Un mundo inocente, El miedo a la redencin (fragmento)
Publicado en Sep 05, 2010
Un curso de milagros, Texto, Capítulo 13 El mundo inocente, III El miedo a la redención, pg. 269, Traducción Rosa María González de Wynn y Fernando Gómez, Fundación para la paz interior
6. Tienes que mirar de frente a tus ilusiones y no seguir ocultándolas, pues no descansan sobre sus propios cimientos. 2 Aparenta ser así cuando están ocultas, y, por lo tanto, parecen ser autónomas. 3 Ésta es la ilusión fundamental sobre la que descansan todas las demás. 4 Pues debajo de ellas, y soterrada mientras las ilusiones se sigan ocultando, se encuentra la mente amorosa que creyó haberlas engendrado con ira. 5 Y el dolor de esta mente es tan obvio cuando se pone al descubierto, que la necesidad que tiene de ser sanada es innegable. 6 Todos los trucos y estratagemas que le ofreces no pueden sanarla, pues en eso radica la verdadera crucifixión del Hijo de Dios. 7. Sin embargo, no se le puede realmente crucificar. 2 En este hecho radica tanto su dolor como su curación, pues la visión del Espíritu Santo es misericordiosa y Su remedio no se hace esperar. 3 No ocultes el sufrimiento de Su vista, sino llévalo gustosamente ante Él. 4 Deposita ante Su eterna cordura todo tu dolor y deja que él te cure. 5 No permitas que ningún vestigio de dolor permanezca oculto de Su Luz, y escudriña tu mente con gran minuciosidad en busca de cualquier pensamiento que tengas miedo de revelar. 6 Pues Él sanará cada pensamiento insignificante que hayas conservado con el propósito de herirte a ti mismo, lo que expurgará de su pequeñez y lo restituirá a la grandeza de Dios. 8. Bajo la grandiosidad que en tanta estima tienes se encuentra la petición de ayuda que verdaderamente estás haciendo. 2 Le pides amor a tu Padre, tal como Él te pide que regreses a Él. 3 Lo único que deseas hacer en ese lugar que has encubierto es unirte al Padre, en amoroso recuerdo de Él. 4 Encontrarás ese lugar donde mora la verdad a medida que lo veas en tus hermanos, que si bien pueden engañarse a sí mismos, anhelan, al igual que tú, la grandeza que se encuentra en ellos. 5 Y al percibirla le darás la bienvenida y dispondrás de ella, 6 pues la grandeza es el derecho del Hijo de Dios y no hay ilusión que pueda satisfacerle o impedirle ser lo él es. 7 Lo único que es real es su amor, y lo único que puede satisfacerle es su realidad.
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