Juan Bautista Bairoletto
Publicado en Nov 09, 2010
Hijo de inmigrantes gringos que a Santa fe, habían venido,
Juan Bautista Bairoletto, fue el Robin Hood argentino. Su padre, arrendó unas tierras, se instaló con la familia. El trabajo era muy duro. Juan apenas era un niño. Tuvo que dejar la escuela, había que colaborar. Murió su madre pero él no se permitió llorar. Su orfandad como una herida, fue lenta en cicatrizar. En su carita de gringo, mirada limpia y sincera, vestido como gauchito, peón en tierras ajenas. Apenas adolescente, inició una relación. con una joven bonita que en un burdel conoció. Para su muy mala suerte ahí mismo se presentó un cabo al que la chica, varias veces despreció. Amenazó fiero a Juan, que si lo volvía a ver rondando por el lugar, se las vería con él. No era fácil de asustar, se burló de sus palabras. Pero si no había una razón, era fácil inventarla. Arrestó el cabo, a Juan y en presencia de su amada, le propinó una paliza para doblegarle el alma. Repuesto de sus heridas, no de aquella humillación, Volvió el muchacho a buscarla y en el pueblo se mostró para que el cabo supiera que no sentía temor. No tardó en llegar y al punto, nuevamente lo insultó, de un lonjazo traicionero, del caballo, lo volteó. Le apuntó Juan y certero, en la garganta le dio. Los testigos asombrados del drama que se jugaba, la atropellada carrera del caballo con su carga que se esfumó entre el polvo que los cascos levantaban. Las circunstancias lo empujan, hizo lo que no pensaba Cansado de tanto huir, de esconderse, de ser presa de tanto inescrupuloso en busca de arma certera, nunca fue gatillo fácil, la vida, lo puso a prueba. Pide, le dan garantías y a la justicia se entrega. A Juan le cuesta entender porqué la justicia es lenta, Mientras el tiempo transcurre y el sigue tras de una reja. Él, que ama la inmensidad por los eternos caminos sobre su potro alazán, en busca de otros destinos. Los testimonios abundan, que lo dan por inocente le otorgan la libertad. Tarde. Ahora es diferente. Descreído de la justicia, Juan se convierte en bandido y reparte entre los pobres lo que le saca a los ricos. La gente humilde, lo ayuda y le ofrece protección Lo esconden y lo proveen, si amerita la ocasión. Él retribuye con creces si la situación permite y se establece un acuerdo secreto, tácito y firme. El instinto que señala al inocente, en el humilde, es un instinto preciso, muchas veces infalible. Prófugo, huyendo sin pausa, bebiéndose los caminos, con sabuesos tras sus pasos, traicioneros asesinos que le tienden una trampa y le marcan un destino. Otra vez, no volverá a sufrir en la prisión. El arma apunta hacia si. Es su última decisión.
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Gustavo Adolfo Vaca Narvaja
Felicitaciones
haydee
Saludos
Filiberto Oliveros
cogió a una chica en burdel / pa´ que se fuera con él / / Pero un cabo envidioso / se enfrento a Juan
Bautista / quien lo saco de la lista / de un sólo tiro rabioso / Hay veces que en la justicia / lo que impera
es sevicia // Que mala suerte de JUAN / al final se pego un tiro / cortándose su respiro / un Robin Hood
nos dirán/
Buen cuento hecho poema, nos trajiste querida haydee, el cual merece estrellas y un abrazo de
verdad de Filiberto.
haydee
Las circunstancias, hacen a los hombres.
Saludos!