¡Clic, clic, clic! Se escucha la cámara digital mientras tomo las fotografías de la boda  de mi prima Susana, cambié la función de cam a view para revisar las imágenes antes de continuar. Los miles de píxeles me muestran con nitidez las sonrisas de todos mis parientes. Cuando la compré me prometieron lo último en calidad, podrás registrar hasta los pensamientos de la gente me prometió el chico del mostrador. ¡Qué buena es esta cámara! pienso, pero es inevitable que me invada la nostalgia por esa textura de grano formada por las sales de plata, componente químico fundamental que formaban la imagen al oscurecerse bajo la luz. Antes, cuando se hacía una foto, realmente te tomabas el tiempo necesario para decidir qué registrar, trabajabas en tu encuadre, llevabas tu rollo kodak a revelar y tenías que esperar para ver los resultados, a veces eran días. 
Actualmente nos encontramos con un nuevo tipo de imágenes, con características muy diferentes. Los procesos digitales ofrecen fotografías con una calidad casi tan alta como los métodos tradicionales. Éstas pueden sorprendernos por su perfección, pero todo el mundo, y especialmente los fotógrafos profesionales, acostumbran menospreciarlas inmediatamente por ser imágenes de una característica muy diferente. La razón principal para esta discriminación es el aspecto que les aporta su componente estructural, el grano o formante de la imagen. Las imágenes digitales no tienen grano como las imágenes fotográficas. En su lugar están compuestas por una retícula regular de cuadrados a modo de mosaico, cada uno con un color diferente, que al observarlos desde la distancia adecuada forman la imagen. es decir, las imágenes digitales en vez de formarse mediante el grano se forman mediante píxeles. Los gritos de mis tías y de mi prima Susana apresurándome me devuelven al presente. Continúo tomando las fotos a la bola de desesperadas. ¡Cómo me encantaría poder tenerlas quietas como estatuas de marfil por unos minutos mientras les tomo la foto con una cámara minutera de los años 30.