Los tres hombres se encontraron nuevamente en el bar. Allí concurrían cuando el duro tiempo de las responsabilidades lo permitía. Allí comenzaron a hilar fino la historia que fue, es y será. Uno de manos callosas, frente arrugada, ojos oscuros como noche suburbana se bebió la ginebra de golpe quizas recordando aquellas heladas madrugadas en las que corría el tren en la estación Grand Bourg para llegar temprano a la obra y aguantar el cuerpo hasta que las tripas empezaran a retorcerse con los primeros humitos del asado.
-Pero se construía -asevera Don Juán
Otro plácidamente provoca bocanadas largamente ensayadas con su cigarrillo rubio al que le reconoce mayor peligro para el bobo "por la química" pero protesta porque ya cambió dos veces de marca y porque aumentan demasiado rápido. Pero "fumar calma los nervios" asegura.
El tercero tiene la mirada fija en algún punto, en alguna solución, en la preocupación constante de explicarse el porqué de su existencia, aunque hoy afirme estar mas esclarecido e intente participar como sea en las decisiones.
El hombre de manos callosas nunca usó traje y dice que le hubiera incomodado porque los trajes son para quienes saben llevarlos  " y yo como soy un obrero los rasgaría con sólo probármelos". Es indudable que aquí hay una riqueza fuera de lo común, una riqueza espiritual de la condición humana que golpea las fibras mas íntimas, porque asociar esa pobreza con la imposibilidad de usar un traje denota humildad, es haber trabajado por años para que otros disfruten, es el sudor de las tardes de sol, es una vieja borrachera porque el hijo terminó la primaria y consiguió laburo en la parada de diarios.
-Por lo menos tengo el diario gratis- se conforma Don Juán
Quien pita y rezonga es un hombre modelado, modelado por el facilismo, la mediocridad, alejado del cuestionamiento de los ideales que sin ser necesarios para arribar a conclusiones lógicas, sirve también para no perder la desconexión con el prójimo, con el necesitado, con el otro que todos los días se parece mas a uno. Pero él sigue emperrado en vivir por vivir porque para él, la vida es estar vivo y hacer de la vida algo normal, algo que transite sin razonamientos es vivir en un estado perfecto de los sentidos.
El tercero se agarra muchas chinches pero no de las que pican pues a pesar de que vive bastante revolcado no lo alcanzan. Se ha inmunizado de flitrear con la descomposición de los valores que aún no cree perdidos. Siempre tiene una razón para luchar, es el incansable soñador. Tambien fuma como el facilista y se emborracha pero su borrachera es parte necesaria de ese desorden que tanto le encanta, porque la vida para él no es el estado perfecto, la normalidad, sino todo lo contrario: una dialéctica diabólica de tiras y aflojes.
Sobre todo son tres hombres actuales porque les toca la circunstancia de encontrarse en este tiempo. Les alcanza la contemporaneidad para contemplarse y juzgarse y verse tan distintos pero tan cercanos en la misteriosa conjunción de factores que hacen del hombre una maravilla digna de ser repensada infinitamente.
Don Juán es el pasado. Es una historia que ya fue cuento, novela y poesía. Son los surcos de sus manos y esa manera del apretón que transmite sabiduría mas que confianza. Es una tradición en la historia del trabajo y los sufrimientos. Su ginebra vale todo el sudor que alguna vez regó entre ladrillo y mezcla y ahí están las casitas del barrio obrero, su mejor obra de arte para que disfruten los iguales.
El fumador rezongón y facilista es el presente. Es vivir en la ley de la selva, mintiendo para no caer en la trampa. La vida fácil como modelo de supervivencia en un mundo cada vez mas aturdido por el consumo y la inconciencia. Es el refugio de los que no dan la cara sino que, como el avestruz, esconden la cabeza y yo no ví nada.
El tercero me gusta. Se acerca mas a mi reventada juventud. Lo admiro tal vez por ser joven aunque cansado de vagar sin puerto donde sean oidas sus propuestas. Aunque le duelan los sinsabores con lo cuales se comienza a tutear, él mira adelante. Tiene proyectos que de golpe se derrumban pero que renacen cuando se acuerda de Kant y dice: "Voy a obrar de modo que mi conducta se convierta en norma de un órden universal". El está vislumbrando el futuro porque le duele el presente y no conoció el pasado, pero va a vivir el futuro, cada día que pasa es el futuro. El futuro no es como antes, muchos años para ser felíz, para ser alguien. Ahora la cuestión es ser felíz solo un instante porque la vida se modifica con la acción del hombre. El estado perfecto, el estado natural solo conduce al inmovilismo mental, a la mediocridad burguesa, al agusanamiento de concepciones que necesitan motorizarse.
No puedo negar -como ya exprese- mis simpatías por el último. Será porque no concibo la respuesta digitada, el verso infame de los detractores, la malicia de los poderosos.
Lo cierto es que el futuro es la historia que haré con mi lucha y la estoy abonando con mis cuestionamientos, con mi palabra y mi acción. Para no caer necesito que me acompañe un pueblo, que no decaiga un pueblo. Si todos somos esa lucha no habrá que individualizar a quienes se presentan como pasado, presente y futuro, y entonces nuestra historia dejará de haber sido y ser, para deber ser como la decidan los hombres que me van a acompañar. Con ellos sentiré alegremente como se va muriendo lentamente el individualismo y la historia será   
Jorge Dossi - 6 de Agosto de 1982