Veneno o pócima de hadas
Caminaba en un bosque, cortaba flores para la luna, eran bellísimas, pues solamente bajo la luz de ésta abrían sus pétalos, yo me sentía lobo en las noches de luna, caminaba despacio, cuando de pronto vi tendida junto al suelo a una pequeña hada, la puse entre mis manos para que no la viera la luna y así no sintiera celos, estaba helada, su corazón apenas latía, la puse en uno de mis bolsillos, y corrí a la cueva donde me guarecía, encendí fuego aunque mis ojos ardieran con su lumbre, primero sentí temor, ya que decían que la hadas podían hechizar o maldecirte durante cien años, corté algunas hojas para abrigarla, pero ella parecía querer entregarse a la muerte y partir de una vez por todas al paraíso de las hadas.
Yo desde niño había escuchado que el alimento de las hadas eran los sueños, pero fue una historia que nunca creí. Recostado junto al fuego la cobijé entre mis manos…
De pronto ella dio un enorme mordisco en mi mano, su veneno cual serpiente entró en mi cuerpo, sentí frío, la noche empezó a apoderarse de mí, salí del refugio para enfrentarme a la luna, mi corazón estaba lleno de nuevas sensaciones aunque débil, de pronto desfallecí la hada tomo una flecha y la puso en su arco, poniéndose entre mí y la espada con la cual la luna amenazaba mi vida, de pronto la luna bajó su espada, para terminar con vida, para acabar con mi traición, mas la flecha de la hada salió disparada y aunque pequeña, rompió en mil y un pedazos la espada de la luna, ésta enfurecida tomó un arco para acabar tanto conmigo como con quien había osado desafiar su autoridad.
Estiraba el bordón de su arco cuando el hada aumentó su tamaño hasta quedar del porte de una mujer, mientras a mis ojos los empezaba a cubrir un neblina blanca, era la luz de la muerte que venía por mí, la hada ya sin sus alas, porque cuando creció éstas desaparecieron, me tomó sobre su hombro para arrastrarme a la cueva de donde yo había salido, la luna disparaba flechas, las que daban en los árboles, quienes por arte de magia se secaban y convertían en roca, talvez intentaba hacer lo mismo con la hada y conmigo, pero la gran astucia del hada y su fuerza logró llevarme hasta el interior del refugio, ahora quien estaba herida me intentaba curar, si bien ella conocía de sobremanera las bondades de las hierbas para el veneno de hadas, le era imposible salir de la cueva ya que la luna acechaba con su arco listo para ser disparado.
Besaba mi herida como intentando sacar el veneno que ella misma me inyectara al morderme, pero todo esfuerzo era en vano, la muerte nublaba mas y mas mis ojos,
Mi cuerpo se ponía azulado, ya que es ese el color del veneno de las hadas. Ella sumergida en la desesperación se recostó a mi lado y acercando sus labios a los míos me dio un beso, mi cuerpo se volvió resplandeciente, y ambos nos empezamos a encoger hasta quedar del tamaño de un dedo de un hombre, ambos nos convertimos en seres mágicos, mi felicidad era extrema, nunca en toda mi vida había sentido algo igual,
Nos disponíamos a abandonar la cueva, cuando una flecha disparada por la luna separó nuestras manos, ambos quedamos heridos, convirtiéndonos en piedras, sin embargo antes que la flecha de la luna hiciera efecto, alcanzamos a entrelazar nuestros dedos,
Yo no se si habrá amor entre las rocas, pero mas a mi favor puedo decir que una vez fuimos seres mágicos, que nos besamos pero una flecha maldita truncó nuestros sueños, convirtiéndonos en piedra, en unas pequeñas piedras azuladas, las cuales poco tiempo después las encontró un labriego, con un cuchillo cortó un trozo de piel de animal y la amarró a mi cuello para luego dárselo a su prometida, luego ésta se la dio a su hija y…
Ya van casi cien años de aquella maldición…
 
                              fin