Luz de esperanza(parte 1)
Publicado en Jul 04, 2010
Luz de esperanza(parte 1)
Hay momentos en nuestras vidas que nos dejan profundas huellas, algunas de ellas son sólo un anécdota, otras, sin embargo, nos marcan al igual que lo hace el fuego sobre la piel, por el resto de nuestros días, es esta una historia de esas que no se pueden borrare mientras tengamos en este caso el amargo don de la memoria. Queridos compañeros-dijo Mary-mañana es el último día que estaré con ustedes, porque empieza mi prenatal. Mañana para despedirla-dije-hagamos un postre; yo traigo un frasco de papayas. Yo las cerezas-dijo julio. Y yo la crema-dijo Mary. Al día siguiente, todos llegamos con lo acordado, inclusive invitamos a alguien mas, este alguien es el pelado regalón como le decimos a don José. Nos reímos de de cuanta tontera nos acordamos, incluso nos pasamos unos minutos en nuestra hora de colación. Pasó el tiempo y Mary llegó con una cosita morena entre sus brazos; éste es Joaquín-nos dijo-tiene casi tres meses, por lo que pronto estaré de regreso con ustedes. Aquella tarde y luego de saludarla, además de conocer a Joaquín debimos seguir con nuestras labores, y tan rápido como pasó aquella tarde, así fue creciendo el niño, rodeado de amor, no tardó en entrar al jardín, pero durante las vacaciones se quedaba con su abuela, sin tardar mucho, se convirtió en su regalón, cual barco deja una estela sobre el mar, el la dejaba en nuestros corazones. De vez en cuando iba con Juan Carlos a buscar a Mary al trabajo, al entrar en la mampara, era como si entrase un remolino, dando vueltas sin parar, tomaba un tornillo, para soltar un clavo, soltaba el calvo para tomar una rueda soltaba la rueda para tomar… Fue así como llegó el verano del dos mil seis, Mary y su familia se fue a la playa por el fin de semana. El siguiente lunes fue el día mas amargo que recuerdo, desde que trabajo en la empresa, el sobrino postizo como le decíamos había desplegado sus alas para partir al cielo. Fui uno de quienes acompañó a Mary a despedir a su hijo en el cementerio, de mi boca no pudieron salir las palabras, mas yo sé que como Mary me conoce, comprendió que ese abrazo podía reemplazar las palabras y sentir que yo también era participe de su dolor. Las lágrimas derramadas fueron muchas, mas la admiración por la generosidad de aquellos padres que en medio del dolor decidieron dar vida a mas de un niño, quizás de la edad de Joaquín talvez mayor, ellos sabían que una parte de su hijo estaría viva, pero para ellos esos niños no tendrían rostro, nunca podrían saber siquiera sus nombres, pero estarían con vida gracias a su generosidad. Talvez un día-dijo Mary-llegue a conocer a alguno de esos niños que llevan una parte de mi Joaquín, sólo saber que uno de ellos crece bien me haría saber que la muerte de mi niño no fue en vano, sino que sirvió para salvar la vida de cinco o talvez seis niños de su edad. Abrazada a la foto de su hijo, todos podíamos ver su dolor. A quienes son padre-dijo-disfrútenlos, quiéranlos, cuídenlos, yo que tuve a Joaquín cuatro años, dos meses y ocho días, fue sólo un momento, hoy echo de menos su abrazo, no lo volveré a tocar o abrazar, por favor les pido, amen, quieren y cuiden a sus hijos para que no tengan que sentir lo que yo estoy sintiendo. Mas yo, las lágrimas las guardé para la noche, con solamente cerrar mis ojos, el recuerdo de aquella madre, de aquel padre, en fin el recuerdo de una familia destrozada por el dolor, era suficiente para que las lágrimas corrieran una a una por mi cara, ¿Por qué? Me preguntaba, ¿Por qué? Debió ser Mary la que tenga que sufrir, pero al recordar las palabras en el cementerio vino a mi cabeza la respuesta; Dios no necesitaba a seis niños, sólo quería saber cuan generosos podían ser los padres y de paso dar vida a seis niños como él. En algún lugar estoy seguro que una madre, un padre, un abuelo o un hermano está rezando un padre nuestro para agradecer a aquel niño sin rostro que les dio vida a los suyos…...
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