Ando en los finales de toda trayectoria.
Debajo de los búhos se espesa el lupanar.
Voy por los caminos de cualquier fascineroso
invocando a que caigan estrellas claveteadas.
La noche de borrasca se levanta en su horror
y tiendo a caminar sobre lerdas raíces.
Rememoro las imágenes traídas de mi infancia
y una lágrima sacude mi mejilla de muerto.
El cielo está aún sembrado de relámpagos
y va mi corazón hinchado por secuelas.
Veo pasar jinetes destruyendo a sus víctimas.
Veo mis llagaduras en espejos quebrados.
La luna se extiende como una vela larga
y le mienten las bellas a la que es fealdad.
Todo se borra a la siga de mis pasos.
¿ Quién puso para mí esos pantanos negros?
¿ Quién se jactó en jardines para que yo segara?
Voy a los límites máximos de todos mis hastíos
y la vida me sigue con sus cuerdas frenéticas.
Ando al paso que lleva a olvidos infinitos
como el frío cadáver de algún terrateniente.
Busco los espacios donde la noche cese
y pueda yo lanzarme a lacerarme el cuello
con ramas de eucaliptos o tijeras de tréboles
y no vuelvan a mí nuevas resurrecciones.