Cuento para no lerselo a un infante
Publicado en Jun 15, 2009
Por Roberto Gutiérrez Alcalá
La dulce ancianita que se había ofrecido a cuidar al hijo de sus vecinos mientras éstos asistían a una fiesta, comenzó a improvisar con angelical voz: -Érase que se era una bella princesa que estaba perdida en un bosque lúgubre y sombrío... El niño, un simpático gordito de ademanes torpes y mirada melancólica, se sentó sobre la alfombra de la sala y ahí permaneció inmóvil, casi sin pestañear, hasta que la viejita hubo terminado: -... y se casaron y fueron muy, pero muy felices. Entonces se incorporó trabajosamente, se dirigió a la vitrina donde su padre guardaba un revolver Smith and Wesson calibre .38, lo tomó entre sus manos y, al tiempo que se lo vaciaba en la cabeza a su aterrada cuidadora, le preguntó calmoso que si acaso creía que era un retrasado mental, o qué. De La vida y sus razones. Editorial Aldus
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