La ciudad no es esta calle de tierra
ni hamaca en festín de lapacho
ni jardines donde vagan las voces del rocío.
 
Ni esas tardes de permiso fresco y agua
.
 La ciudad no es ese grito blanco,
        profecía de taza humeante
ni el aroma verde del noveno mes
ni el pregón de ilusiones
y la algarabía del candor.
 
No es la posesión de tu nombre
         en el cielo de enero
ni colonia de malvones que gatean bajo el sol
ni el sosiego que liberan las estrellas.
 
La ciudad es sepulcro de luciérnagas.