EL DESACIERTO
Publicado en Jan 12, 2011
Bajó las escaleras tan rápido que pareció estar caminando en el aire y al llegar al último escalón, le pasó por al lado a su madre, mientras ésta continuaba basureándolo, gritándole lo más cerca posible de su oído, e intentó ingresar a la biblioteca de don Pepe, pero fue en vano...
- Nadie podría ingresar allí sin su consentimiento; nadie que verdaderamente lo respetase, como si fuese el mensaje de un muerto. Pero vos, mamá, estás parada de este lado del mostrador, soñando maldades justo cuando él por vez primera, quizás, decidió hacer algo por sí mismo: descansar -le dijo José sollozando a su madre y en su propia cara; tan cerca del rostro estaba, que desde lejos parecía estar dándole un beso. José se quedó recostado sobre el sillón de la entrada de la casa a la espera, quizás, de que por fin reinase el silencio absoluto en todo el hogar. Se cercioró de que su madre estuviera completamente dormida, para satisfacer un deseo que ya venía ocupándole, como un mandato requerido, sus pensamientos: entrar a la biblioteca de su padre. Nada ni nadie podía impedirle llevar a cabo su deseo, sin embargo demoró casi una hora en abrir aquella puerta, tras lo cual, una vez hacho esto, ante sus ojos enfrentó el secreto más celosamente guardado por su fallecido padre... ... Con el alma destrozada, salió de la biblioteca como un ratón huyendo de las garras de algún gato de techo. "Así es imposible; la vida me está haciendo trampa" -pensó José casi enfurecido y continuó- "¿Cómo hago para perdonar semejante desprecio, papá? ¡Cómo!" "Cuando invade el temor, surge el cumplimiento de los mandatos protocolares de los que tanto he renegado. ¡Qué resultado tan eficaz produce la decepción! ¡Qué impecable destrucción!; ella profana cualquier intento de lucha haciendo desaparecer indisolublemente el más profundo y sincero acto de amor en la vida"... En esta conversación consigo mismo, de José no había nada de fe, sino tan solo miedo. Al amanecer la madre lo encontró sentado contra la puerta que daba a la biblioteca de don Pepe. José despertó ni bien escuchó los pasos de ella y el fastidioso ruido que propiciaba con sus chancletas; le pareció verla caminar en dirección hacia él por un largo pasillo por el cual se debía pasar abriendo gigantes e inalcanzables puertas con formas hexagonales, bien barnizadas, oscuras y de cuyos picaportes se podía distinguir el brilloso color del bronce. Cuando ella se acercó lo suficiente, José la miró inexpresivo, como a una extraña. - ¿Qué es lo que te ocurre? -preguntó la vieja. - ¡Nada mamá! ¿Qué torpe!, me dormí aquí mismo -no quería delatar que estaba desencantado por haber entrado a la biblioteca de su padre, como así tampoco que no podía superar con facilidad lo que había descubierto. - Estuviste en la biblioteca. ¿No es así? -dijo la vieja. - No quiero verlo todo -replicó José- quiero subir a mi cuarto, ¿me ayudas por favor... mamá? -dijo José quien por lo demás ahora se sentía realmente destrozado. - Por lo visto has bebido demasiado ¡y manchaste la alfombra! -dijo su madre al ver una botella de whisky tirada en el piso, justo al lado de la puerta de la biblioteca. "Por favor, guárdate tus insultos para más tarde, así podré sufrirlos mejor", a lo que la vieja pareció comprender aquella mirada suplicante de José y calló. - Será mejor que duermas y descanses, porque esta tarde vendrá Lena a visitarnos. Debes estar en condiciones para recibirla -dijo su madre, como un desacierto y lo arrojó sobre su cama. Si bien no había ningún motivo para inquietarse, solo imaginó la derrota cuando aun no había intentado luchar.
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Gustavo Milione
Guillermo Capece
relato dinamico que intriga; quizas haya algunas fallas menores que no hacen al asunto, mas bien son detalles;
pero bueno en general; sospecho que es el comienzo o la continuacion de algun cuento o novela.
Abrazo
Guillermo
Verano Brisas