La verdad es lo que se ve
Publicado en Jan 29, 2009
La verdad que veo y no veré
—La verdad es lo que se ve —susurró papá entre sollozos. Y se voló la cabeza de un balazo. Nunca olvidé la imagen y sus palabras. La confusión de ese momento tan angustiante me hizo negar el dolor. Es extraño cómo la duda planteada en esa pequeña sentencia disipó ese dolor, momentáneamente. Durante años busqué el significado de las últimas palabras de mi padre. Y no en vano, precisamente. Soporté la pena y la miseria de no saber por qué todo este tiempo desde el día del suicidio, en el que mi papá me dejó en herencia el más duro legado que se puede otorgar, aquel que no te permite vivir con los otros, sino que te hace buscar día tras día esa verdad que se me escapaba como un fugitivo entre las calles sinuosas de mi espíritu. Espíritu. La verdad es lo que se ve. Una y otra vez busqué esa verdad en la escena del disparo. Y lo que veía no era precisamente espíritu, sino una masa sanguinolenta e inerte con forma humana, pacífica y a la vez provocadora de turbulencias internas. Pero sin duda más cerca de la verdad que yo mismo con toda mi vida que tampoco es mía. Una vida de lo que se ve que le pertenece al que la ve. Y nada más. Hoy repetí la escena con otro pobre diablo por enésima vez. Y por fin hallé que ese cadáver frente a mí pertenece a esa verdad. La es. Y es en virtud de ella que hoy veo y apunto el arma a mi propia boca para ser como papá –y no para reunirme con él como pensé más de una vez en mis fantasías de creyente– y como todos aquellos que me ayudaron a encontrarla. No lo veré, no los veré. Ya no están. Pero formaré parte de la única realidad inquebrantable.
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