A LAS MASCOTAS, NUESTROS COMPAEROS
Publicado en Jun 23, 2010
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                     A LAS MASCOTAS, NUESTROS COMPAÑEROS
 
     Hoy escuché una conversación de un DOCTOR, mejor persona que profesional. Daba ejemplos, colocando su vida como muestra. Habló de cosas tan sabias, que quisiera mencionarlas poco a poco.
    Una anécdota que me llamó mucho la atención fue de una fiel compañera de una señora. Una perra que ya a sus 15 años le dio un ataque al corazón. Y buscando el final  lo fue a mitigar en los pies generosos de su ama, de allí la señora cayó en un caso de Alzheimer que no pudo recuperarse. Así uno se ata con el corazón a un lorito, a una gata o a otro de esos fieles compañeros.
 Yo recordé mis perros, de adolescencia confidentes de cuitas, de maromas y de atrapa la pelota. Pensé en Cotufín, peludo, juguetón de ojos brillantes que me esperan para lanzarme dos estrellas. Y llenarme toda de pelusa.
      En el día, está tan cercano a mí, pero cuando llega Julio en la tarde, sólo viene a verme una que otra vez. No sé cuando nos alejaremos uno de otro, pero sé que será un duelo. ¿Pero que hacer? La vida es así. Mientras tanto, gozaremos nuestra mutua compañía. Letra
       Tristemente, el siguiente texto nos relata el fin de una amistad pero de un eterno recuerdo,
    " No sé con exactitud como llegó Jesse a mi clínica. No sé veía de edad de conducir, aunque su cuerpo había comenzado a cobrar corpulencia y se movía con la gracia de un hombre joven. Su rostro era franco y abierto.
    Cuando entré en la sala de espera, Jesse estaba acariciando con gran amor a su gata a través de la puerta abierta a la jaula sobre regazo. Con su fe de colegial puesta en mí, trajo a su gata enferma para que yo la restableciera.
     La gata era una cosa pequeñita, de forma exquisita, cráneo delicado y marcas hermosas. Parecía de unos 15 años, años más años menos. Podía ver cómo sus manchas y franjas y su radiante y fiero rostro habían evocado la imagen de un tigre en la mente de un niño, por lo que la llamaron Tigresa.
     La edad había apagado el brillante fuego verde de sus ojos y ahora había opacidad, pero seguía siendo elegante y dueña de sí misma. Me saludó frotándose amistosa contra mi mano.
     Comencé a hacer preguntas para determinar que había traído a estos dos a verme. A diferencia de la mayoría de los adultos, el joven respondió de manera simple y directa. Hasta hacía poco, Tigresa había tenido un apetito normal, pero de pronto empezó a vomitar un par de veces al día. Ahora no comía nada y se había vuelto huraña y hosca. También había perdido medio kilo, lo que es mucho si sólo pesas tres.
    Acariciando a Tigresa, le dije lo bonita que era mientras examinaba sus ojos su boca, escuchaba su corazón  y pulmones y tocaba su abdomen. Tigresa trato de separarse con docilidad. No le gustó que le tocara el bulto.
    Miré el rostro fresco del adolescente y de nuevo aq la gata, la que tal vez había estado con él toda la vida. Iba a tener que decirle que su adorada compañera tenía un tumor. Aunque se le podía extirpar mediante cirugía, quizás no viviera ni un año, necesitaría cada semana quimioterapia para vivir ese tiempo.
    Todo sería muy difícil y costoso. Así que iba a tener que decirle que era probablemente que su gata muriera. Y ahí estaba él, totalmente solo.
     Parecía que estaba próximo a aprender una de las lecciones más duras de la vida, que la muerte es algo que le sucede a todo ser viviente. Es una parte omnipresente de la vida. Cómo se experimente la vida por primera vez, puede ser formativo de la vida, y parecía que yo seria quien lo guiara en su primera experiencia. No quería cometer ningún error, tenía que hacerlo a la perfección o podía terminar  emocionalmente afectado.
