Nadie.
Publicado en Dec 25, 2010
Nadie.
Ni línea ni extensión ni tiempo ni derrotero azul ni abismo en movimiento. Solamente una luz o nuestros ojos como vientos de íntimas mareas si la voz no es más que un sueño y si el amor en su propio rostro inscribe un alto paroxismo de amapolas en la perfecta rivera inmóvil clausurada entre dos instantes. Yo sé estatuas. Yo sé otoños. Duro solsticio de aves por ritos en declive hímnicamente danzando. O altos insondables espejos naufragando a distancia. O fuegos fatuos de mandrágoras entre el siempre y el jamás. Yo sé columnas. Yo sé días. Eclipsadas mariposas en el punto más extremo del límite desligando ese punto , de otro , inefable, como término de pavor en el blanco centro del suicidio inquiriendo lo inescrutable. Nadie. Ni torres ni lagos ni tatuaje de las tardes en las extrañas sinuosidades del aire. Sólo águilas de alta mar sobre la absuelta intimación de los mástiles o absurdas y resentidas epístolas rayadas por escuadras rojas y meteoros infernales. Nadie. Tan sólo lo inútil como si de aquel árbol su duramen se desanillara hasta la imperiosa potencialidad de su propia ausencia. Nadie. Tan sólo lo inútil como un vasto alarido de silencio.
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