Los bandidos tienen poco que perder,
Quizás por eso sigan una vida mercenaria.
Pero hubo una vez,
Uno, que intento soñar...
 
Al ver a aquella princesa,
Quien le hizo creer que podía volver el tiempo atrás
Y ser el niño que no fué
Niño, que añoraba crecer y convertirse en su paladín, su caballero, su héroe.
 
Aunque eran breves los momentos a su lado,
En ellos notaba que a pesar de sus pecados, su alma continuaba inocente y diáfana;
Como la de un pequeño abriendo sus alas a la vida,
Encontrando la primera luz verdadera en su camino.
 
Ella lo había hecho soñar
Sin siquiera saberlo,
Al orgulloso, que sin elección ni arrepentimientos
Seguía un camino gélido y oscuro.
 
Con solo una mirada cálida de aquella doncella,
El ahora pequeño bandido sintió que quizás el mundo no era tan frío,
Y que fundir sus almas en un beso que detuviese el tiempo
Borraría todas las pesadillas de sus noches indefensas
 
Y en un amanecer inmortal consiguieron ese beso
Haciéndolos sentirse invencibles, eternos
Explotando mil y un sentidos a su paso,
Dejando atrás el mundo conocido y creando uno nuevo,
Solo para ellos.
 
No obstante tuvieron que entenderlo,
Lamentablemente debían volver a su realidad,
Olvidando eso que tanto habían querido que sucediera,
Despertando de esa dulce derrota improvisada.
 
Los sueños duran hasta el amanecer, su tiempo no vuelve, ni se detiene,
Y los bandidos, ya sea por instinto u orgullo,
Sabemos que es mejor desaparecer en un mundo frío,
A mostrarnos heridos frente a una cálida mirada.