Una cuestión difícil de resolver
Publicado en Jun 09, 2009
Por Roberto Gutiérrez Alcalá
La señora X. coge un carrito, cruza la entrada del supermercado y se dirige al departamento de "Frutas y legumbres". Ahí llena varias bolsas de plástico con manzanas, peras, cebollas, zanahorias..., y las deposita en el carrito. Al tomar una papa, otra rueda por el suelo. La señora X. se agacha, la recoge y la pone nuevamente en el mostrador, sin percatarse de que el cuadernillo de vales de despensa que un día antes le dio su esposo se le ha salido de la bolsa del delantal. La señora X. escoge seis papas, las mete en otra bolsa de plástico y se encamina al departamento de "Lácteos". El señor Y. arriba al departamento de "Frutas y legumbres", empujando otro carrito. Sus ojos se topan con el cuadernillo de vales de despensa que la señora X. dejó caer accidentalmente. El señor Y. lo pisa, se agacha, lo recoge y se lo guarda en la bolsa trasera del pantalón. Luego voltea a todos lados para cerciorarse de que nadie lo ha visto. "Bien", murmura. Sin embargo, sí lo vio alguien... El señor Y. se felicita por su buena suerte. Con aquellos vales -fantasea- al fin podrá comprarse su botella de whisky, sus latitas de ostiones ahumados y quizás hasta un buen queso... Aunque, pensándolo con detenimiento, ¿no sería más justo regalarle unos zapatos a Fito (pobre, parece limosnero); o unos pantalones a Toño (pobre parece brincacharcos); o un vestido a Adriana (pobre, parece fotografía)? El señor Y. deambula nervioso por los pasillos del supermercado, imaginando que la demás gente no ignora que en la bolsa trasera de su pantalón esconde unos vales de despensa que no le pertenecen. Por eso, y porque después de un minucioso examen de conciencia llega a la conclusión de que aquello no está nada bien, empieza a considerar la posibilidad de devolverlos... Pero, ¿a quién? ¿A un policía? ¿Al gerente de la tienda? ¿Y si se quedan con ellos? En realidad, es una cuestión difícil de resolver. De pronto, una sutil voz femenina anuncia por medio del sonido local que la persona que se haya encontrado unos vales de despensa recibirá un rotundo "gracias" si los lleva a "Devoluciones". El señor Y. respira tranquilo, como si le hubieran quitado una losa de encima: no disfrutará su whisky ni sus ostiones ahumados ni su queso, y sus hijos y su esposa no estrenarán zapatos, ni pantalones ni vestido, pero a él le quedará la satisfacción de haber procedido con honradez absoluta... El señor Y. va a "Devoluciones", donde lo espera el señor Z. Al mismo tiempo que le agradece su buena acción, el señor Z. toma los vales de despensa, se los guarda en el saco y sale apresuradamente del establecimiento. Mientras tanto, el señor Y. recuerda que no ha comprado los platanitos, la papaya, las galletitas, la lata de sardinas y los dos litros de leche que le encargó su mujer. Así pues, orgulloso de su rectitud moral y cívica, regresa al supermercado. Más allá, en una de las cajas, la señora X. comienza a desesperarse porque en la bolsa de su delantal no encuentra el cuadernillo de vales de despensa que un día antes le dio su esposo. De La vida y sus razones. Editorial Aldus
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