SOBRE PAJAROS Y TORMENTAS
Publicado en Jan 31, 2009
Quise guardar los inviernos
bajo la tibia escarcha de un viejo amanecer. Quise ahogar veranos en las aguas cristalinas de un río imaginario. Quise hallar la primavera y la encontré en tus ojos. Pero el viento me trajo las hojas del otoño. Y en el aire se olían los leños apagados Yo no hice ni un gesto. Sólo atiné a recordar aquella ternura que solíamos compartir. Me gusta amarte así. Intensamente. Cuando no estás. Cuando la gente me atropella, se amontona en los bares, o en la calle Me gusta amarte así. En secreto. Cuando todos se distraen y puedo imaginar tus dedos en mi pelo. Me gusta amarte así, cuando no estás conmigo pero estás en mí. Me han dicho que estoy equivocada, que cometo el error de estar enamorada Mas a mí no me importa si soy correspondida si acaso me mintieron si me hicieron el cuento, si me usaron... o no. Lo que vale es vivir al son de esos latidos por causa del amor vibrando con el eco tan sólo de una voz. Ya no escribo, es cierto. La gente me distrajo con su porte vulgar. Pero no importa, ya nadie va a quitarme las voces interiores, y los pájaros saben que volveré a cantar, y pintaré con palabras, un sol crepuscular o aquel puerto de besos, anclado junto al mar. Tal vez, en el otoño encuentre un recoveco para guardar las hojas caídas del rosal. O para esconder a la luna llena, que se lleva mis sueños a volar Tienes permiso, para mirarte en el espejo, para observar a tus ojos o a tus manos. Tú no lo sabes, pero son iguales a las de un ser que conocí hace tiempo Él era cálido, apasionado y dulce. Tenía rosas en la mirada y quería compartir sus ganas, conmigo... Pero ya no está, se ha ido. Y es por eso, que me gusta hablar contigo. Te le pareces tanto.. Desgranaba yo a la luna con tus ojos. Sepultaba mis miedos en tus manos. Y tu mirada quieta transitaba por los poros azules de mi sangre. Y fuimos uno. Uno sólo en la piel y hasta la boca, desgajando sonrisas poco a poco, enlazando a los soles con los sueños. Y siendo uno, sólo uno, fuimos todo. Amanece en los cristales, como entonces... Desnudo va el rocío por la calle... y es mármol la quietud en todas partes. En las grietas mojadas contra el vidrio, se deslizan ternuras todavía.... Aletean las luces en los nidos y en tácito silencio se detiene el instante. Amanece en los cristales como entonces... y por eso las voces se levantan descalzas Hay en su tristeza un llanto callado, de princesa que aguarda la llegada de una luna nueva. Cansada de soñar con lo imposible, ya no busca estrellas en el cielo azul de los veranos. Ya no habla con duendes invisibles, ni imagina siquiera el rostro del amor.. Y ya no verá nunca más reflejarse en el lago el rostro que veía en sus sueños. Con lo que desea y no tiene. Con aquello que en verdad no existe. Con eso sueña el poeta cuando escribe. Con el amor que al no tener inventa. Con la canción jamás oída. O la pasión nunca sentida. Sueña y sueña el poeta cuando escribe . He mentido Al poner en cada verso, al hombre imaginario que en verdad no encuentro. He pecado por soñar despierta con alguien que de pronto me tuviera en cuenta. Estaba tan vacía... tan ansiosa estaba.... que tuve que inventar, entre verso y verso, un amor perfecto como el de los cuentos. Todo el peso del mundo se desplomó sobre las pequeñas letras de mis versos. Tan frágiles cual gotas de rocío, alcanzadas de pronto por el miedo. Mis pobres versos... Tan inocentes como el asombro. Tan inofensivos como un sueño, que escapara de algún castillo de arena. Sin embargo, ellos pueden volar, como barriletes sin hilos. Ser los amigos secretos de la niña que vive en mí. que le canta a la luna, a las caracolas, a los barcos de papel, al amor que no tuvo, y al que fue. Al tuyo, al ajeno, Al que no existe, Al que es. Al de ayer. A la tarde. O al amanecer. Porque mis versos son, los juguetes que no quiero prestar. Simplemente los doy. Como regalos del alma. O del mar. De la brisa callada O del viento, quizás. Qué más da! Qué saben ellos que es lo que quiero que es lo que callo o lo que presiento. Qué saben ellos cuando la noche se hace poesía se hace murmullo se vuelve sombra. Cuando la luna se queda quieta, o cuando vuelan pájaros blancos en mis desvelos. ¡Qué saben