la mesa para el Sr Malik
Publicado en Dec 09, 2010
Prohibido prohibirGraffiti. Paris, Mayo 1968 La lectura es previa a la palabra Ernesto de Sousa Mi padre es carpintero como lo fue mi abuelo. Teníamos un taller al final del jardín de nuestra casa que olía a madera recién cortada y a cola de carpintero. El día que cumplí 17 años, sin comprender por qué, me encontré en el taller de mi padre sujetando un pedazo de papel de arena entre los dedos. Recuerdo su voz diciéndome: - Teo, tienes que lijar esta mesa hasta que la superficie quede suave al tacto. Debes pasar la yema de los dedos para sentir la lisura de la madera porque los ojos suelen engañar y no se puede confiar en ellos. Debes comenzar con los grados de lija gruesos y terminar con los más finos. Elige un trozo de madera que tenga uno de los lados bien liso, sostienes el papel abrasivo con la misma, sin presionar demasiado haces movimientos circulares sobre la superficie y poco a poco lograrás allanarla. No debes apurarte.Lo explicaba mientras me mostraba como debía hacerlo.Mi vida cambió bruscamente. Pasé de ser estudiante a aprendiz en sólo una noche.Estoy seguro que mis padres dudaron de mi inteligencia y pensaron que sería un gasto de mi tiempo continuar con mis estudios.La monotonía de reiterar el mismo trabajo me aburría, sin embargo fui aprendiendo el uso de las herramientas y comencé a gozar de las pequeñas victorias cotidianas que me permitían ir resolviendo los problemas. Mi padre advirtió mis progresos. Sin duda sería un buen carpintero como lo era él y también su padre. Comenzó a llevarme con él a ver a los clientes para que oficiase de su asistente.Siempre estaba nervioso el día que íbamos a tomar un nuevo trabajo. Llevaba una libreta de color negro y un lápiz sin punta. Anotaba la descripción del mueble que le encargaban y se ocupaba de reconocer el espacio que ocuparía en la habitación. Dándome un metro de cinta de acero, me hacía medir las dimensiones del cuarto donde iría el mueble que nos encargaban. Mientras, diseñaba los muebles de acuerdo a lo que él había interpretado. Me sorprendía la capacidad instantánea de responder a las necesidades del cliente. Cuando se lo comentaba su respuesta era - Experiencia. Esquematizaba varios diseños y se los mostraba al comprador quien sugería algunos cambios mínimos, quizás para sentir que estaba colaborando o para demostrar que era él quien decidía. Después de intercambiar ideas, hacía los cambios y ajustes necesarios. Me hacía medir en abstracto las dimensiones del mueble que fabricaríamos, anotándolas en su libreta negra.- Para mantener las proporciones bajo control, –decía.Cuando regresábamos al taller, se dedicaba a calcular los costos y las posibles ganancias.Nuestra vida transcurría sin sobresaltos. Yo aprendía el oficio de carpintero y a veces accidentalmente me martillaba los dedos. El dolor que estos errores me producían, aunque infrecuentes, era insoportable. Para espantarlo, sacudía la mano con violencia. Por la mañana de un día tranquilo, mientras realizábamos la rutina diaria, uno de los clientes de mi padre lo llamó para recomendarle que vaya a ver a un Señor extranjero llamado Malik, quien necesitaba una mesa de comedor. Comentó vagamente algo sobre la dificultad de entenderse con él porque no hablaba nuestro idioma.Como siempre en estos caso, mi padre llevó su libreta negra y a mí. Al llegar a la casa, nos atendió un hombre elegante de aspecto norafricano, quien con un gesto nos invitó a pasar. Los tres permanecimos parados en el medio de una habitación enorme, sonriendo en silencio.Yo comencé a tomar las medidas del cuarto mientras mi padre las anotaba.El señor Malik caminó hacia una esquina de la habitación, apoyando su espalda sobre la pared para permitirnos hacer nuestro trabajo, pero quedándose por si necesitábamos algo. Cuando mi padre terminó de dibujar distintos diseños se acercó al Señor Said Malik, que así se llamaba, para mostrárselos. Al mismo tiempo recitó el discurso que suelen articular los vendedores. Exaltó las virtudes de tal o cual madera al tiempo que desarrollaba teorías sobre la textura y el color de las paredes, y el por qué estas dictaban la necesidad de una madera dura de color rojo. El estilo sería definitivamente inglés, Sheraton para ser más preciso, ya que se imaginaba la mesa con patas muy finas. El señor Said Malik lo escuchaba atentamente aunque era claro que no comprendía. Mi padre se detuvo unos segundos. Entonces él aprovechó la interrupción para salir de la habitación y al regresar lo hizo con una adolescente, quien nos saludó respetuosamente.Escuché su nombre como un murmullo lejano.- Samina.