Tu belleza fue trampa a mis ojos
cansados de ver veleidosidades.
Tu lindura me tomó cual migraña
como quien toma su botín y transmigra.
Llegabas en el aire deciso
donde yo ya era brasa oxidada.
Borraste por completo mi sordera
y fuíste halagadora hasta sotavento.
Yo traté de esconderme tras las boyas
pero tus manos me lavaron de borrascas
y obtuve un segundo nacimiento
cuando me diste la savia de tus labios preciosísimos.
El cielo se volvió color granate
y empecé a amarte como a un bajorrelieve.
Pero te fuiste en lo breve de un vahído
dejando tu prúrito en mi alma cenicienta.