El sueo errante
Publicado en Dec 23, 2010
Javiera con voz fuerte y cortante solicitó a los pasajeros le dieran espacio en el mismo instante que se abalanzaba sobre el hombre que yacía en el piso. El sujeto de unos cincuenta y cinco años, bien conservado, tendido de espaldas en el carro del metro parecía haber sufrido un infarto.
El destino asombrado miraba en una esquina, acorralado por los mirones que veían la escena con morbosidad más que preocupados por el estado del hombre. Seguro está muerto – decía una mujer regordeta; yo lo sentí cuando se caía y ví sus ojos y su boca abierta de una forma aterradora, por lo que supe de inmediato que el hombre había sufrido un ataque cardíaco, no por nada llevo cuarenta años de auxiliar de enfermería en el hospital…continuaba diciendo la mujer, contenta de haber encontrado audiencia. Ya más repuesto el destino se hizo paso entre los pasajeros para reconocerle. ¿Quien lo diría? se dijo - sí es él. Entonces le recordó de niño, en esta misma estación, caminaba de la mano de su madre, sus cortos 10 años no le permitían andar sólo aún. La gente empujaba, andaba a trastabillones tras ella -que buscaba hacerse paso entre la multitud. De pronto sucedió aquello que le quitó el aliento; casi golpearon sus cabezas -ambos de las manos de sus madres- sus ojos se encontraron, ella se veía un par de años mayor que él, su pelo ondulado caía graciosamente sobre su rostro, no impidiendo que el brillo de sus ojos dejara de iluminar su piel tono damasco. Una sonrisa inocente nació al verle, quedaron tan cerca, que pudo sentir la lozanía de su piel. Por vez primera creyó sentir la sensación de querer besar aquellos labios, casi pudo rozarlos, cerró los ojos ante la proximidad, pero un tirón de su madre le privó de su ilusión. Desde el vagón, la vio perderse entre la multitud, ella le escudriñaba con la mirada, como queriendo grabar aquel instante. El tren partió y el destino de ambos con él. Pasó largo tiempo bajando las escaleras de aquella estación, con paso indeciso preocupado de llegar siempre a la misma hora del encuentro, cultivando la esperanza de volverla a ver, más nunca sucedió. Años más tarde, en una calurosa noche de verano ella se le apareció en sueños. La veía crecida, conservaba su misma dulzura, sonriente y con ese fulgor en sus ojos le rogaba no dejara de buscarla, que desde entonces le aguardaba, mientras su figura se difumaba tras las tinieblas que cubrían la estación. Se despertó angustiado, trataba de entender el significado de aquel sueño. Aún con el pecho oprimido se incorporó con letargo apoyando su pesada figura en el marco de la ventana de su habitación, intentando encontrar una respuesta en la noche estrellada. El silencio y la pesadumbre del recuerdo dejada tras la experiencia onírica, permitieron que escapara envuelto en un sueño el deseo que traía desde niño, y éste comenzó a elevarse, elevarse, hasta perderse en la inmensidad de las tinieblas. Fue entonces, que hallado por una patrulla de guardianes, fue llevado hasta el gran consejo de los sueños, por ser “un errante”. Al ser consultado cual era su fin, sólo supo explicar, que había nacido en la mente de un niño que deseaba más que nada en la vida besar los labios de una niña que vio una sola vez, una niña que a esa altura ya sería una joven mujer. El consejo -a la luz de los antecedentes- le manifestó que tenían como opción condenarlo al "Vagar Eterno", pues las posibilidades de su realización eran remotas e improbables- o bien, que guardara cautiverio en el laboratorio de la ciudad, resignado a la espera improbable. Aceptó esto último. Una vez en el recinto, quedó sorprendido al ver como se albergaban tantos otros sueños como él, ahora taciturnos, moribundos, deslucidos, abandonados, debido a que sus dueños no encontraron nunca el camino para que ellos se hiciesen posibles. El encargado, le ordenó ingresar al interior del recipiente de cristal y - luego de sellarlo- lo llevó hasta una gran bóveda donde permanecería mientras su amo viviera. Al éste fallecía, él se extinguiría con él. Existía la remota posibilidad que el niño ya hombre cumpliera su deseo, entonces sería liberado y ascendería al nivel de los sueños conquistados. Pasaron casi cuarenta años, el sueño había decaído paulatinamente con el pasar del tiempo. Su caso fue llevado nuevamente al consejo, que estimó dado el tiempo de cautiverio - más que suficiente - y la candidez de su esencia, que al menos sus últimos años, los pasara en libertad. Sin ánimo se dejó arrastrar y en su peregrinaje sin rumbo se atenuaba hasta casi esfumarse. Después de varios intentos por recuperar al paciente, siguiendo los procedimientos aprendidos Javiera decidió practicarle respiración boca a boca, un acto mecánico que había realizado en más de una oportunidad. Sin embargo, el sabor acre de sus labios, le produjo una sensación absurda que le invadió y - sin saber por qué- se dejó llevar por su pasión de mujer y en un segundo intento más que propinarle aire, lo besó ardorosamente como si fuera su amado al que ella socorría; el hombre reaccionó al sentir la suavidad de sus labios y abrió pausadamente los ojos. Sus miradas se encontraron, aplausos y ovaciones de los presentes no lograron interrumpir la magia de aquel instante, ambos atónitos, se miraban dudosos en silencio, como tratando de encontrarle explicación al beso vivido. Uno de los paramédicos, al verla que no reaccionaba le consultó si se encontraba bien; con gesto brusco ella asintió, más no terminó el procedimiento. Él quiso incorporarse, no le fue permitido. Nuevamente la veía desaparecer entre la multitud, esta vez cerró los ojos y saboreo el dulce nácar de los labios de Javiera. Ella se retiraba desorientada. En tanto, contra todo pronóstico el sueño errante finalmente ascendería al nivel de los sueños conquistados. ************
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Daniel Florentino Lpez
Hermosa idea de sueños ascendentes y herrantes
Un abrazo
Daniel
gabriel falconi
redondo.... como un sueño conquistado...
felicitaciones
LOBOLEJANO