- Mi hija. Después de mirar los dibujos por un tiempo interminable, conversaron en su idioma.Ella acercándose a nosotros, apoyó el dibujo sobre el suelo. Se sentó sobre la alfombra y esperó que nosotros hiciésemos lo mismo. Una vez instalados, desechó varios de los diseños hasta que eligió dos de ellos. Los colocó uno al lado del otro y nos hizo entender con sus dedos extendidos sobre el papel, que quería combinar las patas de uno con la superficie del otro. Mi nombre es Samina, estoy cansada de huir. Mis ojos esperan volver a ver las dunas acercándose al Mar Mediterráneo, sentir el calor de la arena entre los dedos de los pies mientras corro para evitar quemarme y allá a lo lejos el horizonte acariciando la caída del sol sobre las olas.Hoy, deambulando por los cuartos de esta casa sentí que estaba despojada de todo vestigio humano. En esta casa nadie jamás ha sentido ninguna de las urgencias de la vida. Aquí veníamos en verano a descansar y a refugiarnos. Nos brindaba la libertad y seguridad que necesitábamos, por eso viajábamos interminables horas en avión.La casa carecía de objetos innecesarios o necesarios, porque mi madre se las arreglaba para que todo desapareciera al final de las vacaciones.Escapamos varios años de país en país. Nunca supe cuales eran los motivos de esta vida en movimiento continuo y mis padres evitaban hablar de nuestra situación.- Está mal pensar y es aún peor escribir poesía –solía decir mi padre–.Mis hermanos se establecieron en lugares remotos donde sería difícil localizarlos y ahora que mi madre murió, mi padre decidió vivir en esta casa, porque de esta manera el pasado nos abandonaría.Cuando entré al cuarto y ví los carpinteros, tuve que contener mi risa. Teo, que así se llamaba el joven, era flaco, alto y desgarbado con una sonrisa fácil. Contrastaba con la seriedad de su padre quien parecía estar permanentemente preocupado.Bastaron apenas unos instantes para comprender que Teo fue el primer hombre que deseé. Intercambiamos silencios y el calor de su mano estremeció la mía al pasarle los diseños que su padre había dibujado. Pasaron varios días antes de que mi padre estimara el costo para la fabricación de la mesa para el Señor Malik. Cuando lo terminó, decidió que lo mejor sería ir hasta la casa y entregársela en mano, ya que llamar por teléfono iba a ser complicado y no sabíamos como nos respondería a una carta. Puso todas las páginas en un sobre marrón y me dijo: - Teo, entrégale ésta carta al Sr Malik. El diseño y el precio están incluídos, esperemos que acepten. Subí a mi bicicleta y fui hasta la casa de fachada blanca y estilo indefinido.Ella abrió la puerta y tomándome del brazo, me hizo pasar al hall desde donde podía ver varias puertas y escaleras que desaparecían en la penumbra. Vi la sensualidad de su rostro mientras me preguntaba a donde llevarían cada una de esas puertas. Le entregué el sobre que traía conmigo, pensando en esas películas norteamericanas de historia europea, donde el mensajero era acusado de traidor o criminal porque la carta traía malas noticias. En el mejor de los casos lo ahorcaban en represalia o si se sentían bondadosos, lo mandaban a una prisión repulsiva donde se quedaba hasta que la humedad le comiera los huesos y los piojos el cerebro. Sin abrir la carta, se fue por uno de los pasillos desapareciendo en la oscuridad. Me atreví a mirarla.Luego de unos minutos volvió con los dibujos en la mano y con un gesto afirmativo me dio a entender que su padre había aceptado. Cuando Teo trajo la carta, yo estaba sola. Pretendí que mi padre se encontraba en alguna parte de la casa porque tuve miedo de mí.Él se quedo en el medio del hall de entrada inocentemente.Cuando se fue, lo vi montarse a la bicicleta. Mis ojos lo siguieron hasta que fue un punto que desapareció en la distancia.Mi padre tuvo que salir del país. Yo me quedé en la soledad de ésta casa recorriendo los cuartos, escuchando el resonar de mis pasos nerviosos.Evitaba salir a la calle. La timidez y el desconocimiento del idioma local hacían que mi vida cotidiana se centrase en una prisión abstracta, donde los limites de la cárcel estaban en mi imaginación y me impedían gozar de la libertad que me fue impuesta.Hay días en que me animo a viajar en el subterráneo. Me divierte la oscuridad de los túneles, estar sentada alrededor de toda esta humanidad silenciosa de pasados y presentes inasibles, sospechas de allá en Africa en Asia o América. De los limites y monotonías de sentirse condenado al tedio circular de viajar todas las mañanas y las tardes en un círculo donde no hay principio ni fin.