Tamara
Publicado en Oct 25, 2010
Una tarde de noviembre creo que fue, la verdad es que no lo recuerdo bien, pero sé que fue una tarde cuando la vi... Flaca y altiva, escondida detrás de unas gafas y con un flequillo que me llamaba la atención, su cabello negro y largo despertaba las pasiones de mis ojos que no podían dejar de mirarla, aunque parecía muy frágil, en realidad no lo era, el primer encuentro que tuve con ella se debió a un pago que me habían realizado mal. Tamara, así es su nombre, tan especial como ella. Giró y olvidando u obviando las diferencias que había entre la encargada de un local de Cañitas y un proveedor que bajaba de un camión me habló con un tono demasiado imperativo para mi gusto. Ella me daba la orden de que cambiara el cheque o caso contrario lo denunciaría como robado… es usual que estas cosas pasen entre empresas de esta forma, lo que no es usual es que una mujer tan delicada y bella haga frente a alguien como yo, y para magnificar la acción con ese talante. Quizás fue a partir de allí que comencé a mirarla con otros ojos. Siempre la seguía estacionado mis pensamientos en su belleza particular y en sus ojos escondidos. Alguna vez mi teléfono sonó y detrás del frío parlante escuché su voz, el sonido era totalmente distinto, lejos estaba aquella mujer que me había increpado de esa manera, su voz ahora susurraba calma y tranquilidad, no importa para que llamó y la verdad es que tampoco lo recuerdo bien, pero si sé que el tono y el pausado de las palabras eclipsaron mis oídos. De a poco fui pasando más y más seguido por su puerta antes de entrar al Pub de al lado y también de a poco aproveché una y cien veces para volver a verla. Me seguía pareciendo tan frágil como el cristal y tan hermosa como la rosa cuando abre sus pétalos al sol, extrañamente nunca tuve el valor de hablarle, pero sí de seguir mirando la belleza particular que la encerraba detrás de ese pequeño cuerpo. Una tarde detrás del polarizado de los vidrios de mi camión, me quedé observándola y en aquel momento supe que ante la primera situación que tuviera no dudaría en hablarle, la suerte me acompañó y ella volvió a llamarme, en ese instante tomé el valor estimulado por haber visto aquellos ojos esa misma tarde y no dudé en decirle lo hermosa que la veía, ella sonó como sorprendida y dejó pasar mis cumplidos con solo agradecerlos, días después nos encontramos en la vereda y allí volví a decirle lo hermosa que mis ojos la veían... Después que pasara un tiempo, me animé a contarle que me moría de ganas de ver sus ojos de cerca, de sentir el sonido de su voz, no solo por el frío parlante y que su oxígeno fuera el mío aunque no fuera más que por diez minutos, lo hice una noche después de verla acercarse a la puerta, me moría de ganas de hacerle saber que mis ganas palpitaban al ritmo de su respiración y allí mismo cuando pasaba uno de los vendedores ambulantes de bijou que rastreaban la zona por la noche decidí mandarle un presente que abriera el secreto de mis ganas y el pedido a sus ojos que por favor me miraran... El anillo entre los escogidos llegó a destino y al día siguiente las casualidades rompieron las ganas, detrás del frío parlante otra vez escuché su voz, solo que en esta ocasión me contaba con palabras las cosas que no quería oír… en tres días partía a vivir a Bariloche... Bueno, la suerte me volvió a ser esquiva, se llevaba las ganas y el impulso y no se quedaba allí, también se empeñó en llevarse a Tamara, esa mujer de finas facciones escondida detrás de las gafas y que se estaba adueñando de mis minutos a diario cuando paraba solo para verla. Como de repente me quedaba con el final de algo que nunca empezó opté porque fuera un buen final y decidí que en su viaje se llevara el mejor de los recuerdos, el mío, y elegí las rosas más hermosas para que la perfumaran en su viaje. No sé muy bien cómo o por qué pero un rato después estaba frente a ella. Hermosa y sutil como la había visto, en cada mirada se adueñó de mi silencio y las palabras que brotaron de mí fueron las más estúpidas que pude regalarle... No aguanté la resignación de no volverla a ver y ahora sentado en una mesa de la vereda escribo este cuento que tendrá el final triste de su partida... Mañana Tamara se llevará consigo su belleza, su voz y mis sueños de contarle lo hermosa que la veo a diario. Las cosas siempre pueden empeorar y así pasó, un par de horas después que le regalara una carta de despedida sonó mi teléfono, en él otra vez la fría voz detrás del parlante, pero esta vez Tamara sonaba más cerca. Su voz me contó que quería que tomáramos un café antes de que se fuera y así volví a Cañitas a buscarla, mientras manejaba seguí hablando por teléfono con ella, casi como para no perderla, me esperaba a dos cuadras de donde trabajaba, en un bar que visité tantas veces ya. Antes de llegar y sin cortar la conversación bajé en el Pub de un amigo y levanté una botella de Ruttini y dos copas, inmediatamente después estábamos los dos en el auto hablando del por qué se iba, luego de unos minutos y bajo las ramas de un árbol de una plaza de Belgrano comenzamos a disfrutar de ese vino tan delicioso. El vino nunca lo terminamos de tomar y los besos que fundimos con nuestras bocas se volvieron la llave del sexo desenfrenado que nos hizo perder la noción del tiempo. La mañana nos encontró acostados al costado de una glorieta en el patio de un albergue transitorio, nos besamos una y otra vez, al salir de allí Tamara comenzó a contarme que quizás en un par de meses volvería, acerqué mi mano a sus labios y callándola le pedí que no hablara más... Las cosas deben seguir su curso y quizás alguna otra noche en Buenos Aires o en Bariloche nos volveremos a ver. Cuando bajó del auto, en la puerta de su casa, vi como mi deseo y las ganas de seguir al lado de aquella mujer se iban de la mano de un par de bolsos a miles de kilómetros de mí...
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