El intercambio
Publicado en Nov 09, 2010
-Sí, creo que estoy enamorado.
-Y bueno, entonces solo tienes que decírselo. -No puedo, y ya sabes por qué. -No, no lo sé. -No quiero defraudarla, se que el solo hecho de escucharlo de mi boca la decepcionará. Mi relación con ella es buena y no quiero perderla. Estas palabras son las que intercambiaron Esteban y su hermana, María. La chica a la que hacen referencia es de origen holandés, y solo estará en la ciudad seis meses más, ya que vino al país por un intercambio escolar. Esteban nunca creyó que podía llegar a enamorarse de ella, sobre todo porque siempre supo que una posible relación con ella tendría -inevitablemente- fecha de vencimiento. Ellos compartían mucho tiempo juntos, se veían a menudo y sin lugar a dudas quien los miraba aseguraba que estaban hechos el uno para el otro. Era gustoso verlos reír, bromear y hasta pelearse y discutir. Eran casi como hermanos. Y él eso lo tenía claro, por eso mismo había decidido silenciar sus sentimientos. Ella no sentía nada especial por él, lo quería y le gustaba compartir tiempo con Esteban, pero era solo eso. Nunca se le cruzó por la cabeza siquiera insinuar que podía llegar a pasar algo entre ellos, ya que valoraba mucho esa relación que habían construido. Las horas, los días y lo meses pasaron, y ellos seguían juntos, y disfrutaban más que nunca cada uno de los momentos que compartían. Ella pasó su último tiempo en la ciudad de la mejor manera, fue una riquísima experiencia, y un año inolvidable, quizás uno de los mejores de su vida. Al llegar al aeropuerto internacional de Schiphol -Ámsterdam-, descendió del avión con lágrimas en su rostro, abrazó a su madre, y, con mucho miedo y dolor, le dijo: -Lo amo, lo amo, te juro que me duele el alma. -¿De qué estás hablando Ann? ¿A quién amas? -A Esteban, el chico de Argentina. Ann tenía el pecho cerrado y le costaba respirar, sin lugar a dudas que estaba muy angustiada. -¡No sé cómo voy a superarlo, en serio! -¿Pero por qué? ¿Se lo dijiste? ¿Él lo sabe? -¡No! Es que me acabo de dar cuenta, cuando venía en el avión. Igualmente no se lo hubiese podido decir mamá, lo hubiese decepcionado, el solo me quiere como amiga. Y no estaba dispuesta a perder su amistad, era demasiado importante conservarla mientras estuviera allá. Dos meses más tarde, sus actos impulsivos de amor se encontraron en el desencuentro. Para algunos eso hubiese alcanzado, era un encuentro al fin; pero no para ellos, el amor les había hecho pagar por su egoísmo. Jamás se olvidaron el uno al otro, y mucho menos los momentos que pasaron juntos.
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Guillermo Capece
este cuento es bueno, pero le van los comentarios que deje para "Don Juan".
saludos
Guillermo