Luego de centenares de años agresivos
Sin lirios y sin rosas
Sin Princesas ni Caballeros
Sin lírica ni romanticismo…
 
En tiempos sin mitos ni leyendas
Con mujeres que ya no persiguen sus sueños
Ni se atreven a continuar soñándolos
Ni mucho menos a compartir con nadie
Las pasiones que durante ellos, llegaron a sentir…
 
Sin Caballeros que sueñen suavidades,
Ni que se presten a conocer ni a escuchar
Los sueños suaves de nadie…
 
En estos tiempos que corren,
Ahora que ningún árbol del planeta,
Posee corazones con iniciales tallados en sus cortezas…
De los pocos árboles, que en este planeta quedan…
 
Ahora precisamente.
Este Caballero le solicita a la Princesa
Convocándola con reverencias,
Cerrar sus ojos por veinte segundos…
Sin hacer trampitas, por favor…
 
Luego…
Luego de veinte segundos eternos,
Después de centenares de años agresivos…
La Princesa abrió sus ojos…
 
El no estaba cerca de su rostro…
El estaba de rodillas, mirándola desde esa posición,
A la altura del vientre,
Mirándola a sus ojos…
 
Con sus ojos húmedos,
Solo un poquito en sus pestañas,
Y enamorado. Con una leve sonrisa eterna para ella.
Observándola,
mientras aguardaba a que ella encuentre su mirada.
Antes del fin del cielo y de la redondez de la tierra…
 
Tomó su mano como Caballero
Y con sumo respeto la beso suavemente
De rodillas y disimulando el aire que emanaba
Al suspirar sin poder evitarlo,
Habiendo inhalado el perfume de la mano que besaba…
 
Y mientras lo hacía con toda su cortesía y reverencia,
No pudo llegar a evitar la ansiedad de sus latidos acelerados.
Desplegó sus alas, aun estando de rodillas,
Y lentamente y pegado al cuerpo de su princesa,
Fue poniéndose de pié, rozándola,
Hasta quedar con su rostro pegado al de ella…
 
Ella también sonrió tímida,
Lo hizo inocente…
Como niña, aún ya siendo una mujer…
Y mientras incorporaba su mirada ruborizada,
Enfocándola en la mirada de él…
Levantó su mano y señaló las cimas de una gran cordillera…
 
Una cumbre rodeada de muchos colores,
Azuladas, blancas, violáceas, verdes y grises…
 
El Caballero la alzó en sus brazos,
Ella se aferró a su cuello con gran esmero,
Y mientras se posaba en su pecho,
Él, remontó delicadamente su vuelo…
 
Estando en el aire, ella, señaló una fuente cristalina,
Ubicada a pocos metros de la cumbre mas alta,
Alimentada y renovaba por una cascada cálida
Y rodeada de muchas flores y nubes…
 
Desde el aire,
Aterrizaron en ella,
Sumergiéndose, mientras que se besaban…
Y luego…
El perfume de las flores puras,
Regadas por los aromas de las nubes y la cascada
Que día a día las regaban,
Los envolvió por completo,
Perfumándolos deliciosamente
Mientras que con sus cuerpos y sus,
Desnudos y apasionados por completo,
Húmedos y muy tibios se desgarraban de amor…
 
Sir Marian