- Necesito ver a Teo.Aprendí las palabras que me serían útiles para comunicarme con él. Le escribí una carta larguísima contando la historia de mi familia en caractéres árabes y al final arriesgue simplementeTeo, ven… No podía dejar de pensar en Samina, su presencia me perseguía, era absurdo, la había visto sólo unos minutos sin embargo fueron suficientes para soñar, aunque comprendía que las distancias entre ella y yo eran insalvables. Por la mañana, antes de ir al taller para comenzar mi labor, recibí un sobre. Lo abrí con desdén ya que nunca nadie me escribía una carta. Para mi sorpresa, caractéres arábigos se desplegaban indescifrables sobre el papel. Adiviné el origen y me puse a girar las páginas para averiguar donde estaba el principio de la carta. Sabía que se leía al revés que nuestra lengua y me detuve al leer: Teo, ven. Samina.Temblé de incertidumbre y la escondí entre los libros en la biblioteca de mi cuarto. Por las noches ponía las páginas sobre mi cama e intentaba descifrarlas. Poco a poco, ante mis ojos se fueron transformando en un objeto visual. Ya no veía las palabras separadas por los espacios sino que eran una unidad cada vez más bella e incomprensible. Había dejado de ser un texto misterioso para transformarse en un dibujo develador. Decidí contestarle. Le escribiría una carta tan extensa como la de ella, donde le contaría la historia de mi familia.Aprendería a escribir ‘Te Amo’ en su idioma y lo pondría al final de la carta.Quería que mi carta replicase la de ella, que aunque careciera de significado aparente, se transformara ante sus ojos en un dibujo magnífico. Salté sobre mi bicicleta y me dirigí a la casa de Samina. La fachada blanca y extensa estaba frente a mí. Miré hacia las ventanas, vi que ella estaba detrás de las cortinas. Al verme, golpeó el vidrio de la ventana, haciendo un gesto para que esperara. Escuché sus pasos bajar las escaleras corriendo, abrió la puerta y me hizo entrar.Nos quedamos avergonzados, el uno frente al otro cuando sentí su mano acariciar mi cara y su respiración entre mis dedos. Nos amamos con las furias y la inocencia de la juventud. La carta que él traía quedó sobre el suelo del hall de la entrada.Cuando entró a la casa, lo tomé del brazo bruscamente y entre su aturdimiento y el mío se habrá caído de sus manos sin que lo advirtiéramos. Caminamos en la oscuridad del pasillo, corrimos escaleras arriba hasta llegar a la Torre.La Torre era mi habitación siempre que veníamos aquí.Es un cuarto pequeño, con ventanas a cada una de las paredes. Desde allí veía la ciudad. Nos sentamos uno frente al otro separados por una mesa absurda, comprendí que el tiempo es la suma de los silencios.Me escuché hablando con Teo, su respuesta fue una sonrisa de confusión, porque sabíamos que nuestras palabras eran incomprensibles para el otro y jugamos a escucharnos. Yo decía algo que él pretendía entender y me contestaba cosas que no tenían ningún significado para mí más allá del placer de estar con él.Impulsivamente mis manos acariciaron su cara, después todo fue un caótico frenesí de adolescentes. Cuando Teo se fue, levanté la carta y al abrirla reconocí los signos indescifrables de significados misteriosos. Sólo al final descubrí dos palabras mágicas “Te amo”. La sonrisa más bella que jamás tuve me persigue desde entonces. ¿Teo vendrá mañana?No podía dormir, ni parar de tocar las páginas de la carta con la yema de mis dedos. Sentía su piel erizarse en cada movimiento.Exhausta me dejé dormir. Varios días después mi padre regresó. - Debemos irnos ya. Se están acercando, descubrieron dónde estamos y es peligroso.No pude despedirme de Teo, todo fue silencio, confusión. Viví toda la semana en estado de elación. Sentía que ya era tiempo de ver a Samina nuevamente. Al terminar la jornada de trabajo con mi padre, le di alguna excusa para escaparme sin tener que explicar demasiado. Decidí caminar porque así tendría más tiempo de gozar las incertidumbres y felicidades que me acosaban. Al llegar frente a la casa de Samina, dudé si tocar el timbre o no. Me preguntaba qué le diría el Señor Said si justo me atendía él. Di vueltas esperando que Samina se asomara a alguna de las ventanas o por accidente encontrarnos en la calle.Después de un tiempo infinito, oscureció y no pude contenerme más. Impulsivamente toqué el timbre, esperando escuchar los pasos bajando la escalera. Nadie atendió mi llamado. Todo es silencio y confusión.
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Verano Brisas
gabriel falconi
me parece que hay algo de autobiográfico no sé porque
muy interesante me resulto ese relato paralelo de los dos amantes
son como dos cuentos en uno
saludos
mario flecha
mario flecha
gracias por leerlo
mario