Las noches tienden a ser subliminales
y a entrar entre mis sienes como un abismo negro:
Me hacen tiritar de fiebres en el baño.
Me hacen alucinar con retratos somnolientos.
Las noches entran en mí con sus rostros femeninos
aunque jamás he degustado el ácido lisérgico.
Cabalgan por debajo de mís diarias ideas
y me llevan a ser circunstancial telépata.
Pero las cosas con las que hablo se encuentran corrompidas
y sus palabras suenan a meandros de aire:
Entonces veo volar el tiempo en aspavientos
y me siento erizado entre varios planetoides.
La noche es una golfa que me causa ceguera
y me hace perseguir sus más locas urdimbres.