El terremoto/ The Earthquake    
 
  Buenas noches mamá, fue mi despedida acostumbrada antes de colgar el teléfono. aquella tarde de viernes del veinte y seis de febrero. Chao hijo-me respondió- que duermas bien, un beso a la distancia.
Parecía una tranquila noche mas, mi madre apoyada en su burrito debido a la enfermedad que la aqueja a sus caderas desde que recién nació, se fue un paso tras otro hasta su cama, luego de rezar sus oraciones acostumbradas se dispuso a dormir, no sin antes tomarse las seis pastillas que debe tomar cada noche. Ernestina Troncoso es el nombre de mi madre y aquella noche una noche de tanto dolor y sufrimiento para miles de personas de éste país llamado Chile a ella le sucedió algo que no se si es fruto de su imaginación o talvez existió en una época muy antigua.
Son las tres y treinta de la madruga y en una vieja y grande casa de campo Ernestina, mi madre se despierta, muy lentamente debido al dolor de sus huesos y la poca por no decir casi nula movilidad de sus caderas se empieza a mover muy despacio hasta que logra posarse sobre un cuero de cordero tendido sobre el suelo el cual le sirve como felpudo, con dificultad toma su bacinilla y se dispone a orinar. Fue entonces cuando la tierra se pronunció primero fueron unos movimientos suaves, pero luego el crujir de las tablas del techo y los golpes de los terrones sobre el encielado la hicieron ponerse en pie, la silla de ruedas estaba muy lejana y no había quien la empujara para salir de la pieza pues mi cuñada forcejeaba para abrir las puertas de donde se encontraba y poder dejar a salvo a sus dos niñas en el patio para poder regresar a ayudar a mi madre a salir de la casa.
El burrito es mi única esperanza-pensó-mientras escuchaba derrumbarse un muro muy cercano a su habitación, pero a cada momento el terremoto sacudía un poco mas fuerte la tierra y la casa producía unos ruidos que a cualquier persona le hubiesen puesto la piel de gallina. Ella paso a paso se encaminó hacia la salida, cuando de pronto el suelo bajo sus pies se abrió en dos. Aquí quedaré sepultada-se dijo para sí-sin embargo una fuerza extraña la mantuvo en pie a pesar de su discapacidad, era como si caminara sobre el aire, esa extraña fuerza le mantenía en pie y no la engullía hacia sus entrañas, cuando de pronto una luz salida desde lo mas profundo la iluminó, y se quedó posada sobre su cabeza, para desaparecer tal cual había aparecido, en su cabeza escuchaba voces, en su cabeza escuchaba gritos y gemidos, pero de pronto a pesar de la oscuridad empezó a ver tal como si estuviera en el lugar, había sido transportada hasta un castillo construido de piedras, desde cuya cima podía ver como los picos de las montañas se encendían, muy a la distancia, pero al voltear su mirada vio que la montaña tras su espalda también empezaba a iluminarse, y fue así como empezó a contarme la historia del imperio.
 
    Los diez picos de las montañas del sur empezaban a arder, era éste el inicio de los treinta días de llanto por la partida Dennator su último rey, aquello no era algo indiferente para sus mas cercanos vecinos los payatzals, hombres que adoraban al sol, siendo la barbarie y sacrificios los tributos encomendados a su dios, para quien día a día dominaban y mataban a la gente que no se sometía a los mandatos que les imponía su deidad.
Las llamas sobre los picos de las montañas les daban una nueva luz de esperanza a sus vecinos los payatzals, quienes en más de una oportunidad intentaron someter al reinado de Dennator, siendo cada vez, cada intento una amarga y frustrante derrota, las que no hacían más que incrementar los sacrificios de vidas humanas en honor a su dios.
   continua en terremoto parte II