UN PROSTÍBULO RESPETUOSO Y GAY
Publicado en Jun 04, 2009
UN PROSTÍBULO RESPETUOSO Y GAY
Hoy, viejo y contento, tranquilo como un zopenco, vivo en un prostíbulo respetuoso y gay. Lejos quedaron mis aventuras marinas con arpones, redes, anzuelos y sedales, despintados barcos y gigantes olas que fueron las delicias de mi temeridad; todo un recuerdo que canto tarde a tarde desde mi cuarto acogedor y tibio. A ese prostíbulo respetuoso y gay llegan mis jóvenes amigas, bellas chicas modernas, frescas como un durazno, con su sonrisa al viento y caminar de nube, para saludarme y conversar conmigo acerca de sus triunfos y fracasos. Amante y comprensivo las escucho largas horas, con la mirada fija en sus rostros teñidos de amapola y sus pechos saltando presurosos como liebres al borde del peligro, en las sedientas colinas de mis ojos. Con esperanzas presentes y futuras, rueda mi vida suave y generosa por la flor que hallé sin proponerme, cierta noche en el Teatro Libre de esta ciudad caótica y violenta, que no habrá de parar en su desgracia aunque pasen los siglos y milenios por sus calles y casas derruidas. Ella es mi aliento, mi ternura en guerra, mi son, mi ritmo, mi sonora orquesta, mi arma de doble filo, mi parafilia loca, a quien adoro con fuerza desmedida, superior al amor que le reclamo. También extraños y varios conocidos aceptan mi presencia y mis desmanes con una sencillez rayada en lo filial. Allí leo las Runas y líneas de la mano para consuelo y goce de los tristes que viajan con su fardo, solitarios, atrapados por las fauces del destino. En él paso los días rumiando paradojas y el boato de pobreza que propician los sitios marginales. Pienso, canto, escribo sobre aquello que hay de escabroso y de sublime en los campos del sexo y del espíritu, con mucho amor y libertad completa. Algunas noches bebo en forma moderada junto a los chispos y alegres parroquianos que buscan solazarse con dulce compañía en un lugar seguro, ajeno a la tragedia. Cavilo, sueño y gozo, y hasta mi risa llora pensando en las miserias y dichas de la vida, ya que en tal prostíbulo, respetuoso y gay, las horas se deslizan como un inmenso río que viaja sin premura por la llanura extensa... Pues yo soy ese río, rodando sin descanso con mi caudal de versos en dirección al mar.
Página 1 / 1
|
Javier Herrera
Verano Brisas