida es un misterio por resolver, un amanecer escondido sobre las rosas blancas y rojas mas perfumadas y perfectas del mundo, y que solo una persona conciente de la existencia de las mismas, y con ganas de vivir y aprender puede atravesar para ver ese maravilloso ocaso, amanecer, atardecer infernal. - El partió en mis brazos, con las manos sobre mi pecho y con una sonrisa que no se le borró jamás. Es hoy en día Rose que se que está aquí a mi lado, con mi madre; observándome y guiándome para que yo no tropiece ni valla por el mal camino. - Parece un cuento de fantasmas Formulé sin aire, con miedo de que todo eso fuese un sueño o una pesadilla - solamente es un sueño lo que tu crees que es real, si buscaras en tus fantasías entonces te darías cuenta lo que tienes y lo que no ves en verdad. - No lo entiendo Rich, jamás me has contado nada de tu familia ni de tu vida, pero hoy has… Sin dejarme terminar la frase posó su dedo sobre mis labios cálidos para cerrarlos y dijo - lo descubrirás cuando te permitas descubrirte y descubrir lo que te rodea y lo que tu sueles llamar realidad, solamente debes decidirlo Rose, nadie más que tú, pero no quiero confundirte más, solamente piénsalo se que algún día esto te servirá. A demás yo he de contarte esto porque mi deseo fue, estar contigo toda la vida Rose, yo… yo…. Te … Instantáneamente me ruboricé completamente, bajé la mirada de la vergüenza y salí corriendo para la casa, sin saber que estaba sucediendo ni porque lo estaba haciendo, sabía que sentía lo mismo que él pero el miedo no me permitía mirarlo y decirle lo mucho que lo amaba, el miedo a perderlo y a que todo se acabase, se esfumase como la niebla al sol. Lo último que escuché fue - ¡Rose espera! Pero no me detuve, aunque lo hubiese querido, no podía, mis pies corrían a una velocidad increíble, mientras mi cabeza permanecía en sus palabras, en sus relatos y en sus metáforas que me comían la cabeza. Llegué a mi casa llorando, con los pies entumecidos y llenos de ampollas por los malditas sandalias blancas que terminaron por teñirse de rojo, negro a causa de la tierra y la sangre que brotaba de mis extremidades. El llanto era inevitable, la repugnancia y la ira sobre mi misma eran fatales, no sabía por cuanto tiempo me quedaría encerrada en mi habitación con la cabeza gacha y sin mirarme al espejo del aborrecimiento que sentía en esos momentos. Solté un grito de bronca y arrojé el calzado sobre la pared de madera, haciendo un estruendo horrible. Agradecí que mis padres no se encontraran en la casa aún, bendecía la sena que estaban teniendo en esos momentos, seguramente charlando de negocios, sexo e hijos adolescentes descontrolados por las drogas y el alcohol. No sabía con exactitud cuando iba a poder volver a ver a Richard a los ojos, después de ese día sabía que todo iba a ser diferente, o tal vez, como el había acotado, igual que siempre puesto que yo no entendía todavía el significado de lo que era la vida, o tal vez si lo sabía pero era tan grande que me daba hasta pudor saberlo… Me dormí pensando en él, en sus palabras y en la frase de su padre “la vida será lo que tú quieras que sea, acuérdate hijo querido, acuérdate…” A la mañana siguiente todo estaba borroso en mi cabeza, las ideas que tenía de la noche anterior se escondían en un lugar profundo de mi interior, sin salir a la luz, sin volver a invocarlas me concentré en el dolor punzante que sentía en el cerebro, como si millones de agujas me pincharan los nervios, produciéndome una jaqueca insoportable. Me reincorporé de la cama antes de que volviese a caer con todo el peso del mundo sobre la almohada de plumas que me apretaba fuertemente el rostro. La miré de reojo divisando las lágrimas que había derramado, suspiré hondo y con las manos alejé los pensamientos como si me estuviesen invadiendo la realidad, en materia concreta que podía tocar y romper. Bajé las escaleras lentamente, husmeando la habitación de mis padres que aún se hallaba vacía. “que raro” Pensé. “creí que habían vuelto a la noche” Me llamó un tanto la atención la “desaparición” de mis progenitores. “seguramente se agarraron una borrachera de aquellas, la cual no les permite ni mantener el pie para caminar hacia la casa”, ya que el bar se encontraba a dos cuadras de la misma. La mañana ya era detestable y solo pensar en todo lo que tenía que hacer ese día, acudir a mis padres con sus fuertes dolores de cabeza y sus charlas incoherentes me aturdía los oídos, era preferible quedarme sorda que atender las bobadas que ejecutaban. Eran esos momentos en los que extrañaba a Richard con esa actitud inconmovible, nada le afectaba y por fin pude entender a que se debía esa cualidad. Había tenido una vida muy dura y sin embargo, salió adelante con todas las fuerzas que tenía y a pesar de eso, las conclusiones que sacó de todos esos aprendizajes y situaciones fueron maravillosas. Sentía que yo no tenía el coraje suficiente para soportar una vida de esa manera, en la cual todos desaparecieran pero con el concepto de intentar ser mejor a ellos y escapar sin ninguna herida en el corazón. Ya tenía 