Vivo en lo más gris que me trae la ísla
recordando las diáfanas delicias de mi exilio.
Aquí mi estancia no está con las personas
y puedo holgarme entonces sin hacer compromisos.
Hablo con las arenas y sus vetas extrañas.
Veo que se repiten las vueltas de los mares.
A lo lejos el cielo da silbidos morados 
y se escuchan venir los oleajes cárdenos.
Mis pensamientos son como blancos caballos
que llegan al encuentro del cielo y sus empeines.
La mañana insonora me llena de sus fábulas
y dejé la anarquía de los seres estériles.
Aquí pùedo morar sobre  todas las voces
y soñar con hembras que sean dialogantes.