No es como la cola que se hace en las tortillas
o en los congales
esperando a que nuestra chica favorita
tenga las piernas libres
de esos clientes estables
que nunca faltan
que nunca fallan
y que nunca se irán.

No es como cuando infante
allá por los noventas en el centro comercial
tenías que hacer fila
las más larga que nunca conoció el arcade
para introducirle la ficha
a la maquinita
y jugar al Street Fighter
o al Mortal Kombat
esperando con fe que un cristiano no te la apague.

Esas son cosas fuertes
de índoles imposibles
pues se tiene que esperar turno
se tiene que hacer cita
no es como ahora el fast del vaticano insulso
que beatifican a cualquier ciego con pupilas
pobre de las víctimas del viejo Maciel
o de todos los monstruos que como él habitan en el mundo
sus padres han de recibir un golpe en seco en el vientre
que los hace devolver
descuiden, pobrecito... es nuestro viejo senil aquel que decía
"Bejico chiempre pierl.... (México siempre fiel)"

Ay Karol qué nombre y vida
yo podría besarte...
si tan solo tuvieras el seudónimo de Love
y fueras bonita
y escribieras buena poesía
con la gambeta argentina
y no la ceguera polaca.
Tú no eres mi hermano
no creo que tengas alma
realmente
eres mi enemigo
son mis enemigos tus sucesores
que no tienen el apogeo o el carisma
el sumado papal como encaro de eclesial
es ahora previsto como una campaña electoral.

Lleno de spots atiborrando la red
que él papa rapeando
que él papa en el twiter
que en el Messenger tiene cámara web
stickers del papa rezando
combatiendo
quiere sus cómics
está siendo más hábil
que el alter ego de Clark Kent .

Es preciso aquí decir, todo esto que te digo
es mi más fiel sentir, qué putada precoz de ese
tu gran amigo Benedicto.

La beatificación;
entiéndase, no es la pandilla de Burroughs, Kerouac y Neal Cassidy
drogándose y haciendo auto-stop, no,
solo la formación precoz
de un endeble y ciego hombre
que contagió a masas
e ignoró los crímenes pederastas
dando el perdón a parpados cerrados
a desgraciados beatos
y estúpidos sucesores
que ahora para agradarle al rebaño, digo, al mundo
convierte a un podrido cadáver
en un santo.
Qué reality show mejor que el gran hermano.