El nio que llevaba un paquete en la mano
Publicado en Sep 14, 2010
En la caja de colores hay cubos de madera, serpentinas de papel, cochecitos de plástico. La psicóloga llena de silencios con su cuerpo el espacio, la luz que invade los dibujos y mamarrachos.
Hay torres que voltear y poco ruido para hacer. Se siente como un perfume de mujer, como un acento puesto en los ventanales, en el impacto de sus palabras, en el temor que me rodea; temor de no poder salir invicto, de jugar al pasado y detenerme en sus manos y seguir el recorrido por mi cuerpo dentro de sus palabras, para ser nombrado, para ser deseado. Las calles con ella son mas coloridas pero en el fondo hay una tristeza no dicha, una inquietud permanente de estar en un circulo de fuego, de permanecer sitiado en la verdad oculta, de ser otro tiempo mirando la infancia, en esta máquina de escribir, en este escritorio en el campo, buscando libros en los armarios, cediendo la palabra a favor de un vinculo secreto, un juego que se desarma y se desacopla dentro del cajón con un payaso de plástico que sonríe y los malabares de la resistencia, la eterna guerra que nos imponen, los frentes y soldados enemigos, la lucha despiadada como una carnicería de pájaros , el ir curioseando entre los árboles las ramas más profundas sin poder matar al carpintero de penacho rojo, guardarse los balines, las espinas y merodear otra soledad de tarde de verano, en los tiempos de la memoria donde todo se derrite. Buscar un sentido en el tiempo eterno, en el aburrimiento del caos donde no hay noche profunda, los caballos heridos que galopan campo arriba en los sueños; las campanas del deseo aflorando a la superficie con el desayuno. Hora de lavarse, de insistir, de volver a quebrarse cuando la reencuentro y dejo en un símbolo toda mi personalidad y en los límites la fragilidad de sus palabras, su profunda virtud ahora que la recuerdo, ahora que te recuerdo Maria Raquel, para nombrarte mejor. Han pasado ya cuarenta años y no has dejado de estar en algún rincón de mi vida; no has desaparecido por completo, hay una parte tuya que me constituye, como María Rosa, como Jorge. Hay cubos sueltos por todas partes, hay dibujos y señuelos dorados con anzuelos afilados, hay noches de amor e indiferencia hacia todo lo que sea orden, siempre estará lo profundo de la noche y sus fantasmas codeándose con el insomnio, habrá regalos y soledades encubiertas, amistades fingidas y cabalgatas. Siempre estará mi hermano. Cuando caiga estará mi hermano. Tratara de sostenerme sin culparme, habrá fiestas con candelabros y pinturas; habrá música con campanillas y xilófonos, Habrá rocío sobre la hierba y una anatomía de peces balbuceando las aguas profundas y las otras, tan esquivas. En tu consultorio sobre el piso de parquet, detrás de la ventana, como los pasajeros del silencio se mueven las siluetas que pinto en el taller para perdonarte la vida, para alejarme mintiendo, sin encontrar la salida; convirtiéndome en un niño de la calle con mucho dinero en los bolsillos, vaya paradoja. Y mi único sueño es una mujer que se haga realidad; terminar de golpe con las fantasías y probar la exactitud del beso, y ser un niño amante lleno de impotencia, un niño amante que no puede realizarse en los brazos de Alejandra o Débora o Maria de la Paz. II El sueño de los otros es lo mejor de mi conciencia. Atraviesa la noche un silencio inquieto; los pensamientos son dulces, la compañía de la soledad es una gran campana de bronce con brotes de musgo en el interior de las costillas, en cada vértebra un hueco donde el silencio se realiza en palabras. La libertad es una pantalla donde se proyectan alamedas. Hay sostén, hay ternura y una única amistad que contempla el latir del espacio abierto en rosedales, sin muertes, sin violencia, donde se ajusta la propiedad privada a pesar de la guerrilla y otros dilemas; la mercancía como mujer de botas altas, el azúcar de sus manos comprometidas para la razón inervada que se sucede a sí misma como en un columpio, atendiendo a las voces inmaculadas y celestiales para sosegar las almas y los espectros. Crecer y decrecer para sentir que las cosas se contemplan desde los abismos infernales, donde un cuerpo de dolor se instala boca arriba y sediento se desparrama por los labios del deseo prematuro, donde nacen los bebés agitados, la trompa aplastada y el cajón amurallado para vender serpientes enrarecidas o jabones de piedra pómez. No dejar de acostumbrarse a la realidad, cuando se precipita la pobreza y la sorpresa de toda incomodidad, viviendo la realidad de las calles, necesitando de los otros Tan sumergidos para encender la hoguera del hambre y el grito por la anarquía en la isla de los mercados donde se celebran los caballos de Troya y las murallas.
Página 1 / 1
|
Leidy Mar
Santiago Linari