ellos! Si fuésemos océano yo sería una ola y tú la sal. En el Universo... yo sería luna y tú la luz. Si fuésemos selva... tú serías árbol y yo la enredadera envolviendo tus ramas, tú serías tigre y yo la mariposa que lo ve pasar. Si fuésemos tormenta.. yo sería lluvia y tú el relámpago que ilumina el temporal Si fuésemos barco..... tú serías vela desafiando al viento Y yo proa dividiendo al mar. Si fuésemos un lugar.. yo sería montaña y tú ese lago sin naufragios. Si fuésemos un sueño... tú serías niño y yo el barrilete con que quieres jugar. Yo bella durmiente y tú, mi despertar. Si fuésemos tal cual... seríamos dos seres que se quieren amar. Si fuésemos opuestos... Yo sería mentira y tú verdad. Pero somos tú y yo. Tú, el hombre de mis sueños. Yo, la mujer que te ama Si tú quisieras... Sería la manta que abriga tus insomnios. La caricia que calma tus enojos. La lágrima que no puedes llorar El refugio de tu incertidumbre. El paisaje que te asombra La palabra que esperas. Y la persona con quien puedas contar En la latitud de mis recuerdos te extraño. Y cuando las sombras se aquietan a un costado del río. Porque huele a frutillas el césped de las siestas y los lirios florecen en la orilla. Te extraño... cuando los ecos imitan a las campanas y la alondra hace su nido en la rama de un árbol. Un día me di vueltas y me encontré con el tiempo. Era un montón de cenizas que abría tajos en mi alma. Sentí crecer la tarde que se hundió en mis ojos. Y supe que la vida era una fruta madura para comerse a tiempo. Un cosquilleo recorrió ida y vuelta mi garganta. El tiempo me quedaba corto y el mundo era un desierto, superficial, evasivo, de vicio elegante y apariencia refinada. Apenas un recorte quimérico, amueblado para disfrutar olvidos. Y la angustia arrasó conmigo. Mientras tanto, El tiempo seguía allí, afuera y adentro mío, sin pestañar, indolente, como una carcajada. De repente, busqué sin hallar en el callejón antiguo del recuerdo, aquella amiga o aquel amor de otros tiempos Y me reí de mí a carcajadas. Estaba tan sola, entre tanta gente que al pasar murmura, tose o estornuda, sin entender que dar, es compartir el viento o la mirada, encontrar el silencio, el pájaro sin alas, que sirva de pretexto a la palabra, a los barcos de papel, a la metáfora. Para que la vida deje de ser ese cadáver que se arrastra sin encontrar su rumbo. Azul es la tristeza. Me consta. Azul.... como lágrimas calladas. Diferente de aquél que en el verano, en un cielo de estrellas se instalara. Azul... Pero del otro. Añil, resquebrajado. Cuarteado como el alma que enmudece, como un remanso azul, cada mañana. Hay un escándalo de luna, deshabitado en lágrimas. Y un aullido de perros que se suma al crepitar del viento. El miedo retrocede hasta el exilio. Un grito desolado ha mutilado al silencio. Devastada de espumas y de barros, cual tajada de luz en quieto vuelo, la luna se convierte en sacrilegio. Como un sol apagado aparece la luna sobre mi alma. Luciérnagas de cielo, las estrellas, rebobinan su insomnio a los pies de mi cama. Colgado en mi ventana un rayo de luz estremece mis ojos y me ordena de pronto: ¡Levántate y anda! Estabas allí justo en frente de mi perplejidad, asombrándome con la tibieza de nuevos crepúsculos. Simplemente, te ví... y arrasaste conmigo Y ya no hubo más ojos que los tuyos. Ni otros besos que pudieran darme Ni belleza más allá de tus límites. Y quise escapar, no quería que oyeras mis voces interiores. Pero ya era tarde porque ya te pertenecía. Cuando tú te compactas, yo me expando más allá de mi pulso o mis latidos. Y si me marcho de mí hacia el azul profundo tú te quedas, aguardando el olvido. Yo me develo, sobre la arena mojada del insomnio y tú te duermes, bajo el sauce triste del silencio. ¿ Por qué será mi amor, tan grande el desencuentro ?. Caracoles, amándose al grito de las olas, en un vaivén de besos apretados. Y yo fui mar, navegante y timón, serpentina que vuela enroscada en el viento. Y tú fuiste sol, deletreando caricias en la espuma, invadiendo el cristal con luz de luna. Caracoles alados, surcando la locura de los sueños. Debatiéndonos, en la tempestad de nuestros miedos. Frente a frente, éramos un epílogo. Un abismo interior, que amontonaba cenizas con las manos. Un