LA MUERTE DEL GENERAL LVARO
Publicado en Aug 10, 2010
CAPITULO 1
Se hallaba despuntando el día en lo más alto del cenit. Se encontraba el disco solar lamiendo con sus rayos la árida tierra de la llanura cercana al pueblo de San Ignacio. Era un calor abrasante de esos que te arrancan el alma con cada gota de sudor, un calor seco e infernal, lo bastante para anhelar la muerte. Desde lo lejos se veían decenas de hombres a caballo, caminaban lentamente agotados por la aridez de un clima inmisericordioso. -Todavía no diviso San Ignacio- comentó Alfredo Lizárraga soldado al servicio del coronal Álvaro Barragán Ellos eran revolucionarios, habían salido del pueblo de "Los manzanos" tras una victoria que sabía a gloria. Ahora se dirigían al norte rumbo a Santa Helena pasando por San Ignacio. El Coronel que mandaba a aquellos hombres se llamaba José Álvaro Alejando Barragán Rosas, sólo se quedó con Álvaro ya que así le decían de chamaco. Él era un hombre maduro de 53 años, robusto, alto, moreno y con una cicatriz en la cara que iba desde el ojo derecho hasta el pómulo formando una curiosa marca en forma de luna menguante. Aquella herida se la provoco un joven de 15 años en una emboscada después de haber pasado eso Álvaro respondió el ataque con unos 8 tiros al pecho del joven, lo dejo inerte en el piso apestando a pólvora. Según dicen por mucho que lo bañaron en hierbas aromáticas no se le quito la pestilencia. El joven por cierto había recibido la orden de matarlo por parte de un general de las fuerzas de Porfirio Díaz. Eso fue lo más cerca que pudieron de matarlo. Usaba un sombrero de palma que lo recibió por parte de su general cuando murió en una emboscada en San Felipe Ixcaquixtla. "Mire, yo quiero que usted lo tenga como señal de que puede comandar a esos hombres. Si alguno no quiere obedecerlo le doy pleno derecho de fusilarlo" pronunció lentamente, cayendo las palabras perezosas de su boca que comenzaba a emanar sangre. Afortunadamente para ellos le obedecieron y con ello tuvieron más victorias que derrotas. Ahora se hallaban a punto de desfallecer tras el calor inclemente, la soledad impertinente y el eterno silencio prolongado por la sed, subyacía al pensamiento inherente de que no avanzaban. -Estamos dando vueltas- comento Eleazar un joven de 18 años -Si te sigues quejando te mando a fusilar, ya sabes que yo si lo cumplo- le advirtió Álvaro Él nunca se había perdido, ni siquiera cuando tuvo que cruzar las Barrancas del Cobre huyendo del ejercito porfirista. Pasaron casi semana y media comiendo lagartijas y ratas de campo, animales de la misma calaña para poder llegar al pueblito de Santa Magdalena. Nunca perdieron el ritmo guiados por el extraño don de Artemio lograron la odisea. El general Villa ya los esperaba para darles indicaciones y noticias que sucedían al país. Por ello a Álvaro le cabreaba que sus subordinados dudaran de él o el camino por donde iban. Sin embargo aquel Sol manipulaba los cerebros de las personas, las llenaba de espejismos e ilusiones desoladoras. "¿Para qué me sirve la razón si siempre llevo mis pistolas?" pensó "Si veo algún espejismo haré que trague plomo" Pero ahora no estaba muy seguro de eso.
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