     Habría sido fácil eludir esta tarea y llamar a uno de sus padres. Pero cuando miré su rostro, no pude hacerlo. Él sabía  que algo estaba mal. No podría ignorarlo sin más. Así que hablé con Jesse como dueño de Tigresa y todos los derechos que esto le daba, y le explique con mayor delicadeza que pude lo que encontré y lo que eso significaba.
     Mientras yo hablaba, Jesse se retiró de manera convulsiva de mí, tal vez para que no viera su rostro, pero al estarse girando, comencé a ver su cambio. Me senté y me dirigí a Tigresa, para que Jesse no se sintiera presionado, y mientras acariciaba su hermoso rostro de anciana, le explicaba a él las opciones . Podría hacer una biopsia del tumor, podría dejar que muriera en casa, o podría inyectarla para sacrificarla.
       Jesse escuchó con atención y asintió. Dijo que consideraba que ella ya no era feliz y no quería que sufriera. Se estaba esforzando mucho. Ese par me rompía el corazón. Me ofrecí a hablar con alguno de sus padres para explicarle lo que sucedía.
      Jesse me dio el número telefónico de su padre. Repetí todo de nuevo  al padre mientras Jesse escuchaba y acariciaba a su gata . Después dejé que el padre hablara con el hijo. Jesse caminó y gesticuló, y su voz se quebró algunas veces, pero cuando colgó, se dirigió a mí con los ojos secos y dijo que habían decidido sacrificarla.
      No hubo discusión, ni negativas, ni histeria, sólo aceptación de lo inevitable. Sin embargo, pude ver el trabajo que le estaba costando. Le pregunté si quería llevársela a casa esa noche para que se despidieran. Dijo que no, que sólo quería estar a solas con ella algunos minutos.
       Los dejé y salí a ordenar el barbiturato que usaría para facilitarle un sueño sin dolor. No podía controlar las lágrimas que resbalaban sobre mi rostro ni el dolor que sentía que brotaba de mí por Jesse, quien tenía que hacerse hacerse hombre tan rápido y tan solo.
     Esperé afuera del cuarto de revisión. Después de algunos minutos salió y dijo que estaba listo. Le pregunté si quería quedarse con ella. Se sorprendió, pero le explique que muchas veces era más fácil observar lo sereno que resultaba el proceso que preguntarse toda la vida cómo habría sido.
     Al comprender de inmediato esa lógica, Jesse le sostuvo la cabeza y la tranquilizó mientras yo administraba la inyección. Ella cayó dormida, su cabeza abrigada en su mano.
     El animal se veía tranquilo y descansado. El dueño cargaba ahora todo el sufrimiento. Este es el mejor regalo que uno puede dar, le manifesté, asumir el dolor del ser amado para que éste pueda descansar.
     El asistió, entendía.
     Sin embargo, algo faltaba. No sentía que había completado mi tarea. De pronto lo capté, aunque yo le había pedido que se volviera hombre en un instante, y que él lo había hecho con gracia y fortaleza, seguía siendo un muchacho.
     Extendí los brazos y le pregunté si necesitaba un abrazo. Desde luego que lo necesitaba, y en realidad yo también.
                                                          AUTORA: JUDITH
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Descripción

A NUESTRAS AMADAS MASCOTAS

Palabras Clave: MASCOTAS VIDA COMPAIA

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos


Creditos: RESERVADOS

Derechos de Autor: JASMIN

Enlace: LETRA


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alma

amiga jasmin yo tengo un caniche toy..... vivi adentro de casa como un miembro mas de la familia, igual a esa raza hay que cuidarla mucho.................. lo amamos es re tierno y inteligente, creo que si le pasa algo seria una perdida terrible..... es asi amiga.... el que dijo que el perro es el mejor amigo del hombre no se equivoco..... el nuestro no se puede quedar solo llora demaciado......... muy6 lindo me encanto...... besos tu amiga ..alma.
Responder
June 23, 2010
 

antonio jose perez

las mascotas son alegría y tristezas cuando se van
Responder
June 23, 2010
 

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busy