La luz es bendita y se levanta
sobre las cúpulas de las sacristías.
Sus manos hacen arquitecturas
que vuelven palpables a las aristas.
Se desparrama encima de las velas
subiendo por todos los tramos del incienso.
La luz crea pasillos en las sombras
e ilumina las sienes con sus eternidades.
Traspasa los cristales de efeméride
y hace notoria la risa de los niños.
La luz esculpe los cuerpos en el día
y quebranta la noche encima de una antorcha.