espacio, apenas, nuestro cuarto, mitad luces, mitad sombras, reptando en las paredes. Voces calladas, palabras sin memoria, transitando a tumbos por la sangre. Horas de piedra o mármol. De rutina a cuestas. De soledad pintada de gris. Sentíamos la vida en caos Y las canciones rotas. Allí estaba el amor, hecho destierro. Latigazos azules hay en mi piel, que se desangra en besos olvidados. Y tu ser, alcanzando a mi ser, tan vacío de ternuras y azucenas. Me quedé atrapada en el misterio de tus ojos negros Ya no tenía salida ni regreso. Y es por eso, quizás, que un jazmín me contó que eres río, eres miel, que eres mío y tal vez, una tarde de amor sin después ni porqués, nos reclame a los dos. Hay arcones de otoño en matinal postura. Verticales los ocres descienden el rocío y los ecos regresan al campanario del silencio. No hay besos ni estallidos de estambres ni pistilos. Sólo mariposas de cristal atrapadas en árboles de alambre. Y una lágrima de papel descolgándose de los ojos del viento. Se ha partido mi barco por la violencia obscena de la tierra. Haced un inventario de odios y miserias Y veréis que no es fácil hallar bosques milenarios. Que el aire está oscuro y contamina. Que la paz se ha quedado al borde de un aljibe y el planeta sucumbe a sangre y fuego. Por eso, no es mío este naufragio sino nuestro. En la penumbra interior de un medio día, tú y yo, como si nunca nos hubiésemos visto. Descubriendo de pronto, lo que mil veces no supimos ver. Una cálida voz. Una mirada transparente. Un sensible palpitar de voces que se callan. Quizás por no ceder Tal vez, por no querer suspenderse en el aire como un sueño. Justo en medio de la senda he perdido el rumbo de mi vida. Como aturdida, tal vez por un vuelo de pájaro. Como no sabiendo qué hacer con las semillas que no germinaron. Y me quedé sin el verde, sin las formas, sin las flores, sin una señal que me oriente. Pero qué importa, amor si aún puedo asombrarme de mi desconcierto. Quiero saber de ti. Quiero que me digas, de cuando jugabas con tu patineta. De cuando lloraste por una rabieta. De cuando reíste. De tu primer chica. De algún disparate. De tus aciertos y tus cobardías. Quiero que digas de la novia aquella. De los chicos tuyos. De tu amor tardío. De aquello que hiciste, sin saber qué hacías. De cuando creías que había tres reyes. De aquélla, tu tía, que te regalaba lo que tú querías. Quiero saber de ti, de tus fantasías De lo que pretendes lograr algún día. Cuéntame tus cosas yo las guardaré, donde nadie busca, donde nadie ve. Hubo un tiempo, de campanas en los dedos, de sol hecho espuma sobre el pelo. cuando la luna dormía en mis ojos hasta el amanecer. Hubo un tiempo de rosas sin espinas, de pies descalzos y tostadas con miel. De almanaques sin lunes ni finales de mes, y donde el después era largo, de horas lentas. Hubo un tiempo de coraje, cuando el mundo parecía estar a mi alcance. Y el miedo, no se atrevía a entrar. Pero un día me di cuenta, de que el sol, la luna , las estrellas y los sueños, estaban dormidos en una hoja de papel. Me sentía fuerte, protegida. Mi camino era fácil, sin tropiezos. Hoy no sé lo que siento o lo que quiero y no sé si es que quiero lo que siento. Y hasta pienso, que nada queda en mí que trepe por mi piel para saltar la ventana y no quiero que sepas lo mucho que me cuesta, mantener mi postura, la de siempre, la de todos los días, cuando yo miraba a los demás sin temor a encontrarme con unos ojos, como los tuyos.. Cuando yo era yo. Y tú, no me dabas miedo. Esconde bien mis versos. Que nadie sepa nunca, que tú los inspiraste, con tu voz, con tus ojos o tu pelo. Que nadie se dé cuenta que me desvelo en las noches con insomnio. Esconde bien mis versos. Y si alguien te pregunta, tú diles que no sabes que los hallaste un día, que tú no eres aquél que cabalga en mis letras. Escóndelos muy bien, pues pueden darse cuenta, de que tu color no es el gris sino el celeste, porque los versos no saben de silencios. Nadie es perfecto. Ni siquiera tú, que eres dulce con la voz y con los ojos. Que eres claro como un cielo sin nubes. Que eres simple y tibio como el sol. Que eres viento o tempestad, donde naufragan los miedos y la soledad. Nadie es perfecto ni lo será, mientras ocupes mis pensamientos. Quiero llegar al