El grito ciudadano
Publicado en Sep 10, 2010
Santiago Linari El grito ciudadano La ciudad esta embarazada de noche. Busca pleitos de silencio, se queja de tanta sangre detrás de una paz aparente. Muerde como una divinidad, esperando dar en el centro, junto a los cables y los teléfonos descompuestos. Me inspira desde la siniestra película de su temor como si fuera una asesina; una madre que juega con su cuchillo a matar insectos y a desprenderse de las alas de las medusas y a ver en el grito una señal de vientos arropados. Ella lleva en su guante de niebla marina los cascos cerrados de todos los sueños, de todas las visiones. Y en la brecha abierta de su pavimento, sus luces amortiguadas, su presencia de encaje amarillento, sus salones y caballeros ataviados con espadas y trinchetas para hurgar en los escondrijos, para blasfemar sobre tus espaldas escritas como runas. La ciudad es un nervio contemplado como futuro. Se abre paso dentro de la angostura de las palabras. Mira el ocaso como si fuera un enorme pene erecto, envuelto en toallas, con las mañanas encinta para dar a luz bebés incompletos. Guarda en su silencio un moño negro de paz suburbana que tímida y adolescente se desparrama como el jugo de un limón sobre la superficie oscura y tortuosa de una conciencia abrumada. Y cien manos escriben mejor que una. La ronda es perfecta. Hay una lapicera y una puerta y un delantal. Y muchas hojas quebradizas. Y una espera que se vive con urgencia, tomando y abrazando la corteza de los árboles. La ciudad se abre al sueño de los pequeños golpes de martillo, vibra del lado de la canción y no sabe que es mejor si la mordedura y el quejido frío de la marea incesante o la palabra maldita que estalla con los meses de invierno.
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Leidy Mar
Santiago Linari