¿ A qué damasceno escribiré
para que venga a esta tierra arrasada?
Los que conocí se constituyeron prófugos
o dejaron en sus cantimploras medias aguas.
Otros dejaron la lis por agarrar las mirras
y aún el viejo perrero huyó con los prostíbulos.
¿ A quién traeré a esta espantosa tierra de genios
en que cada quien moría asiéndose a sus lámparas?
Los bosques son verdes arriba y aún los árboles cuelgan
pero es inobjetable el pesado temor a dinamita.
Lo que en principio debió ser eterno solar de palaciego
se convirtió en campo regado por sudor y cimitarras.
Si quiero puedo mirar por mi mismo
e invocar que se nos revoque el destino otorgado a troya.
Pero toda flor que corre trepa a mis manos
y la serenidad de la galaxia me hace desoxidarme de repente.