Se abren las noches a mis ojos:
Las miro de repente y parpadean
y se hace notorio su pesado desgaste.
En ellas pululan menudencias,
voces atróces, misterios acabados.
Elementos que giran en torno de sí mismo
y tratan de morderse sus orejas volátiles.
Las noches son como perros dormidos
o gigantescas moles  crepuscularés.
Se rasgan a izquierda y a derecha
y evaden a la niebla a su norte a su sur.
Se van clausurando en ellas mis pestañas
y mis sueños pasan como lienzos, pintándose.
Yo me encuentro grabado en otro sueño
de una indígena que no se inventa todavía
en la refracción diaria que hacen los espejos.