La muerte blanca de un Pantera Negra
Publicado en Jan 29, 2009
Nunca hubiera pensado que mi fin llegaría a manos de un hermano. Alguien a quien seguramente di desayuno y orgullo de raza, a quien enseñe a defenderse con las armas de la brutalidad policial y el poder del capital de la gente blanca, tan blanca como la cocaína que vende y consumo, tan blanca como la nieve de los fríos inviernos del Harlem, tan blanca como las sabanas y paredes de un hospital que se le niegan al negro o la camisa de la enfermera que yo y mis camaradas organizábamos para curarlos de las enfermedades que por el hambre, la falta de atención y el abuso mataban a los nuestros. Nunca hubiera pensado que un hermano aquí en las calles de Oakland, un pandillero que irónicamente llama a su banda la Familia de la Guerrilla Negra, aquí donde yo forme la gran guerrilla de las Panteras Negras, a las que el mismísimo J. Edgar Hoover condeno como el principal peligro del Imperio americano, que aquí en casa, por un poco de cocaína y crack, por un poco de droga, me encontraría revolcado en un charco de sangre. Nunca hubiera pensado que la muerte me llegaría así, tan anónima y oscura como el color de mi piel o la piel de mis hermanos del África, como la piel de las panteras, como las noches oscuras en las calles de los hermanos que nada tienen más que unos cartones y un viejo abrigo para refugiarse del frío blanco, tan blanco como la nieve y esta cocaína que se me niega, tan blanca como la piel de las mujeres que nos miran con deseo de lujuria o con desprecio racista por nuestra negritud. Nunca hubiera pensado que estas tres explosiones de las balas que yo enseñe a disparar a mis hermanos de la comunidad para hacer la guerra al capital iban a atravesar mi cuerpo obligándome a revolcar en este charco de sangre, mi propia sangre de hombre negro, por un poco de blanca cocaína, a manos de un hermano que se dice de la Familia de la Guerrilla Negra por el dinero que los blancos dueños del capital poseen explotando nuestra sangre y que nuestros hermanos a duras penas obtienen dejando su sangre en ello.
Nunca hubiera pensado una muerte tan inmerecidamente estupida para una pantera negra.
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Mariela Gmez
soledad