17 años pero no me consideraba aún una mujer con todos los derechos, pero tampoco podía decir que mi madre con sus 48 años lo era, puesto que hacía y expresaba tonterías todo el tiempo que podía y mi padre, no se quedaba atrás; aunque suponía ser un hombre de negocios con el derecho de ser una gran figura para el poder político, era otro tonto mas, encabronado con sus secretarias que solía llamar “ineficientes” o “huecas” según la oportunidad. Siempre era respetado por las diferentes agencias, presidentes, abogados, jueces, pero a él nada de eso le interesaba, se concentraba más en ganar dinero, maltratar a su servicio personal que hacer negocios a grandes escalas con la gente que en verdad lo solicitaba para abrir un banco, un puerto, un club o para redactar nuevas leyes económicas, sociales y políticas que considerable como aberrantes ya que siempre buscaban el beneficio común y no el de todos. Perennemente contaba la historia de una muchacha que tenía muchas deudas, el juez había decidido quitarle absolutamente todo, dejando a la pobre e inocente mujer en las calles mas oscuras de Francia, sobre un terreno mugroso, mal oliente e infectado de pequeños roedores hambrientos que masticaban lo que les fuese puesto en la boca o lo que veían que tuviese suficiente carne como para devorarlo vivo si así fuese el caso. No es que mi padre había probado la carne de esa muchacha, pero si sabía que poseía una belleza increíble y cualquier hombre indecente, vago, borracho o bien conciente podía desear. Ella se encontraba llorando desconsoladamente sobre uno de los baños del enorme edificio, con corredores interminables y habitaciones irreconocibles y extrañas. Mucha de la gente que vivía en el, decía ver fantasmas y gente muerta que gritaba en las moradas pidiendo ayuda, pero para mi padre todo eso era puro chamullo barato para llamar la atención de los dueños y así recibir mas beneficios por desarrollarse sobre un lugar endemoniado y macabro, lleno de cruces y de santos decapitados que colgaban de los techos en forma de hilos. Robert, en silencio, decidió acercarse paulatinamente para advertir el estado de ánimo de la mujer. La misma volteó rápidamente generando un grito de ahogo y se tiró sobre el piso con las manos sobre los ojos y las piernas cruzadas sobre su falda gris, manchada y sucia, debido a que era lo único que le habían dejado los egoístas e hipócritas jueces que se reían de ella sin escrúpulos, con una crueldad tal que solamente dios o un ingenioso sabio de la vida podía entender. Rob, desesperado por ayudarla, la cargó en los brazos como pudo y la trajo a lo que para entonces, era su casa o mejor dicho “su castillo”. Poseía más de 20 habitaciones, 4 baños y una pileta del tamaño de una cancha de fútbol americano. La mujer, desmallada aún reposaba sobre uno de los sofás mas cómodos que poseía en la sala principal, tapada hasta el cuello con una manta térmica, despertó al rato sin saber donde se encontraba, si ya estaba muerta o si en verdad aún se encontraba con vida. Mi padre atento a sus movimientos se acercó rápidamente y le preguntó con calma como se encontraba. - ¿estoy en el paraíso? Dijo la muchacha. - pues, si a esto puedes llamar gloria entonces si, aquí es donde te encuentras y yo como dios todo poderoso, te he traído par que te quedes por lo menos hasta que encuentres un lugar o recuperes tus cosas que te han usurpado con muchas ganas querida. Los ojos se le abrieron como platos y por primera vez mi padre pudo ver lo que el llamaba “una diosa afrodita”. Quedó paralizado ante tanta belleza; pero luego apartó todos esos pensamientos y desvió la cabeza con la mirada baja y ruborizada. - ¿se encuentra bien salvador? Esbozó la mujer con desesperación - ahora que yo estoy conciente usted se me va a morir aquí mismo? A pesar de que fuese una mujer muy bella mi padre pensó que era una completa loca. - puedes dejar de decir estupideces mujer? Solamente intento hacer lo correcto, no es mi culpa que todos los hombres te… - ¿que todos que señor? - nada nada, déjelo ahí. Si quiere algo para comer hágaselo saber de inmediato a las mucamas, ellas le preparan lo que usted quiera. - muchas gracias… emm… -Robert me llamo, dígame Rob. - mucho gusto Robert, mi nombre es Margaret, pero me gusta que me tuteen por lo que usted, salvador mío, puede decirme Marga. Mi padre al ver la sonrisa de punta a punta de la mujer, se sonrojó aún mas, preguntándose si esa iba a ser la dueña de su vida. Y así lo fue, 10 años después me tuvieron a mí, su querida y hermosa hija Roseline. Por su puesto Robert dejó de trabajar como político y se emprendió en algo mucho mas pequeño pero que lo gozaba mucho mas, la administración de empresas. Por lo que decía, el sueño de su vida. Estudió mucho tiempo, sin descanso hasta recibirse. Ya no vivíamos en un castillo, pero si en una especie de palacio, con 10 habitaciones menos pero un baño de más y la pileta era un poco mas pequeña, semejante al patio de mi escuela.
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Maca
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luisa luque