Del libro "Trampantojos y otros versos"
Publicado en Aug 18, 2010
NINGÚN POEMA
Siento tanta repugnancia, tanta impotencia y tanta rabia que no quiero escribir ningún poema sino denunciar una vez más lo que hallé por accidente en un tratado de ciencias ocultas, con el fin de que los seres sensibles que aún quedan desperdigados por el mundo recuerden y se estremezcan ante el horror de aquellas prácticas perversas y asesinas, donde la crueldad y vesania de unos hombres supuestamente nimbados por la santidad, demostraron hasta dónde puede llegarse, en nombre de una religión misógina, por el camino de las abominaciones. "Si existe algún medio de aplacar a Dios, infundir temor y obtener sus bendiciones para ciertas personas, castigando a otras, y evitar que el contagio se generalice aumentando el número de malhechores, ese medio consiste en torturar las brujas con el máximo rigor posible". "La tortura se aplicaba siguiendo principios básicos destinados a quebrantar la voluntad de las víctimas. En primer lugar, se les amenazaba antes de conducirlas a la cámara siniestra para que apreciaran a qué se sometían si se negaban a confesar sus faltas. Allí, el verdugo les explicaba en qué consistía cada instrumento, mientras las desnudaba y ataba al potro, tensando las cuerdas lentamente. Si no confesaban y denunciaban cómplices, se continuaba hasta la fase final aplicando instrumentos como la garrucha, destinada a desencajar los miembros; inmersión en agua hirviendo con cal; caballo de madera, o silla de hierro que se calentaba progresivamente; borceguíes o botas de metal o cuero donde se vertía plomo fundido, igual que se desgarraba la carne con tenazas previamente calentadas al rojo vivo". Veamos el primer día de tortura para una mujer acusada de brujería: "El verdugo la maniató, le cortó el pelo y la colocó en el potro; le vertió alcohol sobre la cabeza y le prendió fuego para quemárselo hasta la raíz; le puso tiras de azufre en las axilas y alrededor del cuello, para prenderles fuego; le sujetó las manos a la espalda y tiró de ellas hasta tocar el techo; la dejó colgada por más de cuatro horas mientras él salía a tomar el desayuno. Al regresar, le roció la espalda con alcohol y también le prendió fuego; le ató grandes pesos en el tronco y volvió a tirar de ella hasta el techo; la llevó de nuevo al potro para ponerle una plancha de púas afiladas adherida fuertemente al cuerpo. Otra vez la subió hasta el techo, le apretó los pulgares y el dedo gordo de los pies con las empulgueras, y le sujetó las manos con un palo. La mantuvo colgada en esa posición por más de un cuarto de hora, hasta que se desmayó; le apretó las piernas con sendos tornos, alternando el tormento con el interrogatorio; la azotó con un látigo de cuero sin curtir hasta dejarla totalmente ensangrentada. Volvió a colocarle las empulgueras y la dejó en el potro desde las diez de la mañana hasta la una de la tarde, en tanto él salía a comer algo con los funcionarios del Tribunal. Al atardecer llegaron otros funcionarios diciendo que no aprobaban tales métodos, pero igual, volvieron a azotarla despiadadamente. Y así terminó el primer día de tortura". Los autores de semejantes crímenes se rasgan las vestiduras y ponen el grito en el cielo cuando alguien los deja en evidencia, aduciendo que son víctimas de la calumnia y arreciando al mismo tiempo contra sus críticos a través de la censura y de sus áulicos, dispuestos a barrer con su sevicia cualquier asomo de independencia personal. Con razón los asesinos del mundo, cuando quieren cometer sus fechorías, declaran que Dios se acuesta con ellos, con ellos duerme y con ellos se levanta. En cuanto a las mujeres, serán siempre sometidas y vejadas mientras su corazón no decida liberarse de la tenebrosa férula eclesiástica, abandonando, total y definitivamente, esas cavernas habitadas por el odio que imperan como aves carroñeras y salvajes, portadoras de una peste tan mortífera que carcome la conciencia de los débiles, para eterno infortunio del espíritu, vergüenza del intelecto y satisfacción de la barbarie.
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Verano Brisas
inocencio rex
en este "trampantojos" se vislumbra al sadismo como perversión en el goce del poder; y a la justa indignación, como su motor.
excelentes letras, don verano
Verano Brisas
Gustavo Adolfo Vaca Narvaja
Felicitaciones Verano
Verano Brisas
Carlos Campos Serna
Elvira Domnguez Saavedra
miguel cabeza
Gracias Verano por tu energía de lúcido guerrero.
Verano Brisas
daih
en fin... Mas vergonzoso aun todo lo que pasa si provienen de aquellos que se adjudican el liderazgo espiritual de la sociedad.
Gracias Verano por este articulo.
Cariños y abrazos