La asesina
Era temprano, cerca de las seis de la mañana, debía hacer mi viaje desde el campo a una cuidad llamada linares, con las mezquinas luces de la camioneta iluminando el camino, avanzaba sin contratiempos, cuando de pronto, un animal se cruzó en mi camino, intenté detenerme, pero no pude, lo arrolle inevitablemente.
Sentí pena al imaginar el dolor que le había causado al pobre, tomé una linterna y me bajé del vehiculo, miré bajo éste, y no pude ver nada, absolutamente nada, los pelos de mi espalda se erizaron, y regresé rápidamente al vehiculo, estuve por un par de horas sin poder manejar, mis manos temblaban y no podía concéntrame, hasta que de pronto me dormí por unos momentos.
Recuperé mis fuerzas y continué mi camino, no tardé mucho en llegar a la carretera, una niebla muy densa me dio la bienvenida, fue así como decidí seguir mi camino atrás de un bus que tenía como destino Santiago. El viaje se llevaba a cabo sin contratiempos, el bus había alcanzado una velocidad mayor a la que mi vieja camioneta podía seguir, la niebla había menguado y el sol daba atisbos de ganar la batalla.
El bus se alejaba, ya me había dejado atrás unos ciento cincuenta metros, cuando de pronto vi caer una bolsa negra desde una de las ventanillas, por deducción supuse que de la del baño. La carretera estaba bastante baldía y empeñé a bajar la velocidad, paré muy cerca del lugar donde se había arrastrado la bolsa, era negra, miré hacia atrás para que no me fuera a atropellar un vehiculo, y la tomé entre mis manos para llevarla, hacia la orilla, mayúscula sorpresa quedé con mis manos llenas de sangre, la bolsa estaba completamente ensangrentada, temí lo peor, un escalofrío me recorrido desde la cabeza a la punta de los pies, intenté desatar la bolsa, pero no podía se me resbalaba y el nudo estaba bien apretado, opté por romperla, al ver su contenido, mis piernas temblaron y me desplomé.
No recuerdo nada mas, hasta que una pareja de carabineros intentaba despertarme, me palmoteaban la cara, cuando de pronto abrí los ojos, la carabinero al ver mis manos ensangrentadas, se acercó a la bolsa y con una varilla empezó a hurguetear en la rotura que yo le hiciera. Dios mío-fue lo que alcanzó a decir antes de palidecer y apoyarse en mi camioneta para vomitar. El policial desenfundó su pistola y me apuntó con ella.
Que hay el la bolsa mierda-me dijo. Pero yo no pude hablar, estaba demasiado choqueado para responder, solamente le hice un gesto para que fuera el mismo quien la abriera, con mucho cuidado como si se fuera a enfrentar a un asesino, abrió con la punta de la pistola la rotura de la bolsa, también palideció y corrió al vehiculo para avisar, no pasó mucho rato cuando el lugar estaba lleno de policías, intentando que yo hablara, y lo único que pude decir fue:-cayó de un bus.
Ellos alertaron a todas las patrullas para que buscaran en los buses que viajaban a Santiago algún atisbo de quien había sido la culpable.
Lo único que pudieron encontrar fue un bus con un baño ensangrentado donde una madre diera a luz, según dicen el chofer y el auxiliar del bus vieron bajar a una mujer joven, de unos veinte y pico años, la buscaron, durante varios días y nunca encontraron huella que quien fuera la asesina de su propio hijo.