El bello acto de ver una rosa morir.
Publicado en Jul 23, 2010
Una rosa pierde poco a poco sus vulgares pétalos rojos, pétalos que recuerdan a las putas baratas de Babilonia y a sus labios color carmín, mientras besan los cuellos sudorosos de los amantes del anochecer mesopotámico; de igual forma cada pétalo besa la blanca nieve del invierno, mientras esa solitaria rosa se convierte en un hermoso cadáver al regalar sus besos al suelo blanco.
La nieve cubre los restos fúnebres de la rosa que murió al desangrarse, dejando un charco rojo con una fragancia mezcla sombría de miel y hielo, un afrodisíaco que delata la muerte de algo hermoso, pero efímero, tal como la vida misma que pasa frente a las estaciones; nace, florece, agoniza y al llegar el invierno una rosa muere, una vida encuentra su fin, olvidando para siempre el calor del sol y aceptando el destino helado del final. ¿Puede haber belleza en morir? ¿Puede la muerte ser la más bella criatura creada por la naturaleza humana al aceptar lo inevitable? La rosa murió, dejando tras de si un bello cadáver, una bella escena de muerte, un último acto teatral donde la protagonista muere con el rostro plácido y un hilillo de fina sangre recorriendo la blanca piel de entre sus pechos, creando el contraste entre lo diabólico y lo bello y, es que ¿quién dice que en lo diabólico no existe la belleza? Aún se puede divisar entre la blanca capa de nieve que el cielo deposita sobre el cuerpo de rosa el vivo color de sus pétalos, de su sangre, de su vida que se fugó tiñéndolo todo del último vestigio de su existencia; pero la nieve poco a poco lo cubre todo de la escarcha resplandeciente, que purifica la escena de la belleza que suscita la sangre derramada de algo hermoso, tirando al olvido el encanto de la piel blanca con con el hilillo de sangre en los hermosos pechos de la parca. El próximo invierno, antes de que caiga la nieve, vengan a ver el espectáculo de ver como muere la belleza de este mundo; no se pierdan la perversión inherente en la naturaleza humana; sacien su morbo por la sangre; disfruten el placer prohibido de ver caer al otro; y es que ¿quién dice que en lo diabólico no existe la belleza?
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