Los dulces besos de Iblis.
Publicado en Jun 20, 2010
Fragmento de: Mi último orgasmo sobre las nubes que el sol no se alcanzó a fumar (Colección de textos sin ningún sentido) 2004. (Una mofa sonsa a los niños goticos). Tengo miedo de regresar a mi realidad y revivir esos momentos donde la miseria y el asco hacen parte de mi cotidianidad, ¡Oh querido Infierno!, maldito hedor a felicidad que supura mis poros, ¿vida? Otra palabra más en mi diccionario, pero aun no encuentro el significado, tal vez su sinónimo más adecuado sería fácilmente soledad. Purpura, entre las sabanas me encuentro nuevamente evitando este vacío que me consume cada vez más rápido, si el solo hecho de gritar hiciese este dolor menos tortuoso, si calmara mis ansias de disolverme en la pútrida espuma que emerge de las cañerías y simplemente aceptar mi bajeza; soy una rata, ese espectro que se arrastra entre los sueños de otros, invitando al infierno, donde el sol es tan gris y sus aguas tan negras que el vomito que producen sus cuerpos es el más dulce aroma que puedan distinguir. Cierro mis ojos y abro mis venas a una nueva experiencia en el averno, donde mi llanto es la dulce melodía que apacienta a Satanás, dulce Satán que muestras la piedad de poder odiar sin discriminación alguna, entre llamas y rocas me sofoca el hecho de saber que solo es un sueño, entre lava y azufre me desespera tener que despertar de mi hermosa fantasía llamada tártaro. Violeta, es el cielo de los muertos, la dulce pasión misericordiosa que me envuelve en el placer del llanto ajeno. Veneno, el dulce néctar que me quema las entrañas, mi cuerpo se derrite entre visiones y vergüenzas, entre demonios y recuerdos que me arrastran, que me mutilan y me abandonan; estoy solo y a la deriva en este tétrico paraíso, en este fastuoso valle de lujuria y libertinaje. ¿Soy un pagano? Duda de mi inocencia, posiblemente el infierno en el que me hallo ya me ha condenado. He sido castigado y he sido recompensado con la ausencia de tu devoción. Rosa, inesperada alucinación, incierto deseo de ver cómo me derrito entre las llamas, de cómo la lava calcina mi cadáver, entre paredes destruidas por el tizne y un sucio colchón en el que se posan mis restos a masturbar mis sueños de inocencia y cordura, las dos virtudes que jamás alcancé, que nunca obtendré y que hurto fragmentos a los cuerpos que poseo mientras la lascivia se apodera de los bríos, soy otra flor que se marchita en este jardín del odio donde solía perderme entre los aromas que he perdido, entre girasoles y la adormidera, no quiero reír, ni siquiera recuerdo la última vez que lo hice. Iblis, señor del Shaitan tus caricias y tus besos son el más áspero castigo a mis tropiezos, a mis culpas, he perdido mi alma y mis ansias, he enterrado mis ambiciones y mis apetitos carnales, tus mimos alimentan este hueco en mi ser que día a día se hace más negro en mi interior y que algún día terminará en mi devoción.
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