fondo de tus ojos, recorrer tus pupilas y contar en ellas tus amaneceres. Quiero poblar tu mente, tomarle el pulso a tus latidos, para saber si es cierto que aceleran cuando estoy contigo, cuando te miro a los ojos, cuando mis dedos rozan los tuyos. ¿ Qué escondes cuando viajas al país de los silencios? Cuando te sumerges en tus pensamientos? ¿Acaso buscas algo auténtico o transparente? ¿Acaso te lastima la indiferencia ajena? ¿Qué quieres esconder en ese refugio de luna y de montañas? Yo puedo adivinarlo: Allí puedes ser tú. Disfrutar de tus ganas sin pretextos ni excusas. Y no tienes que ser complaciente, ni ceder tu lugar a los demás. Allí puedes ser libre y hablar en singular. Por eso me gustas cuando estás ausente, porque tu silencio es tierno como lo son tus ojos cuando callas Me pregunto si el amor tiene medida o tiempo. O es simple afinidad. O complemento. Si es infinito, eterno o pasajero. Sólo sé que su verbo se conjuga en presente. Porque si es o no es lo es ahora. Y urge en la piel Acelera la sangre en las arterias ¿Qué cuánto dura? No sé. Tal vez despiertes y ya no esté. Pero cuando amas no puedes escapar. Se te verá en los ojos, en la forma de reír y hasta de hablar. Por eso, no huyas del amor pues donde vayas él te encontrará Cuánto vacío amor deja tu ausencia, a pesar de llevarte a todas partes Por eso en estos días de abriles por llegar, camino hasta el cansancio buscando ese lugar, donde el silencio hable con un verbo en plural, que me diga qué hacías, cuando el sol de la tarde, transponía el umbral. Por eso, amor hoy quise asaltar los parques, embarcarme en el viento, cortar flores del camino, aturdirme con gente, escabullirme en un cine, sentarme al borde de una fuente, jugar a los barcos y a las princesas. Y aún así, sentí el vacío de tu ausencia. Estabas allí, entre los seres grises, sin estrellas. Murmurando de a ratos, tu ternura. Parecías un sol de terciopelo, derritiendo el caramelo de tus ojos. Dijiste lo preciso. De la manera exacta. Y sin quererlo yo, sin saberlo tú, me descifraste entera. Eras un estilete de cristal rebanando uno a uno mis sueños, mi mundo, mi verdad, con la sutileza de un claro amanecer, Y entonces fue fácil, dejarse llevar por tu insolente frescura, casi vegetal, casi espuma, casi mar. y sentir ese burbujeo azul transitando por mis venas O descubrir de repente, ese aletear de gaviotas que hacía nidos en mi pecho. Es fácil escribir cuando se ama y el verde cubre al gris que opaca la mirada. Es fácil, Cuando hay luces que asoman por los ojos y hay voces interiores que hablan sin sonido. Puedo escribir en cualquier parte en una servilleta o en el aire. Puedo escribir en mi mente, en mis silencios, en medio del bullicio y de la gente. Puedo hacerlo sin letras o con ellas, pero no puedo hacerlo sin ti. Tiene los ojos De mil colores, fuego en la boca, sol en las venas y cuando besa, me quita el habla y el pensamiento. Contra su pecho, me abriga el alma y en servilletas, me escribe cosas, cosas que cuelga sobre una estrella Cuando tú no estás, no existe nada a mi alrededor. Ni siquiera el cielo podría cobijarme. Ni todas juntas las madreselvas, llenan el vacío de mi entorno. Pero cuando oigo tu voz florecen los lirios en pleno invierno, Y el mundo vuelve a ser ese lugar maravilloso donde tú y yo nos encontramos Vestida de domingo, la mañana se hacía sol entre los cerros. Más allá de mis ojos, la vi desperezarse en armoniosos detalles. Un campanario callado, se observaba desde el puente, donde un río burbujeaba su espuma. Era temprano. Algunos pájaros inauguraban su canto, mientras yo, le sonreía a nadie, desde mi repetido asombro, de ver el amanecer desde mí misma, con los ojos abiertos y cerrados, hacia adentro y afuera, como si me expandiera en la luz, desde un horizonte imaginario, sobrenatural y único.
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Enrique Dintrans A:
¡Felicitaciones! Has compartido aquí todo un poemario, y desde hace ya mucho tiempo. No sé si aún estás en TEXTALE. Igual comento en breve.
Tu hablante tiene un estilo muy elocuente, los poemas son muy románticos y diectos. Sin embargo muestran una sensibilidad y calidez que agradan al lector. Volveré al texto para seguir leyendo.
Saludos
NORMA ESTELA FERREYRA