PINTAR SU CUERPO CON PALABRAS
 
Ella llegó a la cita del diván,
Trémula y decidida
Cinco minutos antes de lo pactado…
Sorprendiendo sus pudores e inhibiciones de hombre…
 
El habría de pintarla,
Ella modelaría desnuda para él…
 
Y el delinearía su milagro de piel,
Sin mas que un color de pluma…
Con palabras…
 
Ella evito sus mínimos temores con silencio,
Al ver la cara muda y aterrada del poeta Caballero.
 
Evitó lo explícito de lo evidente de las miradas…
 
Quitó sus prendas suavemente,
Un tanto disimulada…
Sin poder, aun así, detener su mente, ni la de él…
 
Cubriéndose solo a medias,
Femenina, buscó la delicadeza de su poce…
Mientras que él, pintor de letras, se transportaba…
 
Ella callo sus silencios…
Por fin…
Un instante antes que el…
Atreviéndose sin perjuicios a cruzar su mirada.
 
El viajaba al encuentro destallado del brillo de sus hombros…
En lo inverosímil de algún espacio que le proporcione palabras…
 
Ella confundía sus temores inocentes,
Con los infantiles miedos de su poeta, pintor de palabras…
Deseaba mas… mas que su retrato.
 
Lo miraba con piedad por instantes…
Y entrecortada de alientos, húmeda se acomodaba…
 
El contuvo su aire, entre cerrando el cortinado de la ventana.
Para cuidarla de las luces intimidantes,
Con tenues sombras… Porque la amaba.
 
Vio su cuerpo… oh si…
Vio su cuerpo suavemente iluminado, con su alma…
 
El sol inundaba desesperado el poco brillo con el cual ingresaba,
Bañando el cabello lacio y plenamente oscuro…
Y al hacerlo, recordaba el manto  azul de la noche
que albergaba a la luna que tanto amaba…
 
La roció atrevido con su brillo,
Quizás un poco mas de lo que el poeta necesitaba…
 
Baño sus hombros suaves, estremeciendo de un calor desparejo,
Los poros de la modelo, para que ella se erizara…
 
El poeta levantó su pluma al notarlo,
como  si fuera una espada…
Y el sol se contuvo como escudero fiel
que aprendía modales mientras que impaciente aguardaba...
 
Al comenzar a delinearla en el óleo
las redondas vocales temblaron entre mezcladas,
Con consonantes cortantes, como afiladas…
 
Al intentar describir la redondez inferior de sus pechos,
Con la línea recta imperfecta de ellos,
Que en su parte superior,
Desde el centro de su corazón comenzaban…
Surgieron los senos del ocaso… como soles del alba…
 
La manos de ella se incomodaban…
Valla uno a saber porque…
Si de intriga, deseos
o pudores inocentes de su alma…
 
Continuó describiendo su cintura…
El centro de las cosas que no se hablan…
Y como centro del universo describió su ombligo de mujer
perfecto, suave y pequeño, como el de las hadas…
Deseando ser el sol que lo abrigara…
Suspiro de aliento el óleo,
Perfumándolo mientras la pintaba…
El deseaba tanto que ella lo recordara…
 
Y excedido en locura de hombre,
O en amor inoportuno para el instante que atravesaban…
 
Con millones de puntos suspensivos,
Salió de su hoja formando las líneas de las piernas que ella cruzaba…
 
Con mínimos detalles finales terminó su cuadro,
Tan solo para concluir los bordes de las extremidades que lo llamaban…
 
Tomó una de las rosas de su escritorio…
Se acercó hasta ella…
 
Y de rodillas se la obsequió,
Junto al papel de un sin fin de palabras…
 
Rogaba el milagro poco caballero y poco poeta…
Y le fue concedido…
 
Ella dejó a un costado la flor, junto al poema que la pintaba…
Y lo besó…
Sin mas palabras…
Ni escritas…
Ni pronunciadas…