Algo que pas en provincia
Publicado en Oct 07, 2010
Hablábamos en grupo de amigos, de cosas que nos habían impactado.
Recordé una nota, leída hace tiempo, en las páginas de un diario local. Sucedió en una zona marginal de la provincia de Buenos Aires, en un asentamiento precario, de gente llegada de otros lugares para buscar el sustento en trabajos muy duros. Apartada del resto, en una casilla de maderas y cartones, se instaló la pareja, proveniente del interior. No tenían amigos, ni se relacionaban con sus vecinos. Los dos salían al amanecer, el mismo ómnibus los trasportaba a la capital, ella caminaba seis cuadras para realizar tareas de limpieza, en oficinas. El a una obra en construcción donde lo habían contratado como peón. Regresaban de noche. Ella inició, dos meses atrás, una peligrosa relación con un muchacho de la zona, que le sugirió la necesidad de deshacerse del marido para irse a vivir con él. Le proveyó un arma cargada y le dio instrucciones para usarla, aconsejándole que era preferible hacerlo a quemarropa, cuando estuviera dormido, para evitar alguna reacción. El hombre fornido, ella frágil, no tendría posibilidad de defensa. Frágil también de mente, siguió al pie de la letra las lecciones recibidas. Dormido, le descerrrajó un balazo en la sien. Envolvió el arma en un diario viejo y salió para esconderla entre matorrales a unos ochenta metros de la tapera. Iba a cebarse unos mates cuando, al entrar, tropezó con el hombre. - Dónde estabas? Le preguntó. Ella inventó – Uno de los perros aullaba, por una espina en una pata, ya se la saqué. - Me duele la cabeza, dame un mate. - Estás cansado, andate a dormir - No, acompañame, estoy mareado, en el bus se me pasará. Fueron hasta la parada, él apoyándose en ella para no tambalear. Tenía ese día libre por tareas de desinfección en el edificio de oficinas. Volvió a la tapera, encendió la radio mientras tomaba unos mates. A mediodía un auto policial se detuvo en la entrada. Se identificaron los agentes, preguntó uno de ellos si era la vivienda de Pedro Quispe, si ella era pariente. - Puede acompañarnos? – Si, contestó la mujer sin preguntar nada, sorprendiéndolos con su pasividad. La llevaron al hospital de urgencias. Esperó una media hora. Un médico la saludó. Le preguntó si era esposa de Pedro, si habia notado algo raro, un malestar cualquier cosa ocurrida últimamente y que hubiera llamado su atención. -No- dijo escuetamente. Tampoco hizo pregunta alguna. La hicieron pasar a la morgue. En una camilla, acentuada la palidez cadavérica, por la luz artificial, lo reconoció, sin experimentar la menor emoción. -Si, es Pedro,-dijo -Lo trajeron inconciente del trabajo. Falleció una hora después, -aclaró el médico. Pensó que su falta de reacción se debía a un shock, la hizo sentar para tomarle la presión. La autopsia reveló lo que nunca hubieran sabido, de no hacerla. Al rapar la abundante , oscura, áspera cabellera del occiso, un pequeño círculo, casi imperceptible con restos de sangre seca que lo había obturado, dio la pista que siguió el forense. Completados los estudios, la mujer se presentó al careo y aceptó los cargos sin objeciones. Buscaron al sospechado de inducirla, había levantado vuelo, sin dejar rastros. El mayor impacto que tuve, la inconmovible actitud de la mujer que en ningún momento demostró, aversión ni odio por el marido, que justificara ó atenuara su acción. Su comportamiento, al saber que no murió inmediatamente, cuando lo acompañó hasta el bus. Finalmente la falta de reacción como para ni siquiera fingir sorpresa al enfrentarse con su cadáver. En definitiva, pienso que la mujer no es normal ó no tiene sangre en sus venas.
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Daniel Florentino Lpez
Las crónicas policiales desnudan
las miserias de la condición humana
Un abrazo
Daniel