Noah
Publicado en Jan 15, 2011
Noah era un tipo muy simpático, muy amable y absolutamente caballero, su piel era trigueña, su cabello era extremadamente rizado, de un castaño chocolate y muy, muy suave. Tenía unos ojos grandes café oscuro, sus dientes estaban derechos, y las uñas de sus manos siempre limpias. Media aproximadamente un metro ochenta y siete con veintidós años de edad.
A la hora de levantarse, siempre lo hacía con el pie derecho ‘’para la buena suerte’’, y se estiraba exageradamente. Luego iba al baño, se miraba al espejo y se decía así mismo - Hoy será un gran día. Al decirlo sonreía y entrecerraba los ojos, mostrando una expresión alegre que podría arreglarle el día a cualquiera. Luego de estar en el baño iba a prepararse el desayuno, era martes así que tocaba tostadas con miel y una taza de té. Al llegar a casa, Noah se dedicaba a tocar la guitarra, era su más grande pasión, conservaba ese hábito ya que su madre le enseñó y una vez su padre le habló de la constancia, la perseverancia y el éxito. Noah no había tenido mucha suerte, él se fue de su casa a los dieciséis años. Su padre era un hombre detestable, su madre se había vuelto loca y su hermano ya había emprendido vuelo dos años antes que él. Estaba totalmente consciente de lo que hacía al momento de irse, suponía que sería lo mejor para cualquiera de esa casa, puesto que, cada vez que Noah asomaba un rizo, su padre levantaba las cejas y lo miraba con desprecio, luego de decirle lo poco y nada que valía, lo mandaba a comprar cervezas (usted dirá: ¡¿qué clase de persona le vende cerveza a un chico?! Y yo le responderé: …las personas de este mundo, señor). Su madre fue agredida psicológicamente veinte años por aquel hombre, y por eso quedó aturdida para siempre, todo el tiempo hablaba cosas sin sentido… - ¡Las gallinas se queman, Joel! Nadie sabe quien es Joel. En fin, la pobre mujer, aunque realmente no era pobre, decía cosas que nadie entendía, pero, algunas veces ella decía cosas que tenían mucha razón, Noah siempre tuvo en su corazón una de ellas: - Los artistas son libres de hacer lo que quieran, son ellos mismos quienes se limitan. El hermano de Noah, luego de sufrir dieciséis años la misma situación que él, se fue de casa prometiendo que visitaría sólo a su hermano menor, pero él se fue a Francia y Noah nunca más supo de él. Lo que Noah no sabía es que su hermano, Joaquín, conocía todo sobre él, los lugares que frecuentaba, lo que comía cada mañana, los microbuses que utilizaba para movilizarse, el lugar donde trabajaba, etc. A veces el día parecía vacío, la paga tenía cara de miseria, la vuelta a casa se hacía más larga y los sueños se desplomaban en el pavimento. Pero a la mañana siguiente Noah parecía totalmente recuperado, aunque no viviera con su madre, él la amaba y no era ajeno a su situación, él le prometió que llegaría lejos y la sacaría de ese lugar para que se recupere. Ese sueño era bastante infantil, ya que la recuperación de su madre se veía bastante lejana con o sin ayuda, y él lo sabía. Trabajaba en un pequeño local a las afueras de la ciudad, tenía un salario que dejaba mucho que decir, pero él se conformaba. Además era un trabajo que le gustaba mucho porque era ‘’sano’’. Él era el encargado de repartir la comida, todo el día recorriendo la ciudad de este a oeste, de norte a sur. Una de las razones de porqué a Noah le gustaba su trabajo, era porque siempre pasaba por fuera de un café muy reconocido en la ciudad, pero no era por el café, era por la chica que lo vendía… Cada mañana luego de hacer la última entrega de la mañana Noah iba a tomarse un café. Se sentaba en el mesón pedía un café mediano y una galleta de avena, miraba a la vendedora de reojo, no quería que ella sintiera el mundo sobre sus hombros, a él le bastaba con tenerla en la misma habitación, aunque no supiesen sus nombres, y mucho menos sus historias. Pero este, este era un día importante. Hace 365 días que Noah iba al mismo café, a la misma hora y con el mismo propósito. Este día sería en que él le hablaría. Se levantó muy radiante en la mañana, tomó una ducha, bebió leche y una galleta, se lavó los dientes y se fue al trabajo. A las 12.37 p.m. Noah estaba cruzando la puerta de ese café, pidió lo mismo de siempre. - Hace justo un año que vienes, todos los días pides lo mismo, te sientas en el mismo lugar la mayoría de las veces y miras hacia la caja registradora. Yo no sé si planeas asaltarnos o estás interesado en ella. Sólo te doy un consejo ‘’hagas lo que hagas, no te arrepientas’’. Noah impactado escuchaba a la señora que le servía su café, luego de eso añadió - Por cierto, hoy sale a las 16.30 Y luego de eso se marchó.
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literatura
Johel Delacroix
Gustavo Adolfo Vaca Narvaja
felicitaciones
J.M.
En serio, desde la segunda línea de la segunda página intuí que era para mí y olé Naia encontré mi nombre más abajito y veo mi paga con cara de miseria.
Gracias por tan buena literaruta y me lo llevo a favoritos porque es muy lindo.